CAMINO DE SANTIAGO: --Ruta MOZÁRABE--

SEVILLA—SANTIAGO por la VÍA DE LA PLATA y la Variante Sanabresa


por Antonio García Márquez

Indice : Capítulos I - II- III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII- XIII - XIV - XV - XVI - XVII  - XVIII


Cap.XVIII / (16ªEtapa=20,0Km) EMBALSE de Alcántara-GRIMALDO (31 Mayo, Martes)

                     Como teníamos por delante una jornada relativamente corta no era preciso madrugar demasiado. Pero bueno, a las 6 ya no me aguantaba en la colchoneta y no me lo pienso más. Me planteo despertar a  F un poco más tarde, más o menos sobre las 6 y 20; con salir a las 7.00 será más que suficiente para llegar a buena hora a Grimaldo, nuestro destino de la jornada. Aprovecho el intervalo de 20 minutos para afeitarme con tranquilidad; suelo hacerlo cada tres días cuando estoy en el Camino. Antes he llevado todos los trastos al comedor.

     Toda la casa está iluminada tenuemente con unas lámparas de bajo consumo, aplicadas en las paredes. Tras asearme me pongo a la ingrata tarea de buscar en la pequeña cafetería del albergue los elementos necesarios para preparar el desayuno; tarea que califico de ingrata, no porque me fastidie desayunar, sino porque se me da muy mal arreglarme en cocina ajena.  Me cuesta horrores localizar las cosas, y suelo ser bastante torpe para aclararme con los elementales electrodomésticos al uso. Por ejemplo: no me aclaro con microondas y cafeteras, salvo que sean exactamente iguales a los que tengo en casa, cosa harto improbable… Pero lo peor de todo es localizar el menaje e ingredientes más elementales, desde cucharitas y tenedores hasta el mismísimo azúcar, pasando por las cerillas…. 

< foto 1: (embalse de Alcántara),  cafetería  del albergue > 

     El hospitalero nos había advertido en la víspera que dejaría todo perfectamente preparado; de manera que no tendríamos que perder apenas tiempo en organizarnos el desayuno. Pero a mí me llevará unos 10 minutos aclararme con la dichosa cocina… Cuando finalmente he podido localizar todos los ingredientes sólidos: rebanadas de pan, magdalenas, galletas, algo de mantequilla, mermelada, etc., lo pongo sobre la barra para que mis colegas lo encuentren sin problemas. Luego logro localizar en una de las neveras varias botellas con zumos y un par de ‘bricks’ de leche, así como el café preparado que está en un cazo. Ya sabemos que no es esto lo ideal, porque el café que no está recién hecho habrá perdido buena parte de su aroma, aunque se conserve en la nevera…; pero a mí ya me está bien, con tal de no tener que investigar cómo demonios funciona la cafetera de turno.  En esta ocasión lo que más me ha costado hallar son las dichosas tazas para el café y el azúcar, pero tras remover Roma con Santiago logro dar con ellos también.

 

    He llamado a F. a la hora prevista, haciendo una breve interrupción de mi zafarrancho en la cafetería, y mi colega se incorpora cuando ya está todo listo para su consumo, incluido el café.

    Hoy empezaremos la jornada con muy buen pié, cosa rara en nosotros; un día en el que logramos desayunar como Dios manda antes lanzarnos al Camino… Este buen arranque de jornada, supone la guinda para llevarnos un inmejorable recuerdo del Albergue del Embalse  de  Alcántara.

 

    A las 6.43 ya estamos fuera de nuestro refugio y ascendemos lentamente por la pedregosa pista. Subimos con cautela en semi-oscuridad, admirando la romántica vista de una de las colas del embalse que se va abriendo entre dos luces a nuestra izquierda. Aunque a deshoras, por disponer de poca luz aún, siento el impulso de retratarlo y echo mano de mi cámara sin pensarlo mucho. Acto seguido, trato de comprobar el resultado sin percibir en ese momento gran cosa, aunque sí distingo el limpio dibujo de las riberas del embalse iluminadas por la incipiente luz del alba; luego en casa podría comprobar que la foto ha sido excelente, situándose entre las mejores del reportaje (ver Nota 13).

 

< foto 2: Embalse de Alcántara,  amanecer (6,46h) > 

-Nota 13-  Romántica vista del embalse de Alcántara”, una imagen afortunada en semi-oscuridad.-  Con estas fotos tempranas puedes encontrarte alguna agradable sorpresa, entre mucho fiasco... En esta ocasión he tenido premio: una romántica y fantasmagórica imagen, donde el plateado reflejo de la luz del alba sobre las dormidas aguas del embalse se pinta levemente con tonos rosados. Como telón de fondo, se divisa nítidamente en la foto el circo montañoso de la Sierra de Béjar, recortándose bajo el cielo cristalino. Se han dado en esta madrugada unas circunstancias excepcionales para conseguir la instantánea: nada de viento, atmósfera seca (cosa rara en un ambiente lacustre y con fondo de montañas), y la absoluta carencia de nubes que nos propicia ese tono rosa del halo solar, segado por el circo montañoso en el momento preciso en que cruzo por el encuadre.  Si he de ser sincero no percibí en los momentos previos a la foto este cúmulo de circunstancias, pero mi curiosidad impenitente me hace tener siempre los ojos muy abiertos mientras camino. Ver la ocasión de “cazar” una buena foto es quizás cuestión de instinto, y posiblemente de experiencia, pues la fotografía es un ‘hobby’ que practico desde hace muchos años.
 

 

         La primera parte de la etapa prosigue por una pista revirada y en pendiente, prolongación de la que baja al pantano. Hemos de ganar altura hasta alcanzar el altiplano solitario que nos llevará hasta Cañaveral. En nuestro ascenso vamos viendo de manera intermitente los contornos del embalse, muy accidentados por abarcar dos cuencas hidrográficas que se cruzan, correspondientes como ya sabemos a la intersección del Tajo con su afluente el Almonte en este accidentado territorio. En una de las revueltas del camino vimos la estrecha lengua de tierra que habíamos visitado en nuestra excursión de la víspera, coronada por su solitario chalet. Abundan ahora por el entorno del Camino las indicaciones de que la vía romana XXIV pasaba exactamente por el mismo itinerario que estamos recorriendo, y de vez en cuando observamos evidencias de recientes trabajos arqueológicos dentro del proyecto Alba Plata.  En varios puntos de la ascensión he podido identificar claramente y fotografiar algunos trozos de esa famosa vía imperial, que nos confirman que continuamos caminando sobre ella. De hecho, también confirmaría después por Internet que el tramo de pista que enlaza la carretera con el albergue pertenece a la misma vía XXIV.

