Definir históricamente
una ciudad como Cádiz supone sumergirse en el mito y la leyenda.
Strabón escribe sobre Cádiz unos mil años después de fundada la
ciudad y nos narra las distintas versiones que ya entonces existían
sobre su origen, desde las que lo ligaron a los héroes del ciclo
troyano, o bien Hércules o los Geryones, hasta la que contaban los
propios Gaditanos. Como tópico inicial resulta interesante considerar
a Cádiz "la ciudad más antigua de Occidente", sobre todo
porque al preguntarnos qué fue de esta ciudad en sus orígenes
y en el transcurso del tiempo, podemos apreciar la continuidad de las
actividades económicas que justificaron su fundación, y los
elementos de referencia urbana que mantuvieron su significado tanto en
el auge como en el declive de la ciudad y que se resumen paisajísticamente
en la Bahía.
El emporio Gaditano
se inscribe en el sistema comercial del pueblo fenicio que durante
siglos dominó el comercio mediterráneo y que traspasó la barrera
del Estrecho buscando un lugar desde el que explotar las ricas rutas
Atlánticas y el mercado Tartésico y/o Turdetano.
Se mencionan dos
puertos, el de Menestheus (actual Puerto de Santa María) y el de Cádiz;
aunque éste se situaba en la zona sur occidental de la isla puede que
fuera accesible desde la Bahía, teniendo en cuenta los cambios geológicos
y de erosión marina que han transformado el paisaje. Lo importante a
destacar aquí es que el centro de la actividad comercial se hallaba
en la Bahía y que más de un puerto ofrecía sus servicios al tráfico
incesante que allí se desarrollaba.
El éxito de la
ciudad deviene sin duda de ser la ciudad de los auténticos dueños
del comercio Mediterráneo durante casi un milenio. La insularidad de
Cádiz satisfacía las necesidades de los comerciantes fenicios; por
un lado la muralla de agua significaba una barrera defensiva de primer
orden, y por otra les aseguraba el control de los accesos a la
ciudad. Aunque la mayor parte de la población vivía en barcos, la
ciudad crecía en la parte Nor-Occidental de la isla proporcionando a
sus habitantes una vida ciudadana de calidad.
Cádiz resultaba un
foco de atracción múltiple aunque lo fundamental era la actividad
marinera que ligaba el libre comercio con el monopolio de las rutas
Atlánticas. Precisamente los griegos, que buscaban esas rutas, fueron
los que mejor información dejaron sobre la ciudad. En los viajes de
los griegos pronto aparece el interés científico, el deseo de
definir una geografía, una descripción del mundo conocido que
prescindiera de los mitos. Cádiz es para ellos un lugar de observación
científica.
La ciudad se
orientaba pues hacia la Bahía. Además existían astilleros
donde se construían y reparaban embarcaciones, así como manufacturas
de salazón. Todas estas actividades se mantuvieron en la Cádiz
romana, pero ahora inscritas en su sistema comercial, que si bien
geográficamente coincidía con el Mediterráneo, tenía obligada
referencia a la capital Romana y por ello un mercado más amplio.
La romanización
transforma la estrategia de la ciudad, pues ahora Cádiz aparece como
el punto de partida romano para la conquista de Iberia y como cabeza
de control institucional de las ciudades del área. Los historiadores
señalan la habilidad de la ciudad para sobrevivir a las guerras púnicas
y a la guerra civil romana que se desarrollaron en España y, más
aun, salir beneficiada, como corresponde a una ciudad de marcado carácter
mercantil.
Cádiz reconoció la
supremacía Romana en el 205 a. C. aunque los términos de la alianza
son desconocidos. La consecuencia es el incremento de su comercio
maltrecho desde la invasión cartaginesa en el año 233 a. C. y por
ende el incremento de su población. La ciudad absorbió este aumento
de población densificando su núcleo y no debió ampliarse mucho
hasta la segunda mitad del siglo I a. C. en que se construye una nueva
ciudad enfrente de la existente que significaba el primer ensanche
planificado de Cádiz. Sin embargo tampoco esta ciudad era muy
grande, ya que su perímetro era apenas de 4 Km. y no absorbía a toda
la población, que además de vivir en los barcos, ocupaba la tierra
firme fronteriza y sobre todo la isla vecina.
