Portada

Artículos

Léxico

Fotos

Instituciones

Enlaces

Humor

Tablón

Solidaridad

Las claves léxicas por Mariano Arnal

POLÍTICOS Y CIUDADANOS EN GALICIA


El espectáculo: un petrolero decrépito se rompe cerca de la costa gallega: los políticos actúan en su mezquino marco: España, con desidia al principio, como de oficio, hace lo que puede, que es poco. La globalidad en que se vive hace que el gobierno local gallego pueda hacer menos aún, porque no es él la fuente del derecho del mar. A España le ocurre casi lo mismo: de hecho el petrolero roto es intocable: tiene tantos derechos como un estado, y tanta fuerza como las compañías petroleras, las mafias y los estados que están tras él: si el transporte del crudo se hiciese conforme al sentido común y a la decencia, las compañías petroleras verían sensiblemente recortados sus beneficios. Europa tampoco está dispuesta a hacer nada en el plano que corresponde, que es el legal, porque ahí están ya los intereses contrapuestos.

Mientras el petrolero ("Prestigio" de nombre) iba soltando su marea negra, y los responsables (ayuntamientos, gobierno local, gobierno español y gobierno europeo) estaban instalados en una actividad cansina, lastrada por el fatalismo y la resignación, los políticos de la oposición se lanzaban a la yugular del gobierno, acusándole de desidia criminal, de responsable principal de que el petróleo estuviese manchando el mar y las costas. En fin, creando un pésimo ambiente que no aportaba ni un gramo a la solución del problema. Y la tercera pata, las oenegés que se han apuntado a última hora a recoger laureles, estaban también aletargadas.

Ese es el cuadro: unas estructuras políticas pesadísimas, costosísimas, que se supone que están para pensar, sentir y actuar por los ciudadanos, pues gastan alrededor del 50% de su producto bruto. Pues no, no funcionan ni de lejos en proporción con lo que cuestan; así que se han de remangar los ciudadanos.

Así es en efecto: se está poniendo freno a la marea negra con una marea blanca formada por ciudadanos desplazados a Galicia para echar una mano de la manera que puedan. Ellos han forzado el aprovisionamiento de medios por parte de gobiernos municipales y autonómicos de toda España y por parte de empresas. El ejército se ha tenido que implicar mucho más allá de lo que tenía previsto (¿es que el ejército español no tiene los 10.000 soldados que puedan hacer el trabajo de los voluntarios? Pues no: ni los soldados ni los medios ni la voluntad). Ese es el espectáculo: los políticos con responsabilidad, a remolque de la ciudadanía; y los de la oposición aprovechando la desgracia para fastidiar a los que gobiernan, pero sin arrimar el hombro para nada. ¡Con lo bien que hubiesen quedado movilizando a sus militantes de toda España para ir a echar una mano adelantándose así a los 10.000 voluntarios! Pero no están para eso. Ni se les ocurrió. Eso ha tenido que hacerlo el pueblo llano, la ciudadanía.

Los políticos y la política han quedado profundamente desacreditados en esta crisis. Unos y otra han mostrado su bajísima talla. Es que al fin y al cabo es un oficio (y no como otro cualquiera, sino con más agujeros negros que cualquier otro), y ya se sabe, no va a estar uno matándose todos los días en el ejercicio de su prebenda. Por lo visto todos han ido de caza: los más zagueros siguen aún cazando a los cazadores. La ocasión la pintan negra. Es la política.