     Como habíamos observado con anterioridad, siguen aflorando por aquí numerosas losas marmóreas, duras como el pedernal, especialmente abundantes en los tramos más empinados; un tipo de roca que reiteramos no existe en esta comarca… Posiblemente se necesitaba una piedra de mayor dureza y tenacidad para afrontar pendientes tan pronunciadas, y los ingenieros romanos se vieron obligados a importarla de alguna cantera lejana...

 

 
< foto 3: (
embalse de Alcántara-Cañaveral),  vaca brava entre la retama > 
 

      A las 7.25 alcanzamos el altiplano, justamente cuando asoma nítidamente el sol en el tendido horizonte. Es la misma plataforma de la que descendimos en la etapa anterior, interrumpida por la depresión fluvial. En el paisaje predominan ahora espesos retamares en flor, entre los que asoman de vez en cuando algunas vacas de color variado. Una de ellas, negro azabache, surge entre la espesura como a 50 metros de distancia y nos mira desafiante. Es una vaca de la variedad  morucha, encaste tradicional de ganaderías bravas que en la actualidad es muy apreciado para el consumo. El ejemplar que tengo en el punto de mira tiene una cornamenta impresionante y logro sacarle una buena foto con el ‘zoom’. Desde luego no me hubiera atrevido a tomar esa imagen desde 15 metros, eso podéis darlo por seguro. Durante algo más de una hora me dedico a sacar más fotos: paisajes abiertos hasta el infinito, flores silvestres, vacas con sus terneros..., y hasta ‘cazo’ un conejo que huye despavorido por el centro de la pista cuando siente nuestros pasos. La naturaleza despliega su brillante paleta de colores durante esos 65 minutos, y yo lo aprovecho a fondo. Ya decíamos antes que estamos en un día particularmente propicio para la fotografía; hasta las 8.30 me despacho a gusto con mi inseparable cámara digital.
 

 

< foto 4: (embalse de Alcántara-Cañaveral),  vacas madre y recentales > 

      A las 8.28 ya hemos visto asomar Cañaveral a lo lejos, al pié de la sierra del mismo nombre. Este pueblo se encuentra en una  vaguada de la que nos separan aún varios kilómetros, por lo que solo podremos verlo completamente cuando lleguemos al borde del altiplano para iniciar el descenso. En ese punto sabemos que el itinerario se bifurcará en dos posibles opciones: la primera hacia el propio pueblo, y la segunda hacia la estación del ferrocarril  (a un par de Km). Aunque no lo dicen expresamente las guías, estoy seguro que debe ser algo más corta la opción 2ª, ya que de lo contrario no nos ofrecerían esa alternativa, porque la mayoría de poblaciones están interesadas por el paso de la peregrinación, por motivos comerciales y culturales. Siendo esta una etapa relativamente corta ni nos planteamos el dilema, bajaremos hacia el pueblo por la simple curiosidad de verlo y para tener un almuerzo como Dios manda. En la estación solo se dispone de una simple cantina; la cual suele abrir únicamente cuando se acerca la llegada de algún tren, por lo que el lugar resulta un poco deprimente. Sabemos que tiempo atrás había junto a ella algunas casas y fábricas, nacidas al abrigo del enlace ferroviario, pero hoy está todo eso en la más absoluta ruina; la fácil comunicación por carretera y el aumento del nivel de vida concentran hoy todos esos servicios e industrias en el propio pueblo o su periferia…

 

< foto 5: (embalse de Alcántara-Cañaveral),  vestigios de la calzada imperial XXIV > 

      Pero antes de llegar a la bifurcación, nuestro Camino, que va contorneando el altiplano no muy lejos de su borde, seguirá mostrándonos numerosas evidencias del trazado de la vía romana. Durante unos 3 Km. no paramos de observar vestigios de la calzada imperial XXIV. Veremos por aquí más detalles que en ningún otro tramo hasta la fecha. Naturalmente apenas encontramos grandes losas superficiales (pavimentum), objeto preferente de la depredación de siglos, pero se distingue claramente la segunda capa (nucleus) compuesta por grava, cal y cantos rodados. En varios sitios quedan al descubierto las catas que vienen realizando sistemáticamente los arqueólogos del proyecto “Alba Plata”. En una de ellas se ha practicado una sección transversal que muestra perfectamente todo el substrato de la calzada  (ver esquema y Nota 14 al final del capítulo).

 

      También encontramos por esta zona algunos charcos en mitad de la antigua calzada. Por lo que vemos la tormenta que nos sorprendió días atrás en Valdesalor ha descargado también por aquí. Nuestras huellas en los bordes de los charcos me inspiran una foto sugerente, y nos ponemos manos a la obra. Haciendo un paso atrás, clavamos ambos bordones junto a las huellas y en esa posición, manteniendo sujeto mi bastón con la mano izquierda, saco una perspectiva del Camino bajando la cámara hasta un palmo del suelo… Haré varias fotos de esa guisa y el resultado es sugerente; se trata de reflejar con una imagen que la peregrinación sigue circulando en esta comarca extremeña por la antigua Vía de La Plata, dirigiéndose recta hacia el norte, donde en el horizonte se recortan ya las cimas del Puerto de Béjar.

 

< foto 6: (embalse de Alcántara-Cañaveral),  nuestras huellas en la Vía de La Plata > 

      A las 9.26 llegamos por fin al cruce de caminos, donde queda perfectamente reflejado con el habitual cubo de granito que tanto la calzada como la cañada ganadera siguen en la dirección de la estación, manteniéndose aún en el altiplano. Nosotros giramos bruscamente hacia la izquierda, atendiendo la indicación de un cartel de madera que marca la dirección del pueblo, algo que resulta obvio desde estas alturas ya que lo estamos viendo hace rato.  Nuestro camino baja ahora abruptamente desde el altiplano hacia el valle, por una pelada ladera de roca. No se puede asegurar que estemos bajando por un camino deslindado, ya que no hay márgenes claros; el paso de gente, caballerías e incluso carros ha ido redondeando las aristas naturales de este afloramiento rocoso durante siglos. Este “camino” es transitable, pero con numerosos altibajos que te obligan a mantener fija la vista en el suelo. Posiblemente hubo alguna vez aquí un acceso bien delimitado, pero hoy en día no se distinguen las lindes. La delgada capa de tierra de la ladera habría ido despareciendo con el tiempo, por la acción combinada de la meteorología, los incendios y el deambular de la gente; unos agentes que también habrían logrado desdibujar el trazado original de este pétreo camino, de manera que su anchura  y dirección varían hoy  caprichosamente en todo su recorrido hasta el valle.