Los cambios más
importantes se refieren al ámbito de las infraestructuras. Se
refuerzan las comunicaciones terrestres y Cádiz se comunica con
el resto de la península a través del puente Suazo de origen
fenicio. Esta comunicación ya no es un mero acceso a tierra firme
sino que significa una integración a un territorio más amplio y a la
vez su integración en un sistema político que valoraba sobremanera
las comunicaciones terrestres y cuyas finalidades no eran solo
exclusivamente comerciales sino de dominio y transformación.
El otro cambio
estructural fue la traída de agua a la ciudad a través de un
acueducto desde Tempul; significaba acabar con el sistema de cisternas
fenicio y establecía nuevas relaciones con el territorio circundante.
Con la decadencia de la Cádiz Romana desaparece ese acueducto.
Entonces la ciudad volverá al sistema de cisternas y hasta la segunda
mitad del siglo XIX no tendrá conducción de agua desde tierra firme.
Esta ciudad nueva
representa el auge máximo de la Cádiz romana, pero que seguía
siendo la ciudad de los gaditanos, expertos navegantes y
constructores de barcos, una ciudad rica a causa del comercio y a la
que sólo Roma superaba en población.
A partir del siglo
VIII entra en la órbita del mundo musulmán, que seguía practicando
el comercio a su manera, una manera poco estudiada y que desde nuestro
punto de vista occidental era lo más parecido a la piratería. La
participación en este comercio sería pequeña y en todo caso
insuficiente para hacer de Cádiz una ciudad de primer rango, pues
otros puertos eran los preferidos y entre ellos Algeciras, que
significaba el trayecto más corto desde el continente Africano.
También permanecía
la actividad de construcción naval. En el siglo IX, ante las
invasiones normandas los reyes de Sevilla piensan en la seguridad de
la costa Sur-Occidental y deciden que para su defensa la construcción
de naves en Cádiz, además de en Cartagena y Tarragona, razón de esa
continuidad que ofrecía una garantía en la construcción de barcos.
Que esa actividad no fue escasa lo demuestra el hecho de que la
carabela, de origen Árabe (Carabo) se constituye en el barco Andaluz
por antonomasia. Existe una continuidad histórica en la construcción
de carabelas que transcendió a la ocupación cristiana en el siglo
XIII y que será el barco utilizado para el descubrimiento Americano.
En cuanto a la
ciudad, aún son más escasos los datos. Los geógrafos y viajeros
musulmanes que escribían sobre Cádiz, vienen atraídos por su pasado
histórico, recogen y reinventan los mitos herculeanos, describen la
estatua de Hércules que romana o Fenicia fue demolida hacia el siglo
XI, y dan testimonio de la pervivencia de las ruinas. La calificación
de "villorrio" pasa a ser sustituida por la de
"villa", irrelevante tal vez en el conjunto de Al Andalus,
pero que mantenía una moderada actividad comercial, siempre con
relación a la Bahía.
No es exactamente un
villorrio lo que encuentran las tropas cristianas que saquean Cádiz
poco antes de su incorporación a la corona de Castilla por Alfonso X,
y que regresan a Sevilla con un cuantioso botín, consistente en
mercaderías, oro y plata. La visión de las ruinas producirá sin
duda la impresión de decadencia, pero no debe considerarse como signo
de la ausencia de toda actividad ciudadana, máxime para un sistema
cultural que traía desde oriente el hábito de compartir su espacio
urbano con los restos demolidos del pasado.
A Alfonso X, le
pareció el puerto ideal desde el que impulsar la conquista Africana y
con ese fin decide reedificarla y revitalizar su comercio concediendo
con el titulo de ciudad un régimen económico que incluía la
libertad de mercado para los vecinos de Cádiz, una feria de un mes
libre de derechos, y que el resto de las mercancías en Cádiz sólo
pagasen un tercio de lo que deberían haber pagado en Sevilla. Esta última
medida significaba la voluntad de desviar parte del comercio Sevillano
hacia la Bahía de Cádiz y es la primera de la que tenemos noticia,
que refleja la competitividad entre las dos ciudades que se mantendrá
a partir de ahora y cuyo punto álgido corresponde a la lucha por el
comercio marítimo.
