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Las claves léxicas por Mariano Arnal

PETRÓLEO


Solemos olvidar el significado de los nombres, pero en el caso del petróleo es evidente: se trata de un compuesto de las palabras latinas petra (piedra) y óleum (aceite). De hecho una de las denominaciones legítimas en español del petróleo es la de aceite de piedra, que se ve con frecuencia en libros antiguos. El petróleo se conoce en efecto desde muy antiguo, y el primer uso que se le dio fue el de aceite de alumbrado, para alimentar los candiles, sustituyendo a los más frecuentes aceites y grasas vegetales y animales. Es que los primeros suministros de petróleo procedían realmente de fuentes naturales del mismo aspecto que las fuentes de agua: el petróleo manaba de las piedras. Por eso fue lo más obvio que a esa sustancia que salía del manantial y se quemaba en los candiles igual que el aceite de oliva, se la llamase aceite de piedra, porque de la piedra manaba. Y por eso, de la misma manera que las aguas minerales y los aceites se usaban en medicina, también se empleó esta singular agua grasienta en la medicina. 

El origen orgánico del petróleo está explicado hasta la saciedad, y en el papel salen todas las cuentas. La única cuenta que no sale es la del inmenso fracaso del ciclo cerrado de la vida. Por más cuentas que echemos, la producción total de petróleo que nos sale partiendo de un cataclismo que sepultase toda la vida que actualmente hay en el planeta, quedaría muchos enteros por debajo de los yacimientos petrolíferos que estamos explotando. Los yacimientos petrolíferos son a primera vista enormes bolsas de materia viva que fue incapaz de reciclar la propia vida. Son el resultado de una tremenda desmesura biológica. De una forma monstruosa de la vida, que fracasó y quedó sepultada primero en el fondo de las aguas, dicen, y luego en el fondo de la tierra. 

Lo más sorprendente, y quizás premonitorio, es que sólo sea posible sostener la desmesura y la monstruosidad biológica que representa el sistema ecológico humano, todo él forzado por y para la explotación (una cadena formada por el hombre y las demás especies artificiales tanto animales como vegetales); lo sorprendente, digo, es que sólo sirviéndonos de otra desmesura biológica es posible nuestra desmesura, basada en la hibridez y la hibridación, es decir en saltarnos las leyes de la naturaleza, en violentarla. Los griegos llamaron a eso  ubriV (hýbris), cólera, ira, soberbia, arrogancia, insolencia; y de ahí deduciría el latín la hibridación, cuyo objetivo y resultado es forzar la reproducción, llegar a la exuberancia. 

Deberíamos ser conscientes cuando extraemos petróleo, lo paseamos por todos los mares de la tierra, lo destilamos, y luego lo empleamos quemándolo directamente o integrándolo en todo género de productos, que en realidad estamos sacando de las entrañas de la tierra el más estrepitoso fracaso de la vida: su incapacidad de reciclarse por haber crecido en exceso. Y que estamos jugando a hacer de superhombres justamente con ese sobrante que no ha sido capaz de absorber la vida. No es de extrañar pues que tanto en la tierra, como en el mar, como en la atmósfera, esos residuos intratables de la vida nos den tremendos sustos cuando se nos escapan de las manos.