     Debemos afinar nuestro sentido de la orientación, porque no hay ni una señal durante casi un kilómetro por esta escarpada ladera. Las socorridas flechas amarillas no tienen utilidad en esta zona, ya que las aguadas hacen bajar tierras sobrevenidas por doquier, y sobre ellas brotan enseguida los matorrales. Solo el deambular de la peregrinación y de los ganaderos locales, con sus vehículos y rebaños, han mantenido precariamente la traza del viejo itinerario; lo notamos por el brillo de la piedra… Finaliza la bajada en una rambla poblada de adelfas, donde vemos una estrecha pista aplanada sobre suelo esquistoso. Hemos perdido hace rato la visión del pueblo, oculto tras una colina, pero por instinto tiramos a la izquierda y acertamos: a 200 metros nos topamos con el pontón de San Benito, una obra medieval que está marcada en nuestra guía y nos confirma que vamos en la dirección correcta. Respiramos aliviados ante este interesante monumento del siglo XIV, especialmente Francisco al que ya le ha llegado la hora de almorzar. Estando relativamente cerca la población, esperamos poder hacerlo en algún bar del pueblo y F no se detiene un segundo a contemplar el panorama… Yo lo dejo seguir adelante unos segundos, mientras saco mi cámara para fotografiar el sugerente puente, tras el cual intuyo que se nos han acabado las inquietudes de la etapa. En el paisaje del fondo seguimos sin ver al pueblo, pero ahora ya lo tenemos ahí cerquita, según mis papeles a menos de 1 km.

 

< foto 7: (embalse de Alcántara-Cañaveral),  pontón de San Benito (s.XIV) > 

       Entrados en Cañaveral desistimos de hacer el recorrido por el centro de la población, encaramada en la ladera izquierda, pero pasamos muy cerca de la conocidísima fuente de San Benito y  nos acercamos a verla. Según dicen los estudiosos de la peregrinación, esta fuente era en tiempos remotos el principal motivo para que los peregrinos se desviasen hacia este lugar, apartándose unos kilómetros de la calzada romana, ya que escaseaba el agua por esa ruta. En la actualidad, el paso por su recorrido tradicional es una opción a tener en cuenta en ocasiones, especialmente por accederse a la estación del ferrocarril. De hecho he conocido algunos compañeros que finalizaron ahí su viaje, y otros tienen la opción de iniciarlo en ese punto.

      Sacamos un par de fotos de la fuente sin detenernos a beber en ella, pues lo que de verdad ansiamos es sentarnos un ratito en algún bar o mesón del pueblo. Por cierto, la leyenda inscrita en el plafón cerámico de la fuente de San Benito me ha hecho reflexionar sobre el personaje. Que haya cerca de este lugar un pontón bajo la advocación del fraile fundador de la orden benedictina, y  ver luego en el pueblo esta famosa fuente da algo que pensar…  Posiblemente hubo en el pasado algún monasterio benedictino por estos ‘lares’, aunque no he podido constatarlo cuando me he puesto a ello, ni siquiera por Internet. Recuerdo que, cuando tras el almuerzo salíamos de Cañaveral, estuvimos mirando a izquierda y derecha, por tal de descubrir alguna pista o indicación relativa al famoso ‘frailón’ (ver Nota 15 al final del capítulo), pero no veríamos nada; tampoco se me ocurrió preguntar en el Mesón Málaga donde paramos a repostar; en fin, otra incógnita que me queda en el alero para ser resuelta en el futuro…

 

     Entre pitos y flautas a las 10.05 hacemos nuestra entrada en el citado mesón Málaga, que desde luego tiene poco de marinero, porque no veo ni una tapa de pescado en sus estantes, pero descansamos muy a gusto en él durante 35 minutos. Almuerza F. como Dios manda, y yo le acompaño con una jarra de cerveza; luego, creo recordar que tomamos también un cortado, porque nos apetecía alargar el descanso. Bien pensado, no hubiera sido este mal sitio para comer, porque tiene un menú variado con platos sugerentes y a muy buen precio. Pero habría que esperarse al menos un par de horas para eso, y luego tendríamos que afrontar los  8 Km. restantes en plena digestión.

   En todo caso será un dato a tener en cuenta para el futuro, si es que nos da por repetir este itinerario en alguna ocasión. Cañaveral es sin duda buen destino como final de etapa; cuajado de estrechas calles y casas encaladas, tiene en la iglesia de Santa María (siglos XIV y XVI) su principal monumento. Es un lugar tranquilo, y podríamos haber optado por alojarnos en el refugio municipal o bien en el propio Mesón Málaga, que tiene un precio discreto para peregrinos (15 € en habitación doble). Pero como venimos de peregrinos, que no de turistas, hay que seguir hasta Grimaldo, porque de lo contrario habríamos hecho una mísera etapa de solo 12 kilómetros…

 

< foto 8: (Cañaveral),  restaurante-hostal Málaga  y moderna parada de buses > 

       Antes de salir volvemos a plantearnos el clásico dilema: ¿terminamos la etapa por carretera o bien nos desviamos para dar un paseíto por el Puerto de los Castaños, como recomienda nuestro libro-guía de referencia?...  Ya hemos hecho otras veces diversas consideraciones sobre esta cuestión y ahora no quiero volver a enrollarme demasiado con el asunto… Solo diré que comprendo perfectamente que los autores de las ‘guías al uso’ recomienden a veces opciones más largas y dificultosas, desdeñando lo fácil y directo. Y digo que lo comprendo porque quien publica un libro-guía lo hace intentando satisfacer a un abanico de lectores muy amplio, lo más amplio posible, ya que por supuesto un editor lo que quiere es vender cuantos más libros mejor... De esta manera se puede entender que la recomendación de hoy satisfará a quienes prioritariamente vienen al Camino para ejercitarse en la actividad deportiva del ‘trekking’, o bien para contemplar vistas panorámicas, cuanto más agrestes o mejor….  Pero ese no es nuestro caso en general, o por lo menos no lo será en esta etapa. Dado que no veo en mis notas que exista ningún atractivo excepcional en el desvío por el Puerto de los Castaños, y que nuestro tono físico ya está suficientemente estimulado con las 6 jornadas de marcha que llevamos…. pues lo tenemos clarísimo: -- nos vamos a ir a Grimaldo por el arcén de la carretera--.

