Cap.III / (2ªEtapa=18Km) GUILLENA-CASTILBLANCO de los Arroyos (30
Septiembre, Miércoles)
Iniciamos esta jornada con los mejores auspicios. Junto al
improvisado albergue de Guillena hay un bar que funciona
desde primera hora de la mañana; o al menos está abierto a las 8,
cuando nos acercamos a desayunar. Sabemos muy bien que esto es un
lujo a lo largo del Camino, especialmente por la Ruta
de la Plata.
En el bar ya está desayunando el francés Henry, abuelo del
grupo de peregrinos con quienes hemos compartido nuestra primera
noche… Bueno, para ser precisos Francesc es algo mayor que
él: el francés debe rondar los 70 y mi compañero ya cuenta hasta
72... Henry es un veterano en estos avatares, que como yo
sale a recorrer el Camino cada año, desde hace mas de
veinte… Me gusta su talante, poco hablador habitualmente…pero buen
“escuchador”. Transcurridas varias jornadas iría conociéndolo y
apreciando su sapiencia: cuando interviene en alguna conversa
suele dar siempre en el clavo sin grandes discursos… Habla muy
poquito español, como buen francés; aunque en esto nos parecemos
nosotros a ellos. Nos acercamos a saludarle un momento mientras
esperamos a los cacereños, y se muestra muy accesible y sonriente
con nosotros, algo que nos es fácil encontrar de buenas a primeras
en cualquiera de sus compatriotas… Creo que el motivo de esta
positiva actitud está en su hábito de venir al Camino en
solitario. Eso le ha supuesto necesariamente un mayor roce
con los españoles, que sin duda ha contribuido a romper el tabú
que suele distanciarnos un tanto de nuestros vecinos
transpirenaicos: ese viejo recelo de raíz histórica que tanto nos
cuesta superar…
Carlos y Antonio, nuestros anfitriones al
incorporarnos al Refugio, no tardan en aparecer.
Empezamos a desayunar juntos, pero los extremeños se lo
toman con más calma que nosotros y nos decidimos a iniciar la
etapa sin ellos sobre las 8,30. Antes de salir, les comentamos que
solemos arrancar cuanto antes cada día, porque preferimos
aprovechar las primeras y frescas horas de la mañana, para no
torrarnos bajo el sol justiciero del mediodía... De hecho en esta
jornada ya salimos algo tarde, por ser etapa muy corta (18
km) y esperarnos un Refugio relativamente grande en nuestro
destino de la etapa… Ellos no lo entienden muy bien, y no prestan
demasiada atención al razonamiento que hacemos; aún no se han
sacudido el ‘barniz de turistas’ que suele acompañar durante las
primeras jornadas a los novatos…. -Ya lo iréis entendiendo en
próximas jornadas-, les decimos antes de partir. Quedamos
citados para encontrarnos en el albergue de Castilblanco.
Durante los primeros 3 km. del recorrido dejaremos atrás la
periferia del Guillena. Luego vadeamos el río Rivera de
Huelva por un pontón improvisado sobre simples tubos de
hormigón. Poco después cruzamos bajo la autovía A-460, pasando
bajo un puente y, finalmente, tras atravesar un pequeño polígono
industrial, desembocaremos en la preciosa campiña sevillana
poniendo rumbo hacia la Sierra
Norte…
Durante unos 4 km. caminamos por la amplia Cañada Real
de las Islas,
jalonada por hermosos trigales recién cortados y exuberantes
olivares. Es en este tramo donde nos alcanzan los extremeños, que
han seguido nuestros pasos caminando a “marchas forzadas”… Nos
alegra mucho la incorporación de estos amigos, y junto a ellos
pronto atravesamos los lindes del parque forestal de la
Sierra Norte
de Sevilla.
El acceso se realiza cruzando un “paso canadiense”, clásico
dispositivo que evita el tránsito de animales salvajes como
ciervos ó jabalíes, o bien del ganado vacuno o porcino que, como
veremos en jornadas sucesivas, pasta libre en las amplias dehesas
comprendidas en este parque natural (ver
imagen en reportaje gráfico 2ª etapa).
