La Poesía de Mariano Estrada

Indice de Poemas de sus libros  I - II


 "A este lado del Paraíso" - “Mitad de amor, dos cuartos de querencias”

El cielo se hizo de amor - Tierra Conmovida - El Limón Hespérico - Vientos de soledad

 

LA PRIMAVERA LA SANGRE ALTERA 

La grupa de las potrancas
huele a caballo.
A la mujer quinceañera
la piel y el sayo. 

¿Qué tiene la primavera
de abril a mayo?
La miel, la abeja, las flores
y los colores del campo. 

Los machos van a las hembras
por el olfato.
Por un influjo de luna
las hembras van a los machos. 

Y reverdecen los bosques
y brotan juncos del barro.
¿Qué tiene la primavera
que todo viene a alterarlo? 

Mariano Estrada


 

INVIERNO

 

Ha dejado el otoño

desnudas arboledas, témpanos

de nieve, viento frío...

 

Las calles amontonan soledad

y los intensos chaparrones

han tejido en mi alma

                            tremedales de barro.

 

Me refugio en las íntimas

estancias del amor

-donde persiste la memoria-

y opongo a esta humedad

las llamaradas de la leña.

 

Pero...

¿Quién templará mi corazón

si la tristeza ocupa el norte

                    oscurecido del invierno?

 

Mariano Estrada

Del libro "Hojas lentas de otoño"


 

ANTES QUE INSTANTES 

REFLEXIÓN SOBRE UN POEMA ¿DE BORGES?

 

El poeta J. L. Borges, cuya personalidad  fue tan grande como contradictoria, es uno de los escritores en los que ha descansado más tiempo mi admiración. Y ello a pesar de las agudas metamorfosis de su pensamiento -algunas de las cuales le alejaron injustamente del Nóbel-,  y de las escandalosas boutades literarias con las que a menudo se solía despachar, ya fuera a costa de Quevedo, de Cervantes, de Lugones, de Whitman, de Chesterton o de William James.

 

No es raro, por consiguiente, que a la provecta edad de 85 años, escribiera un prodigioso poema -cuyo título es "Instantes"-, en el que queda plasmado no sólo su espíritu de contradicción, ya en boca de todos, sino también una abjuración meridiana de sus propios hechos. Eso sí, desde un condicional socorrido: "si pudiera volver a vivir",  y  desde una resignación edulcorada y sospechosa: "pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo". 

 

No dudo de que Borges, en esa hora exacta en que se supo prescindible y minúsculo, escribiera con sinceridad  este poema; un poema, por otra parte, que encierra en cada línea el mordiente de la transgresión. Sí creo, no obstante, que la musa de los paraísos interiores le volvió a tender otra trampa, una más, en la que él vino a caer de forma muy complaciente. Claro, desde el ofrecimiento de volver a vivir -que sólo puede hacer un diablo de añoradas dominaciones-, ¿quién rechazaría un “revival” con todos los momentos  bonitos? Si se trata de un deseo sin contrapartida, ¿quién rehusaría ser más tonto, relajarse más, cometer más errores, hacer más viajes, andar descalzo desde el principio de la primavera? 

 

Y no sé, no sé,  quizás haya una edad para el arrepentimiento, pero a mí no me ha alterado aún la disposición originaria de las células. Es más, desde esta edad de ahora, cincuenta y tantos años cumplidos, yo no puedo sentirla como mía,  ni siquiera en un remoto  futuro.  Las cosas  con las que no me siento conforme, que son muchas, son también aquéllas de las que uno no puede arrepentirse cuerdamente: la bellosidad excesiva, el riñón único, la necesidad imperiosa del trabajo,  la estatura... 

 

Y llevado al territorio de lo posible -es decir, al tiempo del que uno verdaderamente dispone-, quién sabe, puede ser que un día me arrepienta de las horas que, por cuenta de vivir, me  he pasado escribiendo. Puede ser, incluso,  que las llore en un poema íntimo y sentido. Pero no será un recuelo de verdad,  o no del todo, pues más verdad es  la vida del presente y ahora mismo me ocurre que, si dejo ahogar la voz en la saliva, soy un hombre infeliz. 