     

      Son las 10.36 cuando echamos a andar, y con el plan previsto esperamos finalizar la jornada plácidamente, algo que no siempre es posible. Si no hay grandes incidencias, cosa que no esperamos, estaremos en nuestra meta sobre las 12,30; una hora perfecta para hacer las cosas sin agobio, y en el orden que corresponde: ducha, comida, siesta y si nos apetece un paseo vespertino.

 

      Saliendo de Cañaveral pasamos junto una moderna parada de bus cuyo diseño hiper funcional me encanta, algo sorprendente en lugar tan apartado. No he visto ninguna otra parecida, y valdría la pena elegirla como modelo en otros lugares (ver fotos). Desde aquí tomamos enseguida el arcén de la carretera N-630, que ya no abandonaremos durante el resto de la etapa. Durante los primeros cuatro kilómetros cruzamos un paraje anodino, junto a la ladera del Alto de Cañaveral; es un terreno de roca entre pizarrosa y esquistosa, poblado de ásperos matorrales, sin arbolado destacable.

    Pasados 5 Km, sobre las 11.30h cambia de súbito el panorama, posiblemente al circular ahora por las estribaciones del puerto de Los Castaños. Nos adentramos en un bosque frondoso, donde abundan los pinos rodenos, junto con algunos alcornoques y eucaliptos; especies todas ellas que se dan en terrenos relativamente húmedos. Esta exuberancia no dura mucho; paulatinamente se irá aclarando el bosque hasta convertirse dos Km. más adelante en una despejada dehesa, con grandes encinas y alcornoques  bajo los que abundan las jaras. Es un territorio que me recuerda nuestra segunda etapa entre Aljucén y Alcuéscar, cuando atravesábamos el parque natural de Cornalvo.

 

 < foto 9: (Cañaveral-Grimaldo),  dehesa de alcornoques y jaras> 

     Salimos de la dehesa remontando una suave colina de tierra roja, de apariencia ferrosa, que nos acerca a una importante encrucijada de carreteras. Se trata del cruce bajo la moderna autovía de Extremadura (A-66). Tiemblo cuando nos topamos con estos complejos cruces; porque las marcas de la peregrinación suelen perderse en ellos, y además no suelen prever en su diseño los necesarios accesos  para peatones. Por fortuna, en esta ocasión no perderemos demasiado tiempo, porque  no habría despistes. Aunque eso sí,  nos hacen ‘dar la vuelta al ruedo’ como los toreros…: nos vemos obligados a seguir una dirección circular, describiendo 240º en sentido anti-horario para remontar nuevamente hacia la N-630; la cual se mantendrá paralela a la autovía durante tres kilómetros, hasta desviarse por la derecha para penetrar en Grimaldo.

 

    Pasamos a las 12.30 el cartel que anuncia dicha población, y poco después frente a una hilera de seis viviendas situadas en el lado derecho de la calzada. Una de ellas pintada de azul y rojo, con el  rótulo  “Bar Grimaldo”, las demás todas encaladas en blanco. Como las seis casas tienen cerradas sus puertas y ventanas, y en el arcén opuesto no vemos prácticamente nada, imaginábamos que el pueblo estaría un poco mas adelante; concretamente al otro lado de un  gran muro de piedra, tras el que sobresale a unos 50 metros un notable torreón cuadrangular. Al verlo nos pensamos que debe ser el viejo castillo que señalan  las  guías de peregrinos, como monumento singular del pueblo...

    Pero se acaba la tapia, perdemos de vista la torre, y el pueblo no aparece; por lo que decidimos continuar adelante; justo hasta que en el lado izquierdo de la carretera vemos, como a 100 m. de distancia, un cartel anunciador…

    --Tate, ahí debe estar el acceso que conduce al pueblo-- le digo en voz alta a F., mientras redoblamos el paso con muchas ganas de llegar ya… Pero tras el cartel, se empina colina arriba una estrecha pista que no va a ninguna parte, sino a un solitario bosquecillo… --¡Ya la hemos pifiado de nuevo!--, le digo ahora a mi colega, cuando veo bajar un furgón al que paro desesperado para preguntar. Y el conductor nos confirma que estamos en Grimaldo, asegurándonos que el centro del pueblo lo hemos dejado atrás. – ‘¡San tornemi Francesc!’- exclamo finalmente, -por lo que parece el pueblo lo conforman las cuatro casas que hemos pasado, junto a la carretera--….

      No queda otro remedio que volver atrás, para rehacer ese kilómetro largo en sentido inverso; está visto que no podemos dejar pasar ni un solo día sin hacer un poquito el indio…

 

      Entramos en el Bar Grimaldo que ahora si tenía la puerta abierta, a las 13.10, para encontrarnos con la señora Adela, una afaenada mujer rondando los 60 que nos dice ser la hospitalera del albergue. Adela nos acompaña a la vivienda contigua y nos muestra la diminuta habitación donde podemos instalarnos, con un pequeño aseo contiguo dotado con un plato de ducha. Vemos enseguida que nuestra anfitriona capitaliza todos los servicios para viandantes de que dispone la localidad: bar, restaurante y alojamiento; todo ello en un pañuelo, pero aún tenemos que sentirnos afortunados. Grimaldo ha quedado reducido a una docena de viviendas dispersas, cinco de las cuales están alineadas junto al bar, y doña Adela nos proporcionará un alojamiento y servicios gastronómicos dignos, bastante  mejores que los de alguna localidad mucho mayor donde hemos pernoctado.

 

 

 

< foto 10: (Grimaldo),  Bar y Albergue (1er. Término), donde nos alojamos> 

     La casa donde está ubicado el albergue es una antigua y humilde vivienda del lugar;  quizás el antiguo hogar de la sra. Adela. Está situada junto al bar, antecediendo al mismo en la dirección del Camino. Esta vivienda dispone de un recibidor central y tres dormitorios, con un par de literas cada una. En la nuestra, situada a la derecha del recibidor junto al cuarto de aseo, estaremos solos F. y yo, ocupando las plazas inferiores. En la segunda, que se abre frente a la puerta de entrada, al otro lado del pequeño recibidor, se alojan 2 suecas de mediana edad y un compatriota vasco. Finalmente, en el tercer dormitorio se instalarían nuestros dilectos colegas alemanes, los cuales no tardarían en llegar. En cuanto a dotación de servicios, solo disponemos del pequeño cuarto de aseo antes citado, situado entre el recibidor y nuestro cuarto, con el equipamiento indispensable para una vivienda unifamiliar como esta. Es decir: disponemos de un solo plato de ducha, un excusado y un lavabo. Habrá que andar listos para usar esta instalación sin tener que hacer cola...; y menos mal que solo estaremos 8 ocupantes, podría haber sido peor.