Parque Nat. SIERRA NORTE
SEVILLANA, Francesc y Antonio junto al paso de
acceso
Se necesitan pocos metros tras el acceso al parque para percibir
la pureza del ecosistema que nos rodea. Sin alcanzar todavía la
espectacularidad de lo que nos espera en las etapas sucesivas,
todo lo que vemos y olemos nos transmite que estamos en una tierra
prácticamente virgen, donde la presencia humana está perfectamente
controlada y adaptada al entorno sin alterarlo de manera
perceptible. Avanzamos ahora por una estrecha pista que
serpentea sobre terreno bastante ondulado, aunque sin grandes
desniveles. Abundan el lentisco y la jara entre
ásperas encinas de escaso porte, intercaladas con arrayanes
(mirtos) y acebuches. El monte es áspero e intuyo que debe
ser prolífico en fauna cinegética, que naturalmente debe estar
vedada de ordinario.
Siguiendo las indicaciones de mi hoja de ruta, localizamos un pozo
de agua potable en una amplia explanada situada a la derecha del Camino,
la cual ha sido desbrozada por los responsables del parque. Es un
lugar idóneo para hacer una parada y almorzar alguna cosa, algo en
lo que coinciden los extremeños con nosotros; de manera que
nos acercamos al pozo, tras pasar la curiosa criba que los guardas
han preparado junto al camino…. Porque la explanada de ese pozo
está cercada por una alta y tupida alambrada, y para cruzarla hay
atravesar un torno de mecano-tubo, ingeniosamente ideado para
evitar que escape el ganado. Podemos dar fe de la efectividad de
este artilugio, ya que es casi imposible atravesarlo con la
mochila a cuestas, y no tenemos más remedio que llevarla a mano
para poder franquear el paso.
En el pozo hay una bomba manual, que nos permite sacar agua para
beber y refrescarnos un poco. Se trata de la clásica bomba de
palanca, cuyo accionamiento me trae gratos recuerdos de la
infancia: en los años 50 la usábamos en mi casa familiar, en
Málaga, para bombear el agua desde la planta baja del edificio
comunitario al 3er. piso que ocupábamos.
Como hemos desayunado muy bien antes de salir, nuestro almuerzo
será de lo más frugal. Carlos y Francesc sacan unos
higos secos, y rivalizan entre sí a ver cuales gustan más…. Ambos
tienen higueras en fincas de su propiedad, y lucen sus
conocimientos explicando las técnicas de desecación…. Mientras
debaten acerca de las bondades de sus azucarados higos, Antonio
de la
Rosa y
quién suscribe nos limitamos a comer… y repartir
parabienes, porque todo el material que nos sacan del zurrón
resulta ser de 1ª calidad… Acompañamos los higos con varios trozos
de pan, que he ‘pispado’ en el bar y los bajamos con buenos tragos
de agua del pozo.
Devoramos todos los higos, y felicitamos a sus proveedores, de
manera que la cosa queda en empate. Finalizado el almuerzo, los
protagonistas intercambian sus direcciones para enviarse
diferentes semillas y otros productos de sus factorías campestres;
también se intercambian recetas… Aunque el áspero prado herboso
donde estamos no tiene especiales atractivos a la vista, si es
notable por sus agradables olores....Mientras los cultivadores
escriben sus apuntes sobre temas agrarios, nos llegan desde las
lomas circundantes los potentes efluvios de una infinita variedad
de plantas aromáticas, que invitan a prolongar el descanso
haciendo una siestecita anticipada... Pero no habría tiempo para
eso porque hay que reemprender la marcha cuanto antes, y debemos
abandonar sin más demora este pastoril y bucólico escenario.
Analizada
sobre nuestros esquemas, la etapa no presenta ninguna dificultad,
y su itinerario no puede ofrecer sorpresas. Recorremos un
par de kilómetros por la agradable vereda del parque natural
hasta desembocar en la carretera local C-433. Este tramo, en suave
ascenso inicialmente, se empina luego progresivamente hasta los
aledaños del pueblo de Castilblanco, nuestro destino.
Antonio de
la Rosa
ha hecho muy buenas migas con Francesc y, muy animados en
su interminable coloquio, se van quedando algo rezagados.
Carlos, que es muy andarín, tira de mí como un demonio,
hasta el punto que me cuesta seguirle….Ambos nos adelantamos
notoriamente respecto a los compañeros, llegando con más de quince
minutos de ventaja sobre ellos a Castilblanco de los Arroyos.