 

No, no creo que este poema sea realmente de Borges. No lo es ni siquiera en el estilo  

 


 

 

INSTANTES 

 

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,

 en la próxima trataría de cometer más

 errores. No intentaría ser tan perfecto,

 ¡me relajaría más!. Sería mas tonto de lo

 que he sido; de hecho tomaría muy pocas

 cosas con seriedad. Sería menos higiénico.

 Correría más riesgos; haría más viajes,

 contemplaría más atardeceres, subiría

 más montañas, nadaría más ríos.

 

 Iría a más lugares a donde nunca he ido,

 comería más helados y menos habas; tendría

 más problemas reales y menos imaginarios.

 

Yo fui una de esas personas que vivió

 sensata y prolíficamente cada minuto de

 su vida; claro que tuve momentos de

 alegría, pero, si pudiera volver atrás,

 trataría de tener sólo buenos momentos.

 Por si no lo saben, de esto está hecha la vida,

 sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

 Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna

 parte sin un termómetro, una bolsa de agua

 caliente, un paraguas y un paracaídas. 

 Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. 

 Si pudiera volver a vivir, comenzaría a

 andar descalzo a principio de la primavera

 y seguiría así hasta concluir el otoño.

 Daría más vueltas en bicicleta, 

contemplaría los amaneceres, y 

jugaría con más niños, si tuviera otra vez

la vida por delante. 

Pero ya ven, tengo 85 años

 y sé que me estoy muriendo. 

Atribuido a J. L. Borges

 

 


 

 

¿Es difícil la poesía de hoy? 

Tengo algunos amigos que dicen que sus relaciones con la poesía “de hoy” no son muy cordiales porque, a pesar de que lo han intentado, no han logrado entenderla. Entrecomillo la expresión “de hoy” porque con ella se refieren no tanto a la estricta actualidad de la poesía como a la forma en la que ésta se hace. Sobre esto hay mucha tinta vertida, claro, y nosotros no vamos a descubrir ahora la pólvora.
Digamos que para estos buenos amigos hay una frontera formal, pero esa frontera también parece tener su fijación en el tiempo. ¿Acaso es coincidente con alguna generación de las que han sido? Dejo en el aire esta pregunta y os propongo que destripéis este poema hasta dejarlo completamente en canal, como dejan a los cerdos el día de la matanza.


CONTRADICCIÓN

Oronda de satisfacciones,
nuestra carne se mece
en las anchas tumbonas del progreso.

Y aunque ya los caballos del espíritu
se ahogan de inactividad,
de grasa y de estertores,
nuestros sueños reposan, mansamente,
tras una espiritualidad
ornamental, desentendida,
completamente plana.

Avaros del mercado y
muy exigentes con el pan,
somos, en realidad, irresponsables.

Mariano Estrada  

 


 

 

 UNA ROSA AMARILLA

El ácido:

El hombre ha abierto tanto
las fauces, que los lobos
deben ser protegidos de la ferocidad.

La base:

Las noticias del día  no me dejan
resquicios en los que depositar
la esperanza y el ánimo.

La sal:

¿Y qué sentido tiene
que ocupéis el espacio de un poema
si tengo que llamaros
por vuestro nombre, y vuestros méritos
se limitan a la depredación?

El agua:

Puesto que sólo hay interés
y el beneficio es bruto,
voy a invertir mi tiempo
en capitales pétalos de rosa.

Corolario:

No, el día es hermoso
y no puedo gastarlo ni gastarme
en la enumeración prolija
de vuestros crímenes.

Es mejor que me ocupe de esa rosa amarilla
que traspasa las bardas del jardín,
porque es elemental y huele
a verdades que se sitúan
más allá de vosotros, más allá
de esta victoria impune
de la banalidad, que nace
estrepitosamente derrotada.

Mariano Estrada
Del libro "A este lado del Paraíso

 


 

 

La casa de Muelas... Tal vez sería un impudor mostrar la casa de uno si de uno fuera la casa, pero yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa (aunque la huerta sí, porque conmigo vienen siempre los árboles) Algunos de mis poemas tienen su origen ahí, en el patio, junto al fuego de la chimenea, en el banco de la puerta... Era ya bonita, pero mi hermana Charo le ha hecho una buena rehabilitación. Un abrazo

 
INVITACIÓN (Fragmento)
 
Yo, Mariano, advenido de otro mundo por ajena voluntad sin ropa ni comparsa,
resumido luego a hombre por extrañas fortalezas y obligado a celebrar mi nacimiento,
os convoco ante la casa que mis padres no han dejado envejecer...
 Del libro "Mitad de amor, dos cuartos de querencias" 
 

MI CORAZÓN.