 

      Pasamos Francisco y yo a la ducha y luego nos dirigimos al bar, donde doña Adela nos ha preparado como primero potaje de alubiascarillas, la más popular entre las muchas variedades de alubias que hay en España, y para segundo arroz en blanco con salsa de tomate y huevos. Había otras opciones, aunque no muchas, pero nos hemos decantado por el menú casero de nuestra anfitriona, que seguramente es lo que comerá hoy la familia. El nombre de las judías nos hizo gracia, y al oír nuestros comentarios al respecto salió a la palestra un vecino que teníamos muy cerca, sentado en la barra... Para que no nos quedaran dudas nos recitó otros tres nombres con los que eran conocidas por la zona estas perlas culinarias, lamento no recordarlos ahora aunque sí recuerdo que eran aún más graciosos... (ver abajo Nota 16 y fotos en reportaje gráfico)

 

< foto 11: (Grimaldo), potaje de  “carillas” con chorizo, estrella de la jornada> 

-Nota 16-  Las alubias “carillas”-   Aunque nos tomamos inicialmente a broma su denominación; cuando averiguo que estamos ante la variedad de judías más común, entre las casi 300 especies conocidas que pululan por nuestros mercados, y también en otros países, no me queda otro remedio que tratar el asunto con la seriedad que merece. Esta judía está entre las más pequeñas,  y debe su popular nombre “carilla” a una franja negra que la cruza parcialmente. Se trata de la más famosa variedad entre las de la familia “Vigna”, que procede de India y África Oriental. En España ya era la más cultivada y extendida antes del descubrimiento de América, de donde provienen la mayor parte de las especies que consumimos actualmente. Era esta variedad “carilla” la alubia que se consumía habitualmente en Grecia y el mundo helenístico, y luego en todos los confines del Imperio Romano. Fueron pues griegos y romanos quienes trajeron esta perla a nuestro país.

   Se trata de una variedad de tamaño muy pequeño; de grano bastante redondo, color blanco cremoso y  sabor característico. En catalán es conocida como “fesolet”.

   Por lo que parece, la mayor parte del resto de judías proceden de la familia “Phaseolus”, predominante en América. De esta familia proceden las alubias oblongas (de forma arriñonada), que genéricamente son conocidas en catalán con el nombre “fésol”.
 

       Tras la siesta nos encontramos todos bajo el entoldado que tiene el Bar Grimaldo, ocupando completamente la fachada de la casa. Junto a nosotros los tres alemanes, y un poco más lejos, en una mesa arrimada a la pared del bar, la pareja de suecas y el vasco. Nuestros viejos conocidos teutones están literalmente en la gloria, desparramados en sus sillas de terraza y consumiendo una tras otra sus inseparables cervezas. Son gente de pocas palabras, seguramente porque al ser también compañeros de trabajo se lo tienen ya dicho todo. No así el ‘vascorro’ Jesús, cuyo parlamento no cesa, ante unas pacientes suecas que deben estar  ya hasta el moño de tantas explicaciones, aunque no se quejan por el momento. Una de ellas que aparenta unos 55 habla un aceptable español, según voy oyendo en una serie de aclaraciones que pide a su ‘cicerone’ sobre puntos concretos de la perorata..... La otra, algo mayor que su compañera, no dice nada, posiblemente porque no domina nuestro idioma. En un momento determinado se enreda la exposición del nuestro compatriota norteño, quizás por querer abarcar demasiados temas en poco tiempo, ante unas mujeres que deben conocer muy poco de nuestro complejo país. Jesús pasa con frecuencia de un asunto a otro,  tocando temáticas tan variadas como: historia, cultura, costumbrismo, y ese sinfín de hábitos que tenemos los españoles en general y los peregrinos en particular…

     Por lo que voy oyendo a intervalos, el enredo de Jesús viene de una exposición incorrecta, que rebatida ingenuamente, aunque con toda la razón por la sueca más joven, él continúa enredando más y más; en lugar de ceder y ofrecer una explicación coherente y lógica para ir cerrando el debate... No recuerdo ahora con exactitud la materia, pero para dar alguna salida al atasco dialéctico y acabar con de paso con el ruido de fondo decidí intervenir, tratando de ofrecer determinadas puntualizaciones que ayudasen a clarificar la discusión; procurando por supuesto no contradecir expresamente a nuestro compatriota. Vamos que eché “un capotazo” al asunto, sin querer dejar a nadie en mal lugar… Todo hubiera quedado de cine de no ser porque 20 minutos después tuve que entrar de nuevo en la ‘lidia’ para hacer un segundo quite a ‘Jesusin’. En esta ocasión  no salté al ruedo ‘de motu propio’, sino por una consulta expresa de la sueca hispano-parlante, quién ante otro embrollo infumable del colega decidió consultarme, deduciendo de mi primera intervención que también un servidor era veterano del Camino...  Pronto vi que esta segunda injerencia en su discurso no estaba gustando nada a Jesús, por más que quise encajarla con ‘sordina’. El norteño no podía disimular un gesto de fastidio, aunque se abstuvo de responder a mi intervención. De manera que decidí abreviar el apunte para no complicarme tontamente la vida, reanudando mi charla con Francesc.

 

    Poco después, aprovechando que las suecas se ausentaban unos minutos, quizás para tomar una aspirina, decidimos entablar una breve conversación con el vasco.  Durante la misma acabamos por conocer algunos detalles de su personalidad y del enfoque con el que acude a la peregrinación... Hablamos un poco de todo, en el plan más distendido posible, especialmente sobre el presente recorrido. En lo poco que comentamos, pronto nos dimos cuenta de que nuestro interlocutor estaba alardeando más de lo debido; porque decirnos a nosotros que en esta jornada había partido desde Casar de Cáceres no cuela de ninguna de las maneras. Eso se lo hará tragar a personas inexpertas como este par de suecas, en su primera salida al Camino, pero no a nosotros: sacando cuentas serían 43 kilómetros, que requieren al menos 11 horas, estando en muy buena forma… Pero se da la circunstancia de que Jesús llegó aquí antes que nosotros, porque cuando hemos entrado en el albergue  ellos tres ya se había duchado... Suponiendo que hubieran arribado 20 minutos antes, serían las 12.50h; es decir ‘Jesusín’ tendría que haber salido de Casar antes de las 2 de la mañana… Por si fuera poco me había fijado en su forma de caminar, comprobando que tiene unas piernas acusadamente zambas; una de las cuales (la izquierda) es ligeramente más delgada y corta que la otra, defecto que se manifiesta claramente con un notorio balanceo al andar…. Me sigo fijando ahora en él, y también percibo que el color de cara, antebrazos y piernas de este “muchacho”, que no baja de 65 años, no está nada avezado por la radiación solar del camino, muy alta por cierto en las últimas jornadas…