A la entrada del pueblo hay una bifurcación que nos aconseja
informarnos en el primer lugar que encontramos, una oportuna
gasolinera. Justo unos minutos antes ha empezado a llover de forma
suave, aunque persistente. En la gasolinera nos indican que el
albergue público está muy cerca, como a 150 metros
siguiendo la calzada de la derecha. De hecho este ramal sigue
siendo la C-433 por la cual hemos llegado, significando para
Castilblanco una vía de circunvalación que evita un paso
excesivo de vehículos por el centro histórico.
Ha
venido bien adelantarse a nuestros amigos, para ocupar cuatro
colchonetas en la primera sala de las dos que tiene el
establecimiento. Antes de separarnos de ellos, habíamos convenido
evitar a toda costa la cercanía con el “gran roncador”, el francés
Jacques, vencedor indiscutible en el ‘concierto’ de la
víspera en Guillena. Esta primera habitación dispone de 6
plazas (3 literas), estando ocupada solo una de ellas al llegar
nosotros; en seguida vimos que el inquilino de la misma era el
veterano Henry, un compañero perfecto.
El Refugio de Castilblanco es un edificio regentado
por el Ayuntamiento, que se ha destinado a varios usos. Las
dependencias de la planta baja están vedadas a los usuarios del
albergue: hay en ella dos puertas, situadas a izquierda y
derecha de la escalera que accede al piso alto, que están cerradas
con llave y exhiben sendos carteles relativos a diversas
actividades totalmente ajenas a los peregrinos.
En el piso alto han equipado dos dormitorios y una zona de aseos
que se destinan al albergue público. Si no me
equivoco, la capacidad total de alojamiento en literas es de 12
plazas, ya que he visto desde fuera el 2º dormitorio y parece
idéntico al nuestro. Desde ambos dormitorios puede accederse a una
amplia azotea, a través de sendas puertas acristaladas. Sin salir
de nuestro cuarto, un simple vistazo me vale para distinguir en
esa azotea dos picas para lavado de ropa, en evidente mal estado,
y un par de irrisorios alambres destinados a tendedero... En
cuanto a los servicios de aseo, los encuentro ajustados a la
capacidad de alojamiento: dos módulos de ducha y otros tantos de
WC y lavabo.
CASTILBLANCO desde la
terraza del Albergue
Cuando estamos saludando a Henry, que acaba de salir de la
ducha, entra muy sonriente la pareja Jacques- Christine…
Carlos les señala imperativamente la habitación anexa con
una sonrisa socarrona, y Jacques, que es de buena pasta,
responde también muy sonriente que está muy de acuerdo aunque nos
señala con el índice el dispositivo nasal que se ha comprado en la
farmacia, para evitar los ronquidos. Nos reímos todos de buena
gana, y nos congratulamos al comprobar que continúa el buen rollo
de la noche anterior. Sin pensarlo dos veces, Carlos
y yo decidimos ducharnos rápidamente, antes que “desenfunden” sus
mochilas la parejita francesa.
Finalmente llegarían nuestros compañeros Francesc y
Antonio de
la Rosa
con 30 minutos de
demora; pero todo encaja perfectamente, porque ya está terminando
de ducharse el matrimonio francés y ahora tendrán expeditas las
duchas para ellos... Como hay que esperar a que los
rezagados finalicen su aseo, Carlos y yo decidimos
lavar ropa y nos ponemos manos a la obra. Antes de empezar esa
tarea, me he tenido que ocupar del tendedero. Los alambres que
encontramos allí son cortos y están muy mal colocados. No tengo
más remedio que improvisar un rústico, aunque práctico, tinglado
con varias ramas secas de eucalipto que recojo por abajo y unos
trozas de cuerda que hay en la misma azotea… La cosa funciona y
podemos acomodar toda nuestra ropa en el ‘invento’.
Afortunadamente, ha dejado de llover y el sol sale y entra entre
las nubes; con un poco de suerte, tras la comida podríamos
encontrarnos con la ropa suficientemente seca como para guardarla
en el dormitorio…
Finalizo
mi labores de lavandería a las 14.30; una hora perfecta para ir a
comer, y decido avisar a Francisco y los demás que saldré a
elegir el lugar idóneo. Desde la terraza he visto al menos tres
establecimientos del ramo, al lado opuesto de la carretera…; están
los tres en 50 metros, así que le indico a Francesc que
pueden localizarme con mesa reservada en cualquiera de ellos. Pero
antes de salir vuelven a caer algunas gotas de lluvia y me veo
obligado a descolgar la ropa, para dejarla colgada en precario por
varios rincones, semicubierta por el voladizo del tejado o
bajo las propias picas de lavar…: ¡esas fatigas son la sal y
pimienta de la peregrinación!...
