REPORTAJES 
DE VIAJES

VIAJE A EGIPTO,  RUMBO A EL CAIRO VÍA ITALIA 

EGIPTO A TRAVÉS DE SU GENTE 

A pesar de que el nivel de vida parece ser bastante más reducido comparando con otros países europeos, el egipcio, hombre tranquilo, creyente y aparentemente conformista, es ante todo un consumado comerciante. Durante los tres días pasados en El Cairo, absolutamente nadie se acercó para pedirnos una limosna. Un ejemplo de dignidad humana digna de elogios. Sin embargo venden de todo, te avasallan de tal manera que te confunden, no controlas tus reacciones y no sabes muy bien como guardar la compostura. Sus gestos, sus reflejos y su sabia locución, desde una edad muy temprana se convierten, en el egipcio en todo un arte. Te preguntan de donde vienes y, seguidamente, te hablan en tu idioma. Te venden unas babuchas, una djilaba, te proponen una vuelta en calesa o te suben (no te obligan, pero te subes) encima de un camello, con turbante y todo, sin siquiera darte cuenta, entregándoles mientras tu cazadora, tu dinero y tu máquina fotográfica, para que ellos mismos saquen las dos fotos que los cánones del lugar exigen... (la segunda es por si se estropea la primera...) escogiendo los mejores y subjetivos ángulos. En esos quehaceres son unos auténticos maestros que merecen todos los respetos. Si comento lo del camello, (dromedario para ser más exacto) es porque, separándome del quinteto y acercándome a unos pequeños tenderetes llenos de evocadores "souveniers" no tuve tiempo de llegar hasta ellos, y de pronto me encontré encima de una pequeña Torre Eiffel que balanceaba su cuerpo y el mío, en la medida que se desplazaba tirado por las riendas del camellero. Todavía no sé muy bien como me deje liar, pero me liaron y hoy, me alegro de ello. Ya en Madrid y a la vista de las dos memorables fotos, mis tres compañeros lamentan no haberse dejado "liar" ellos también, por voluntad propia, claro.    

Caminando por las arenas en busca de nuestro pequeño autocar para siete o nueve personas, Ibrahim nos adelanta que estamos invitado a almorzar en su casa. Esto nos colma de satisfacción por varias razones. En primer lugar, porque nosotros mismos, tenemos a gala no mezclar demasiado el trabajo con la vida familiar, pero sabemos (despues de haber vivido durante treinta años en el antiguo protectorado francés del Norte de África) que en el mundo musulmán ocurre exactamente lo mismo, pero de una manera mucho más pronunciada. En segundo lugar, porque cuando un árabe invita cuatro personas para comer, sirven comida para quince y, de suerte que no sobre la mitad. Es un poco lo que ocurrió en este caso. La joven y guapa esposa, hija de un alto mandatario, así como su marido, supieron romper rápidamente el hielo en un marco elegante, europeizado en extremo donde no faltaban los muebles de estilo estéticamente dispuestos en un amplísimo salón-comedor. Cuando parecía que todo estaba perfectamente encauzado, irrumpieron (más que entrar) dos pequeños diablillos morenos que llenaron el ambiente y el espacio, en cuestión de segundos. Se trataba de los dos hijos del matrimonio: el mayor, Hassan Bajá (que quiere decir Príncipe) de unos 7 años y Alí, de 4, a quien su padre, con amplia sonrisa, añadió Babá. 

Una atractiva vecina, amiga de la esposa de Ibrahim nos obsequió con su presencia durante el almuerzo, lo que demuestra una vez más que los tiempos cambian y los hábitos también; que la emancipación ha derrumbado barreras, y que absurdos perjuicios de antaño, van quedando poco a poco en el cajón de los recuerdos. Como era de suponer la comida fue excelente y variada. Verduras, hortalizas y legumbres adornaban casi todos los platos magníficamente presentados, dando una pequeña idea del auténtico vergel que representa el rico Valle del Nilo, porque, como bien explicó nuestro amigo Ibrahim, el Valle del Nilo tiene una extensión de más de mil kilómetros (todo Egipto de Norte a Sur) y su anchura, en las partes más anchas sobrepasa los veinte kilómetros, siendo no obstante, la parte más fértil, su amplia desembocadura que recibe todo el limo, que este río (el más largo del mundo con sus más de 6.500 Km.) arrastra hasta el delta.   

Tras despedirnos de nuestros encantadores anfitriones, lanzamos un fuerte “...hasta luego..." hacia la cocina, para despedirnos de la señora de compañía, cuya cabeza asoma de vez en cuando por el resquicio de la puerta. Esta señora metida en años, respetuosa y discreta estaba en su juventud al servicio de los padres de la esposa de Ibrahim. Hoy colabora con su pupila, para sacar adelante, y sin tropiezos, a Hassan Bajá y Ali Baba.

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