 

   Vuelven las suecas y dejamos en punto muerto nuestra charla con el vasco... Francisco y yo retornamos tranquilamente a nuestra mesa, para seguir disfrutando del relax y cambiar impresiones sobre el ‘colega’... Llegaremos a lo conclusión de que estamos ante el clásico personaje que se pirra por “deslumbrar” a las chicas en cuanto se presenta la ocasión, incluso en el ejercicio de la peregrinación. Ya lo habíamos visto alguna otra vez en nuestras salidas al Camino. Es algo corriente en otros escenarios de nuestra vida ordinaria, pero “no mola” mucho eso por aquí. Cuando le apunto la posibilidad de que estemos ante un caso como ese, se ríe  Francesc con ganas, aunque no lo descarta. Pero claro, de entrada  tampoco podemos descartar que haya otros condicionantes; vete a saber si a las suecas les va esa ‘marcha’. Hay que dejar pues a Jesús con su estrategia de deslumbrar a sus chicas… Por lo que nos explicaba un momento antes, encontró a las suecas cerca ya de Grimaldo; algo que si nos cuadra, porque ellas nos habían manifestado en un aparte que iniciaron el Camino en Madrid, conectando con  la Vía de La Plata a lo largo de esta etapa...

 

      Dejamos pues que  este curioso trío continúe profundizando en su relación,  y decidimos acercamos a los alemanes, que están sentados unos metros más allá. Al vernos llegar, los teutones nos ofrecen de inmediato, ¡cómo no! una cerveza. Aceptamos y durante unos  minutos cambiamos con ellos algunas impresiones sobre la etapa venidera. Con su poquito español y nuestro limitado inglés nos aclaramos sobre las intenciones que tenemos en cuanto a las siguientes etapas. Les manifestamos nuestro objetivo de finalizar el viaje en la siguiente etapa, observando en sus gestos que lo lamentan sinceramente; ya nos hemos acostumbrado a coincidir con ellos cada día… Ellos pretenden continuar hasta  Salamanca, si no ocurre nada imprevisto…

     Cuando les felicito por su nivel de español nos dicen que ya son veteranos en el Camino. Tienen completado el Camino Francés, que realizaron en un par de viajes; y ahora ya están proyectando terminar este, llegando a  Santiago en 2012. Les digo que se nota su presencia en la ruta porque sube sensiblemente el precio de la cerveza…, y se desternillan de risa. Viendo Francesc que el ambiente es propicio, me plantea darles a probar nuestro ‘oruxo carballado’, algo que naturalmente me parece perfecto...Así que animo a mi compañero a traer la petaca, para ver cómo reaccionan. Vuela F. a por ella, ante la expectación de los germanos y, mientras regresa, Adela cumple con el encargo de acercarnos tres vasitos, aunque no congelados como nos gustaría.

       Volcamos en esos vasos el resto del contenido de la petaca, bien repartido, llenándolos algo más que mediados, que viene a ser una ración doble de la habitual con este licor. Mientras iba vaciando Francisco la petaca, trataba yo de explicar a “los prusianos” la naturaleza de lo que iban a beber y su graduación (casi 50º), pero no me dan tiempo a terminar: en un abrir y cerrar de ojos, los tres a una se tragan el orujo de golpe… Las consecuencias no se hacen esperar: según se abría paso el brebaje por las revueltas del esófago sus caras fueron bastante expresivas...  Francesc y yo quedamos perplejos, a nosotros nos hubiera durado al menos cinco minutos la mitad de lo que ellos habían bebido en un santiamén.

 

< foto 12: (Grimaldo),  pleno de peregrinos frente al Bar y torre “desmochada” del Castillo> 

      La tarde avanza, y nuestro tiempo pasa volando. Son las 19.20 cuando me apresuro para salir en dirección a la iglesia del pueblo, la cual está en las inmediaciones de las vetustas fortificaciones del castillo; únicas muestras monumentales del lugar, que naturalmente deseo visitar. Los muros de esa fortaleza, que cerraban por el lado oeste la antigua ciudadela medieval, están alineados con la hilera de viviendas donde se asienta el albergue-bar Grimaldo; los encontraremos junto a la N-630 a unos 100 metros del albergue.

    De nuevo ha renunciado F. al paseo vespertino, y le dejaré acompañando a los alemanes. Hoy lo entiendo perfectamente porque hay poca cosa que ver, y además se lo está pasando pipa en la terraza del Bar con tan buena compañía. Le comento que podría tardar una hora en regresar, ya que luego de ver el templo iría a echar un vistazo al punto de partida de nuestra última etapa: una pista que se abre en la carretera de Holguera  tras cierta portilla, distante unos 800 metros del cruce con la carretera nacional. Eso es lo que dicen mis apuntes, aunque no lo veo muy claro a priori.... Por cierto, los alemanes ya tenían delante la nueva ronda de cerveza cuando me despido del cuartetos; para ellos viene a ser el “líquido elemento” con el que rebajarán ahora el impacto del orujo…

 

     Hago el recorrido previsto pero no tengo suerte con la visita a la iglesia; hoy no está el ‘pater’ ni la vecina que posee la llave. Lo lamento, porque con frecuencia se suelen ver detalles interesantes en estos lugares, aunque a priori no he visto nada particular citado en las guías. Por su situación la iglesia debió pertenecer al recinto del castillo, el cual tiene su pequeña historia y también una curiosa leyenda… (ver Nota 17  al final del capítulo). De la antigua fortaleza solo permanece en pié la sobria y desmochada torre que sacan todas las guías, de la que logro con dificultades una foto poco descriptiva.  

   

   Tras esta la productiva visita al entorno del castillo, continúo adelante para indagar lo que realmente me importaba  más, nuestro punto de salida para la etapa inmediata; comprobando que no tendrá  ninguna dificultad su identificación al día siguiente. Transcurrido un kilómetro por la carretera local de Holguera, desde su conjunción con la N-630, me encuentro con el portillo previsto. Tras él se abre una dehesa que en el primer tramo visible rezuma agua por todas partes. Hay que cruzar una pequeña charca justamente tras ese portillo,  y compruebo sobre el terreno que este y sus inmediaciones están alfombrado de jugosos pastos, empapados por las recientes lluvias. Aunque la pista es de tierra arcillosa no la veo impracticable, al menos en los primeros 200 metros...

