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Pero, haberlos, haylos, aún hoy en día los
consumidores, a pesar de los cursillos de
iniciación en este mundo de los vinos para
conocerlos mejor, de los libros editados, de las
revistas que se publican, de los programas de
radio y TV que se realizan y de un largo etc.
Continúan existiendo los “auto-condenados” a ser
profanos en la materia que no quieren saber, y
por lo tanto ignoran que los vinos son para
degustarlos, y el agua para beberla.
En
una mesa culta y no obligatoriamente pedante,
hay que saber distinguir entre vinos de una
buena relación calidad-precio, y vinos que no
son dignos de ser bebidos, o mejor dicho,
degustados. Para ello, hay que iniciarse en este
mundo, o si no dejarse aconsejar por expertos en
enología.
En
la mesa, pienso, debe primar, por encima de
todo, la calidad, y ésta no va siempre asociada
a altos precios. Existen vinos muy bien
elaborados, que no son prohibitivos, ni mucho
menos. En el sano y culto consumo encontramos la
buena relación calidad-precio que debe ser el
criterio más válido para elegir una botella,
tanto para el consumo en casa como en el
restaurante. |