Claro que este tráfico
maritimo aún tardará dos siglos en llegar, pero durante este tiempo
la recuperación de lo mercantil en Europa era un hecho y las ciudades
italianas, tenían en el tráfico marítimo la vía comercial
preferente. En el siglo XIII, los andaluces navegaban por la costa
occidental de Africa y Las Canarias, en busca de oro, esclavos y otras
mercancías, compitiendo con los Portugueses, con los que parece ser
eran frecuentes los incidentes de piratería y saqueo mutuo. Este
comercio con Africa era lo bastante jugoso para explicar la disputa
Luso- Andaluza y también la creciente presencia de los
Genoveses en el protagonismo del comercio gaditano en los siglos
siguientes.
De esta ciudad
reedificada, que contaba con un castillo, queremos destacar la
construcción de una cerca que la rodeaba y de la que hoy se conservan
los arcos de las tres puertas que daban acceso a la ciudad (arcos de
la Rosa, El Pópulo y de las Blancas). Esta cerca de mampostería,
almenada y con torres de trecho en trecho, es la primera referencia
documental a la construcción de murallas en Cádiz. Claro que no era
la primera vez que las tenía, pues al menos habían sido
destruidas durante el asalto Cartaginés a Cádiz. Pero cuando
tratamos de saber el grado de significación de tal elemento en la
ciudad como antecedente histórico, nos encontramos con que las
descripciones de la ciudad no se hace referencia a ello.
Este tema revestía
importancia porque las murallas constituyen un elemento urbano de
consideración a partir del siglo XVII tal que durante los siglos
siguientes se consideraba a Cádiz una fortaleza de primer orden.
Así que el siglo
XVII significó para Cádiz su construcción como fortaleza. A partir
de 1598 se inicia la reedificación de Cádiz bajo la dirección de
Cristóbal de Rojas. Se construyeron los principales castillos:
el fuerte de Santa Catalina, San Sebastián y Puntales, y se forma el
primer plano de la ciudad, con los proyectos de las fortificaciones en
1609. Este es sin duda el primer plano que muestra su configuración y
que permite seguir su posterior evolución y desarrollo.
En el plano del
proyecto de Cristóbal de Rojas, se contemplaba la construcción
de la muralla frente la Bahía, con las puertas de acceso a la ciudad,
una de las cuales, correspondiente a las fronteras de Puertas del Mar,
era la principal entrada. También se preveía cerrar la ciudad por la
parte del Istmo; en 1639 se construyeron los muros de la puerta de
Tierra aunque el proyecto definitivo será de José Baruala realizado
en 1756.
Este carácter de
ciudad fortaleza se consolida en el siglo XVIII y guarda estrecha
relación con la entrega definitiva de Gibraltar a Inglaterra tras la
paz de Utrech en 1713. Sin embargo la ciudad no pierde de ninguna
manera su carácter mercantil y el centro de gravedad de la actividad
permanecía en la Bahía. Si acaso el efecto más palpable de la
construcción de murallas y sobre todo de la puerta de tierra es
devolver a Cádiz su carácter de Isla. El elemento militar era extraño
y al hacerse prioritario en la forma de decisiones pugnaba con los
intereses comerciales. Además, tampoco Cádiz satisfacía las
exigencias especiales requeridas para las instalaciones militares. De
nuevo la Bahía y su espacio ribereño acaparan la actividad ahora
también militar; Los arsenales en el puente Suazo y en la Carraca y
posteriormente la capitanía del departamento marítimo en San
Fernando 1769 son fiel reflejo de esa insuficiencia.
Queríamos destacar
la novedad histórica que ese carácter representa en la ciudad
y al mismo tiempo su ajeneidad. Cádiz quedaba encerrada por sus
murallas y en el siglo siguiente se considerarían su límite a su
crecimiento; esto, claro está, referido al único lugar por donde la
ciudad podía extenderse y que era el Istmo.
Que el comercio fue
la actividad principal durante los siglos XVII y XVIII no ofrece
ninguna duda. La importancia de Cádiz en el comercio americano fue
tal que consiguió arrebatar el monopolio que disfrutaba Sevilla
(1717). Razones de control administrativo habían hecho de Sevilla el
puerto final de ese tráfico, pero evidentemente la navegación era más
fácil hasta Cádiz, y esa facilidad proveniente de la geografía fue
la que impuso el traslado de la Casa de Contratación al lugar desde
donde se realizaba verdaderamente el comercio para su control, pues de
otra manera parece ser que el contrabando o comercio fuera del control
administrativo era cuantioso y ello representaba pérdida de ingresos
para la Corona.