 

       A mi regreso sobre las 20.45h me reencuentro con F., que está descansando tranquilamente en la litera, y decidimos acercarnos a la barra del bar a ver qué podemos cenar. En este pueblo ni siguiera se me ocurrió preguntar por alguna tienda, sería absurdo. Sin embargo hemos tenido suerte, porque Adela nos proporcionará algo de fruta: unas peras algo ásperas y varios cortes de un aceptable melón; lo suficiente como para irnos a dormir tras una sana y frugal cena. Como la cosa sería breve, ni siquiera nos sentamos en una de las mesitas del bar.

     Estando en la barra se acercan las suecas, sorprendidas e interesadas por nuestra dieta, a las que confirmo que ambos solemos cenar de esta guisa cuando estamos en el Camino. También les puntualizo que en mi caso se trata de una cena habitual,  incluso en casa. Por lo que parece, o al menos eso manifiestan, esta fórmula alimenticia les convence,  al menos para practicarla durante este viaje. Me comenta la hispano-parlante que, de acuerdo con su compañera, probarían esa dieta en las etapas sucesivas, siempre que encuentren donde comprar la fruta claro.

 

      Dan las  21.15 y me dispongo a pasar los breves apuntes de la jornada en una mesita, junto a la pared del local, mientras Francesc se retira ya a la litera. A las 21.45 estoy también en nuestra habitación, que puedo cerrar con el resbalón porque en esta jornada no la compartimos con nadie. Adela nos había suministrado un ‘pack’ de sábanas desechables, que me ahorran el uso del saco de dormir; pues completo el juego de cama con una manta que dejo plegada a los pies de la colchoneta. Suelo hacerlo siempre, cuando las tengo a mano; porque necesitaré esa manta de madrugada. El sueño me llega de inmediato como de costumbre.

 

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< foto 13: estructura de una Vía romana > 

-Nota 14-    La Calzada romana, técnica constructiva- A pesar de la depredación producida a lo largo de siglos, aún quedan hoy en España algunos tramos de estas magníficas vías de comunicación, construidas durante la época imperial romana en nuestro país. Por desgracia, las grandes losas superficiales de las calzadas eran presa muy fácil para ser trasladadas a las poblaciones, castillos o monasterios en construcción cercanos. Posteriormente, ya sin la primera capa de grandes losas, el resto de su estructura resultaba demasiado vulnerable frente a los agentes meteorológicos. Estos con el inexorable paso del tiempo finiquitaron prácticamente esas extraordinarias obras de ingeniería. No obstante, lo que queda hoy día  permite reconstruir perfectamente el trazado de aquella red de comunicaciones. En los escasos lugares donde fué respetada la primera capa de grandes piedras (summa cresta) aún hoy, 10 siglos después de su colocación, podrían ser utilizados perfectamente esos tramos para el tráfico de vehículos agrícolas.

   La gran experiencia acumulada por los ingenieros romanos de obras públicas a lo largo de varios siglos les permitió perfeccionar las técnicas constructivas, de manera que estas se adaptaban a las características del terreno. En los casos en que este presentaba unas características menos favorables, llegaban a disponerse hasta 4 capas de diferente composición en su pista central, para asegurar la durabilidad de la obra durante muchos años, a saber:  

     --(1ª capa)- PavimentumSumma Cresta), compuesta por grandes bloques de piedra poligonales

     --(2ª capa)- Nucleus, un tipo de hormigón compuesto de cantos rodados, gravilla y cal apagada; todo ello consolidado mediante

                     la rodadura de un pesado cilindro de piedra. 

     --(3ª capa)-  Rudus, compuesto por guijarros o cascotes de piedra irregulares, como los derivados de la labra de la

                         ‘Summa Cresta’  (hasta 22 c. de grosor)

     --(4ª capa)-  Statumen, consistente en una consistente capa de piedras mezcladas con cal ó arcilla, y compactada con  un “pisón”; de manera que la pista se adaptase a las irregularidades del terreno. (grosor entre 25 y  60 cm., según calidad del terreno)    

     Ambos márgenes de las vías romanas venían delimitados por poderosos bordillos. En la conjunción de estos con la pista central de tránsito quedaba rebajada la altura de la Summa Cresta, de manera que las aguas de lluvia pudiesen evacuarse por ambos  márgenes de via. Por ese motivo, ya en aquella época se incurvaba el perfil de la pista central haciéndola prominente  en su centro geométrico, como se realizan hoy en día las carreteras asfaltadas.   

   La unidad de medida de los tramos de vias era la milla romana (aproximadamente 1500 metros), y en toda la red de

comunicaciones del imperio venían perfectamente marcadas mediante unos cilindros de piedra (miliario) donde se cincelaba el nº de la milla correspondiente, así como unas frases en honor al emperador, ó cónsul, que las mandaba construir  (ó reparar en su caso).  Los miliarios, muchos de los cuales vamos encontrando junto al Camino, hacían aproximadamente 2 metros de altura, con un diámetro proporcionado a la misma no inferior a los 50 cm...  Hemos visto algunos de ellos prácticamente intactos, incluida su habitual base cuadrangular.
 

      

-Nota 15-   San Benito, reseña de un pionero-  De su importancia baste decir que en 1980, al conmemorarse el XV centenario de su nacimiento, fue nominado santo patrón de Europa por el Papa Juan Pablo II. Su principal distintivo: ser el primer fundador de una congregación religiosa cristiana, la cual toma el nombre de Orden Benedictina de su fundador. Los testimonios de San Gregorio Magno, su primer biógrafo (finales del siglo V) y diversas fuentes documentales relatan una trayectoria excepcional, repleta de hechos considerados como milagrosos. El santo monje pionero creó y redactó como reglamento de sus comunidades monásticas la famosa Regla Benedictina, la cual sirvió de modelo a las sucesivas órdenes religiosas cristianas, que fueron surgiendo a lo largo de la Edad Media. 