 

Mi corazón está atado

al aldabón de la puerta;

paciente como una mula,

callado como una piedra

 

¿A quién espera?

 A nadie.

Tan sólo sueña.

 

Los fríos no lo entumecen,

los vientos no lo cimbrean.

Está montado en sus años

y no le duelen las piernas.

 

¿De qué se nutre?

 Del aire.

De la más pura inclemencia.

De los templados calores

de la inocencia.

 

Mi corazón es el sueño

de una verdad de las buenas:

la juventud sin dinero,

la cuna, la adolescencia,

el hombre con la palabra

y no tan sólo la lengua.

 

Por eso tengo amarrado

mi corazón a la puerta.

Aquí viví con los hombres

una verdad sin caretas.

 

Y... ¿qué hay más cierto que el sueño

de una verdad que es eterna?

 

Mariano Estrada

Del libro "Trozos de cazuela compartida"

 

 


 

 

LA SEMANA  

 

Poema con explicación, debido a que el poema fue publicado muchos años después de haber sido escrito.

 

Porque carece de toda novedad y no descubre la pólvora, creo que lo que dice este soneto es asumible por el común de los mortales sometidos a la doctrina  bíblica del castigo: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Fue escrito mucho antes de la implantación planetaria del pensamiento único, pero, al igual que ciertos caldos, con el tiempo ha adquirido una jugosa solera y, lo que es peor aún,  la globalización le va  a dar una vigencia definitiva.

 

En el último terceto, no obstante, puede haber sustanciosas variaciones, ya que la diversión, el descanso o el aburrimiento no son percibidos de igual forma por los variados componentes de la inmensa grey humana. Y lo que para unos es guay para otros puede ser chungo. De hecho, no faltará quien diga que las ranas son profundamente felices.

 

 

LA SEMANA

 

El lunes amontona en mi cabeza

la carga elemental de la semana;

el martes me resigno a la malsana

costumbre de sufrir con entereza.

 

El miércoles presumo, cuando empieza,

que viene a ser un jueves en la vana

querencia de eludir la caravana

de días de labor y de aspereza.

 

Y en tanto pasa el jueves, como pieza

del tedio semanal, ya más liviana,

el viernes me regala la mañana.

 

Con ella me aproximo a la grandeza

mental de la aventura sabadiana

que llega a ser domingo y sale rana.

 

Mariano Estrada

Del libro “El Limón Hespérico”

 


 

 

 

Queridos amigos: desayunando el pasado 2 de mayo, lunes,  en el hotel Atlantis de Barcelona, recibí una llamada de un amigo para decirme que su mujer se estaba muriendo. Naturalmente, se le atragantaba la voz y no contenía los llantos En ellos percibí al mismo tiempo la fragilidad y la dureza. Finalmente murió y el lunes a las 6 de la tarde, en Altea, tuvo lugar el entierro. Yo no pude estar, desgraciadamente, porque llegamos casi de noche. Ese amigo es Joan Piera, el entrañable "señor de las orquídeas", y su mujer era Cari, la sencillez hecha sonrisa, elegancia y amabilidad. Con apenas cincuenta años y una vitalidad impresionante... ¡Qué injusta es a veces la muerte!  En este caso, desde luego. Vino sin avisar, como a traición, sin tener en cuenta que estaban profundamente enamorados. Ella se fue. Él quedará roto para mucho tiempo, pero me ha dicho que quiere que el dolor le acabe haciendo mejor persona de lo que es, y ya es una persona muy buena, muy buena... 
En fin, es la vida. Y la vida se trunca a veces inesperadamente. Y entonces ya es la muerte la que deja un dolor insoportable. Nada podemos hacer, salvo ofrecernos para acompañar en el sufrimiento y para acoger emocionadamente las lágrimas.
Les quiero dedicar este poema que escribí hace unos años con motivo de la muerte de mi madre. Porque Cari, además de amante y esposa, también era madre. De tres hijos, a los
que deseo igualmente acompañar en estos tristes momentos. Un abrazo a todos.
Mariano Estrada, 08-05-2005

 

RELATOS : LA IMPORTANCIA DE LAS ABEJAS 

 

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