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LA HISTORIA
Los signos de identidad de Navarra

Navarra posee una personalidad inconfundible. Constituye una Comunidad Foral, tiene historia propia, unos símbolos que la representan.  Sobre este asunto se ha hablado y escrito muchísimo. Reproducimos este artículo publicado en el Diario de Navarra para acercarnos a saber qué es Navarra, cómo ha llegado a ser lo que es, y qué signos visibles se traslucen hoy en día de su identidad. 

Tener identidad es seguir el viejo consejo filosófico que recomienda conocerse a sí mismo. Quien se conoce a sí mismo tiene los pies en el suelo y es libre. Puede ser ambicioso y retirarse a tiempo. Sabe estar en su sitio y no es alguien fácil de engañar. Tener identidad vale para las personas, pero también para las sociedades humanas. Y si de comunidades hablamos, ¿qué otra comunidad, como Navarra, ha tenido y tiene una identidad tan clara?  Las identidades colectivas cambian con el tiempo. Se pueden debilitar y hasta perder si no se cuidan. Si hay un cambio brusco se produce el desarraigo, la insolidaridad, la pérdida de la visión de conjunto. Es decir: la crisis de identidad. Cuando se pierde la identidad, o se cambia artificialmente por otra de importación, las instituciones de una sociedad quedan vacías, como una ostentosa fachada que no tiene nada detrás. Por eso es fundamental conocer y proteger la identidad propia. Y es algo tan importante que es preciso tenerlo en cuenta incluso -para no partir de cero- cuando lo que se quiere es cambiar. 

Navarra es una realidad compleja, formada por un territorio, unas fronteras, unas personas, unas instituciones, unas tradiciones, etc. De entre todos estos elementos diversos ¿cuáles son los que han configurado nuestras fronteras? ¿Donde está nuestra identidad? El territorio navarro se extiende en una zona mixta, variada, nada uniforme. 
La geología y la orografía distinguen en el territorio navarro una región montañosa de rocas calizas terciarias -los Pirineos-, y una llanura aluvial -el valle del Ebro- formada por arcillas y margas.
La climatología por su parte nos muestra un llamativo contraste entre las húmedas comarcas de clima oceánico y las áridas de clima mediterráneo a las que hay que añadir las variantes de altitud o de continentalidad. 

En consecuencia, los paisajes y los ecosistemas navarros, la flora y la fauna, son variadísimos. Hay, por ejemplo, grandes bosques de hayas; pero no los hay en toda Navarra. 
También hay mucho viñedo, y los productos huertanos de la Ribera, como los espárragos, son típicamente navarros, pero estos cultivos no se dan en toda Navarra. 

La geografía navarra, en fin, no dibuja en ningún caso una identidad original que la haga diferente de las regiones vecinas. No está aquí la identidad que buscamos. Tampoco se basa la identidad de los navarros en la pertenencia a un grupo étnico, a una raza peculiar, ni siquiera a un grupo o clase social. 

El estudio de las vetustas raíces vasconas de Navarra -comunes por cierto a una amplia franja de la actual comunidad aragonesa- ya nos muestra divisiones antiquísimas como la distinción hecha por los romanos entre los vascones del "saltus" y los del "ager". Mil años después, allá por el siglo XII, en la época en que empieza propiamente a hablarse del Reino de Navarra como unidad política, eran súbditos del rey Sancho VI el Sabio de Navarra no sólo los herederos de los vascones prerromanos, sino también numerosos descendientes más o menos mestizos de romanos, visigodos, musulmanes, francos y judíos. 
Ciertamente Navarra es la provincia española con una mayor proporción de apellidos vascos, pero junto a las raíces familiares propias de una tierra de emigrantes se han venido a asentar, en tiempos mucho más recientes, nombres de toda España que suman, aproximadamente, la quinta parte de la población. Inmigrantes que, tras una fase lógica de adaptación, se han integrado con absoluta normalidad en nuestra comunidad. 
En nuestros días los navarros forman un grupo humano variado, y sobre las presuntas diferencias étnicas se han impuesto las diferencias propias de una sociedad moderna (campo-ciudad, industria-comercio, etc.). Tampoco la estructura social de Navarra, considerada tradicionalmente como una tierra sin grandes desigualdades, ha sido muy diferente de la de otras regiones del norte de España. 
La industrialización y el aumento de la clase media han perfeccionado ese equilibrio de una forma paralela al resto de España. 

Tampoco es la cultura popular tradicional un elemento de identidad para Navarra. Los centenares de tradiciones folklóricas navarras (romerías, bailes, instrumentos, músicas, artesanías, etc.) son propios de un ámbito local o comarcal. No es fácil encontrar elementos generales. 

No se puede hablar, por ejemplo, de un baile navarro, o de una música navarra. 

Ni la jota ni el zortziko son exclusivos de Navarra o de difusión general en toda Navarra. No existe una "sardana" o una "muiñeira" que identifique el folklore foral. 
No tenemos un traje regional navarro aunque los haya de roncalés, de casero o de ribero. 

Las costumbres o ritos comunes que podemos tener hoy los navarros no son fruto de una tradición originaria sino elementos promovidos recientemente por las autoridades religiosas (como las Javieradas), o modas internacionales extendidas gracias a los medios de comunicación (como los bares, la música pop, o el fútbol). 

En el terreno del arte tampoco existen escuelas que podamos llamar "navarras", ni en pintura, ni en escultura, ni en arquitectura, ni en fotografía. No existen modelos de castillos, palacios, iglesias o ermitas típicamente navarros. 

No hay una forma navarra de ser artista. Ni siquiera existe una lengua "nacional" de Navarra. Si se llamó en la antigüedad al vascuence "lingua navarrorum" la realidad es que hoy ni son navarros todos los vascoparlantes, ni hablan esa lengua todos los navarros. 

En definitiva, todas nuestra manifestaciones culturales en el más amplio sentido de la palabra son navarras porque viven en Navarra, pero no constituyen aisladamente ingredientes insustituibles de nuestra personalidad. No se encuentra tampoco aquí la fuente de nuestra identidad colectiva.

 

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