   Resumen de los principales datos biográficos:

-- Nace en Nursia (Umbría, Italia) en  el año 480

-- Su hermana gemela Escolástica alcanzó como él la santidad

-- Antes de fundar las primeras comunidades religiosas vivió apartado en una cueva durante varios años

-- Desde que inició este retiro espiritual y material se habituó a practicar una excepcional frugalidad, ayunando a diario

    y alimentándose únicamente por las tardes. En su dieta estaba totalmente excluida cualquier clase de carne u otros

    derivados de origen animal. Era pues un vegetariano integral

-- Funda los primeros monasterios en al año 517, en la comarca de La Umbría de donde era natural

-- Funda el año 529 el primer monasterio de la Orden Benedictina en Montecassino, al norte de Nápoles

-- Tenía una inusual capacidad para predecir acontecimientos, mostrada en innumerables hechos de los que hay memoria escrita. Concretamente, predijo con varios días de antelación la fecha exacta de su muerte, acaecida el  día  21  de Marzo de 547 en Montecassino, por lo que en ese momento estuvo rodeado y asistido por sus más directos discípulos. Pocos días después fallecería su hermana Escolástica.    

        La Regla Benedictina, resumen extractado: Creada y redactada personalmente por San Benito, esta Norma no fuepensada por el sabio fundador para los religiosos de su congregación en exclusiva, sino muy especialmente para todo el personal seglar que convivía con los monjes en los monasterios. Se trataba pues de un modelo de comportamiento aplicable a cualquier persona. Con el tiempo, durante muchos siglos, se ha ido revisando en numerosas congregaciones de la orden y es la norma de obligada observancia para quienes profesan el hábito benedictino. El espíritu que inculcó San Benito se ha conservado inamovible en La Regla, siendo desde su origen el punto de partida para confeccionar otras normas similares en el resto de comunidades monásticas cristianas. Suele resumirse en las siguientes 9 pautas de comportamiento:  

   1) La primera virtud de un religioso, después de la Caridad, debe ser la Humildad

   2) La casa de Dios ha de ser para rezar, no para charlar

   3) Todo superior debe esforzarse por ser amable como un padre bondadoso

   4) El ecónomo o  quién administre el dinero no debe humillar a nadie

   5) Nuestro lema debe ser: Trabajar y Rezar

   6) Cada uno debe esforzarse en ser exquisito y agradable en su trato

   7) Cada Comunidad debe ser como una buena familia, donde todos se aman

   8)  Evite cada individuo lo que sea rústico y vulgar. Recuérdese lo que San Ambrosio decía: “Portarse con nobleza es una gran virtud”

* 9)  El verdadero monje debe ser : “casto, manso, diligente, humilde, obediente”;  y en cambio no debe ser “soberbio, violento, comilón, dormilón, perezoso, murmurador, denigrador” 

(*) Este punto -9- no está incluido dentro del resumen de la Regla por algunas de las fuentes consultadas en Internet. En todo caso, está claro que sus recomendaciones, aunque algunas reiterativas de algún punto anterior, son perfectamente aplicables a  todo aquel que desee seguir una vida ejemplar. Por lo tanto deben ser exigibles en cualquier comunidad religiosa.
 

    

- Nota 17-  El Castillo de Grimaldo, entre la leyenda y la historia verdadera.- 

        El Castillo de Grimaldo se alineaba entre otros con los de Alconétar, Mirabel y Monfragüe,  conformando la línea defensiva frente a posibles acometidas de la España musulmana del sur. Estando este lugar en la Ruta Mozárabe, coincidente por estos pagos con la calzada romana, era Grimaldo parada casi obligada para muchos peregrinos, y los señores del castillo hospedaban habitualmente a muchos de ellos.  

     “Cuenta la leyenda que muchos peregrinos desaparecían entre los muros del castillo sin dejar rastro, supuestamente asesinados por los hospederos para apropiarse de su dinero y pertenencias. También explica esta misma leyenda que, habiendo llegado el conocimiento de estos hechos al comendador de la comarca, mandó este a varios miembros de la Santa Hermandad para que los verificase. Los inquisidores llegaron disfrazados como arrieros, aunque suficientemente armados, y se prepararon a fondo para ver qué sucedía durante sus horas de descanso. Durante la noche, en la que no dejaron de montar discreta guardia en ningún momento, lograron sorprender a quienes querían darles muerte; tras lo cual, una vez verificadas las sospechas, llevaron presos a los villanos del castillo ante la audiencia comarcal. Allí fueron juzgados con celeridad y decapitados por la gravedad de sus crímenes. Según esta leyenda, serían estos gravísimos sucesos los que desembocaron en la real orden que decretaba el desmochado de la torre de la fortaleza, como actualmente puede contemplarse…” 

        Esta es la leyenda, pero a mi juicio sería más verosímil admitir como cierto que el desmochado de la torre pudo sobrevenir por el equivocado posicionamiento de los señores del castillo, contra los intereses del rey, en alguna de las diferentes ocasiones en que se presentaron guerras feudales, o dinásticas. Como fueron por citar las más conocidas: -1) la guerra castellana en la sucesión de Juan II; entre Isabel I (luego reinante con el sobrenombre de “La Católica”) y su hermanastra la  célebre “Beltraneja” -2) la rebelión de Los Comuneros contra la autoridad de Carlos I  -3) mucho más adelante, la Guerra de Sucesión a la muerte de Carlos II entre Felipe V de Borbón y el archiduque Carlos de Austria, etc,. etc... Es sabido que los nobles adscritos al  bando perdedor en esos conflictos tuvieron que sufrir inapelablemente el desmochado de las torres de sus castillos, aparte la pública deshonra y pérdida de otras prebendas; esas consecuencias son sobradamente conocidas y reflejadas por los cronistas...

      Esto sí que es real; están documentados en España infinidad de castillos que sufrieron esa humillación, quedando infinidad de ellos a lo largo y ancho de nuestra geografía.  
 

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 Antonio Garcia Marquez 

Indice : Capítulos I - II- III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII- XIII - XIV - XV - XVI - XVII  - XVIII

 

GUIA DEL CAMINO DE SANTIAGO A PIE (En papel)
JOSE M. SOMAVILLA , TUTOR, 2009
Desde la primera edición de esta Guía del Camino de Santiago a pie han transcurrido más de diez años, y veinte desde que su autor, José Manuel Somavilla, descubriese la Ruta Jacobea en 1989 y quedase enamorado de ella. Desde entonces ha recorrido el Camino de Santiago a pie año tras año. Fruto de esa experiencia contrastada que muchos lectores y peregrinos han disfrutado en sus anteriores ediciones, ahora, para esta nueva edición actualizada en 2009 y ampliada, el autor ha elaborado nuevos y detallados mapas de cada una de las 26 etapas del Camino Francés que separan los 750 kilómetros que hay entre Roncesvalles y Santiago de Compostela. A esto ha añadido la variante del Camino Aragonés, con 5 nuevas etapas desde Somport hasta Puente la Reina, punto en el que se une con la otra vía del Camino Francés

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