Del siglo XVIII se
dice que fue el siglo de oro de Cádiz y, en efecto, favorecida por el
comercio y por la política borbónica que establece el modelo
centralista-absolutista francés, adquiere dimensiones de ciudad
ilustrada. Las ideas mercantilistas de la nueva dinastía no podían
sino coincidir con los intereses de la ciudad. La liberación del
comercio en lo que respecta a considerar el oro y la plata americanos
como una mercadería más y la ruptura del sistema de flotas
como único para el comercio americano, tendría magníficas
consecuencias para la formación de la burguesía gaditana que, junto
con la barcelonesa, es en opinión de Vicens Vives la única que
merece tal nombre en la península.
Al incremento de
población derivada de la importante actividad económica, acompaña
el aumento y mejora de las edificaciones de la ciudad (Barrio de San
Carlos) y también de la calidad de vida, dotándolas de centros de
actividad educativa y cultural como el Colegio de Medicina y Cirugía
(1748), el primero de tal clase que se funda en España; la fundación
del Observatorio Astronómico en el Castillo de Guardiamarinas (1751)
que posteriormente en 1793 sería trasladado a San Fernando; Escuelas
de dibujo aritmética y geometría. Los promotores de estas
actuaciones eran verdaderos prototipos del espíritu de la Ilustración,
Marqués de la Ensenada, Jorge Juan y sobre todo O`Reilly, como
gobernador de Cádiz entre 1779-86, moderniza el aspecto de la ciudad
y sus comunicaciones; enlosado de sus calles, establecimiento del
servicio de Postas de Ruedas (Cádiz-Madrid), construcción de
cuarteles para el alojamiento de la tropa lo que implicaba liberación
de alojamientos para el vecindario, y proyecto de restauración del
acueducto del Tempul que al final no se realizó.
Resulta curioso
constatar que aunque el comercio americano estaba en decadencia a
finales de siglo, la ciudad seguía creciendo y que se realizaron
cuantiosas inversiones en la construcción inmobiliaria. Las grandes
transformaciones económicas que se inician en este siglo a remolque
de la Revolución Industrial, generan problemas de adaptación a las
que España en general reaccionó tardíamente quedando sus
infraestructuras insuficientes para mantener la potencia de las vías
comerciales. Cádiz deberá enfrentar un doble reto; por un lado, la
importancia creciente del tráfico terrestre por el invento del
ferrocarril amenazaba con alejarle de los centros de decisión, y por
otro la máquina de vapor hace que se desarrollen nuevos prototipos de
barcos para los que el puerto y la Bahía eran inconvenientes debido
tanto a cuestiones de índole batimétrica, calado escaso, como de índole
técnica, carencia de muelles y máquinas que respondieran a la nueva
organización de trabajo.
b) Cádiz ante las
Grandes Transformaciones del Siglo XIX.
El ferrocarril
produce grandes transformaciones en el transporte de mercancías. El
primer proyecto surge en Jerez como medio de llevar sus productos vinícolas
hasta la Bahía, en 1829, muy cercana a la inauguración del primer
ferrocarril europeo en Inglaterra (Stockon-Darlington) en 1825. No debía
ser ajeno el hecho de la importancia del capital inglés implicado en
la producción agrícola jerezana. El proyecto se limitaba a vehicular
la salida de productos jerezanos, y fue posiblemente ese carácter tan
localista y reducido de miras el primer factor de su fracaso pues en
efecto las grandes inversiones necesarias para su construcción requerían
la inclusión en un más amplio sistema de comunicaciones y redes
comerciales que rentabilizarán el capital invertido.
El hecho es que entre
esa fecha y la inauguración del ferrocarril Cádiz-Sevilla en 1861,
se desarrolla una pugna de intereses que involucra a las ciudades
comerciales de la zona de la Bahía por conseguir ser el punto
terminal de tal vía de comunicación. Los retrasos y lentitud en el
desarrollo del proyecto no sólo respondían a esa pugna de intereses
sino a la insuficiencia de capital y el aparente poco apoyo que la
administración central otorgaba a tales proyectos. Tampoco hay que
olvidar la presencia continua de la guerra civil en el siglo XIX, que
tan nefasta fue para la actuación al nuevo sistema económico.