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LA SABIDURIA DE LO ENFERMO        El desastre del ‘Prestige’, o el mal reconocible


        Estas semanas estamos viviendo muy de cerca los efectos de la zozobra y hundimiento del petrolero ‘Prestige’ frente a las costas de Galicia. Ha sido una catástrofe en numerosos sentidos, por supuesto, cuyos efectos los seguiremos sufriendo durante muchos meses y años más y en muchas más costas que las gallegas. Y ha sido una catástrofe no natural, sino provocada por el hombre a gran escala, que ha afectado a todo el ecosistema costero (uno de los más ricos de Europa) y que ha paralizado todo el tejido laboral-industrial de la zona.

Las catástrofes o patologías colectivas son muy parecidas a las individuales: ambas tienen similares mecanismos de detección, reacción y prevención. Las patología colectivas las tramitan mecanismos políticos, y las individuales mecanismos médicos pero, como diría la ‘Teoría de Sistemas’, su ‘Cibernética’ es la misma. Por eso hoy vamos a hablar del Prestige.

Si los males y problemas son detectables y comunicables, la existencia de los mismos no parece ser un inconveniente muy grande para los seres vivos. Tal parece que la Vida ha sido diseñada justamente para hacer frente y contrarrestar dichos males y problemas dentro de ciertos límites; y que, lejos de destruirla, a medio y largo plazo parecen estimularla y hacerla progresar (la hacen más fuerte, más sabia, más autónoma).

La capacidad de los seres vivos de oponerse a aquello que los agrede ha quedado manifiesta, individual y colectivamente, en el caso del Prestige. A pesar de los innegables fallos, se ha producido una muy beneficiosa alarma y respuesta pública, de los voluntarios primero, y de los políticos después.

Pero todas estas ventajas ‘reactivas’ dependen de que tres mecanismos estén bien engrasados:

DETECTABILIDAD: El ‘mal’ necesita ser rápida y precisamente detectable, debe causar aversión y alarma. Y las flotantes, asquerosas e inmiscibles manchas de ‘chapapote’ lo son en grado sumo. ¡Hasta son negras, que es el color que atribuimos a todo mal!. Dentro del desastre …que suerte tienen en esto los gallegos!.

COMUNICABILIDAD: Esta aversión y alarma deben ser, además, comunicables, a fin de asegurar la amplificación social y la respuesta colectiva (política) que su gran escala exige. Los medios de difusión han contribuido sabiamente a ello.

SANCIONABILIDAD: Además de lo anterior, si los políticos no tienen algo que ganar o perder según su actuación …no se producirá la necesaria reacción política (ejecutiva, legislativa y judicial) capaz de dar una respuesta y prevención ‘de escala’ al mal o a la imprudencia que nos ha agredido.

Las democracias son sistemas que maximizan estos tres mecanismos, que se ayudan unos a otros. Pero no los garantizan: el ciudadano debe tener su conciencia moral alertadora ojo avizor y esta es, entre otras, la función de nuestra columna.

En un totalitarismo esto habría sido tapado, apenas percibido; y los alertadores habrían sido encarcelados como ‘antipatriotas’, ‘antirevolucionarios’, etc. Pero en una democracia, ha existido la ejemplar (y vivificante) respuesta solidaria de los voluntarios y las ONG, y la reacción de los políticos, tanto los poder-habientes como los poder-aspirantes: esto ha estimulado la crítica y autocrítica, base de la inteligencia (y rectificabilidad) social.

En año previo a las elecciones, todos los políticos han querido demostrar que están ‘al pie del cañón’, y han querido hacerse la foto, para que esto así conste. Se han sacado importantes lecciones, se ha cambiado la legislación de transporte marítimo para sustancias peligrosas y se ha garantizado la detectabilidad y solvencia aseguradora de los responsables de posibles catástrofes. Ventajas de la transparencia y la intercomunicación y ventajas del equilibrio de poderes y sancionabilidad democráticas.

Como seres vivos (individuales y colectivos) no hemos de temer, por tanto, a los males detectables, comunicables y rectificables. Hemos de temer más bien a los males imperceptibles o colectivamente difusos, o a los que impiden o adormecen nuestra reacción individual y colectiva; y hemos de temer, por tanto, los males que retrasen al futuro su manifestación, los que penetran y siembran sigilosamente hoy las bombas de relojería que estallaran mañana …o dentro de 12 años.

En el caso de la Medicina, han existido muchas catástrofes como las del Prestige, pero algunas han pasado más desapercibidas o han sido más confundidas y enmascaradas. El resultado, claro está, es que no podemos reaccionar contra ellas. Sus causas no han sido corregidas y por ello, en el futuro, nos volverán a atacar. Seguiremos advirtiendo de todo ello, desde nuestra modesta atalaya. No somos ‘antipatriotas’, sólo somos demócratas que reaccionan y, por ello, lo enfermo …¡nos vuelve sabios!.

Dr. F. Javier Martínez y Dra. María Jesús Clavera.  Correspondencia:    marcla@elalmanaque.com

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