La omnipotencia de las compañías petroleras,
tan superior a la potencia y a la impotencia de muchos estados, hace que
mientras aquéllas pueden fletar lo que virtualmente son estados flotantes
con bandera de conveniencia, cargados de crudo y en condiciones tan
precarias que pueden romperse y desparramar miles de toneladas de crudo
por el mar y las costas provocando la ruina de familias, empresas y
regiones; mientras eso es así para las grandes compañías petroleras,
los estados inferiores a ellas en potencia están atados de pies y manos,
y si les toca semejante desgracia no tienen posibilidad de reclamar los daños
y perjuicios reales a quien los provocó.
Como todo buque es territorio del estado cuya bandera
enarbola, no puede ser abordado, inspeccionado o empujado sin más. El
derecho del mar está muy inclinado de parte de los navegantes. En el
barco manda el capitán, y el estado que ve amenazadas sus costas no puede
llevárselo donde a él le parezca bien, sino donde le parezca bien al
capitán, que piensa en su barco y en su carga, y poco le importan el mar,
las costas y la contaminación. Ni mucho menos puede el estado, por
defender sus costas, bombardear el barco para quemarlo con su carga,
reduciendo de este modo la contaminación. Lo que puede hacer el estado
hasta que se consuma la desgracia es entre poco y nada, porque el barco es
territorio de otro estado, y las decisiones corresponden al capitán.
¿Pero tiene al menos el barco un seguro con el que
pueda hacer frente a los daños que ocasione, igual que lo tienen los
coches y los aviones? Pues no: es imposible encontrar una aseguradora
dispuesta a responder de los daños que pueden ocasionar esos vetustos
petroleros. Sale más a cuenta construir otros nuevos y más seguros. Así
que sin seguro suficiente, y con la más absoluta impunidad, van surcando
los mares y acercándose a las costas esos barcos basura, territorio de
estados basura, violador pero inviolable. Cuando conviene por razones
inconfesables crear un estado, hasta un barco o una plataforma en el mar
puede serlo. ¡Tan basura puede llegar a ser un estado!
¡Claro que prestan un gran servicio esos estados basura
a estados honorables, de la misma manera que empresas legales tienen tanta
economía sumergida a su servicio como pueden. Así el primer tropiezo lo
tenemos en la misma Unión Europea, donde los intereses petrolíferos de
Inglaterra en el mar del Norte, que se benefician de esa laxitud en la
normativa del transporte marítimo, chocan con los del resto de la Unión.
Y por el mismo motivo Inglaterra está encantada de mantener el Peñón de
Gibraltar para aceptar en él los barcos basura que los puertos no pueden
admitir por razones de normativa de seguridad. Un territorio que funciona
como uno de esos estados cuyo número de sociedades es muy superior al de
ciudadanos, y cuyo oficio es acumular toda la suciedad económica que no
se puede manejar ni guardar en los estados respetables.
Pues bien, son estados respetables los que mantienen
abiertas esas cloacas que tan bien les van para mantener su honorabilidad
sin renunciar a ninguno de los beneficios que se obtienen viviendo y
actuando fuera de la ley. De ahí que mientras se mantengan así esas
potencias, persistirá la impotencia del resto.
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