Entre los establecimientos culinarios elijo un amplio mesón, donde
encuentro esa tranquilidad que tanto nos apetece a los peregrinos
para relajarnos un poco durante la comida. Pido mi jarra de
cerveza en la barra, y ocupo una mesa bien situada junto a una de
las ventanas que dan a la carretera, para ver venir a mis colegas…
Ellos se apuntarán también a la cerveza 10 minutos después…Ya
reunidos, hacemos con calma el aperitivo mientras nos sirven la
comida, y reanudamos la charla conjunta que hemos venido
manteniendo con intermitencias durante la jornada. Es curioso,
pero hemos conectado muy bien con esta pareja de extremeños. Nos
conocemos hace solo 15 horas y parecemos ya colegas de varios
años…
La comida no tiene nada destacable; en cuanto a mi consumición
tengo anotado en la agenda un gazpacho peleón y una
discreta pescada a la plancha (naturalmente procedente del
congelador), y por lo que se refiere al resto: tampoco nada que
mejorase ese nivel. Lo mejor del momento es la agradable compañía.
Tras el habitual café, Francisco tira de petaca, para
ofrecer a nuestros nuevos amigos un vasito de “oruxo carballado”
de cosecha propia, nuestra ya acreditada especialidad... Me
coge de sorpresa la aparición de esa petaca. Aunque el licor es
muy bien acogido por todos, le doy a mi colega un imaginario tirón
de orejas... por cargar esos 400 gr. extra durante todo el
viaje, solo para tener unos breves momentos de disfrute que se
podrían conseguir pidiendo la pertinente consumición al camarero
(Ver Nota 3
).
Naturalmente él lo hace para obsequiar a los compañeros de fatigas
con un orujo que tiene un sello especial, luciendo de paso
nuestras habilidades de destiladores clandestinos… Por otro lado,
debo reseñar que ni él ni yo somos habituales consumidores de
ninguna clase de licor; destilamos el orujo solo como hobby…, y
para obsequiar a los amigos.
-Nota
3-
El eterno problema del peso descontrolado de la mochila:
En
diversas ocasiones he mencionado este problema, que supone un
inconveniente muy difícil de solucionar para algunos peregrinos.
Mi antiguo compañero Francesc, asiduo acompañante
en estas aventuras, reincide una y otra vez en el mismo. Su
mochila no suele bajar nunca de los 10 kg, sin incluir las
habituales botellitas de agua y algún bocadillo, que
eventualmente debemos ir reponiendo. Infinidad de veces le he
insistido en la conveniencia de no sobrepasar los 7,5 kg., un
hándicap recomendado por los veteranos que nos orientaron en
nuestras primeras andanzas. Yo respeto ese límite y ni siquiera
suelo llegar a ese peso en mi bagaje. Gracias a ello jamás
he tenido problemas de ampollas, ni sobrecargas musculares o
crisis en articulaciones… Y hablo desde la experiencia de 18
años haciendo el Camino, que afortunadamente nunca he
debido interrumpir hasta ahora, acabando siempre en mejor forma
física que al inicio de la aventura... Llevar esa petaca, o bien
otros complementos prescindibles como una guía completa del
Camino (aprox. 700 gr), es un lujo que no nos debemos permitir…
si queremos evitar riesgos en lo fundamental, que es la
culminación de nuestro objetivo del año, tan deseado cada
temporada. Como veremos posteriormente, Francesc
tendrá problemas en esta singladura, que finalmente le apartarán
del Camino a mitad del trayecto previsto. Estoy seguro de
que la causa fundamental habrá sido el sobrepeso. Si
además ya vamos teniendo unos cuantos años y no nos hemos
entrenado lo suficiente, con la debida antelación a nuestra
salida, pues la crisis estará casi asegurada…
La
sobremesa se alarga porque estamos la mar de a gusto, pero a
nuestro amigo cacereño Carlos se le ve cansado y tiene que
rendirse a la evidencia, marchándose antes que el resto en busca
de la siesta… Tampoco me extraña eso, habiendo sufrido tras él su
cadencia de marcha… De los cuatro es el que mayor ritmo ha llevado
a lo largo de la jornada; porque su compañero Antonio de
la Rosa
se pudo relajar en los últimos 6 km, acompasando su caminar al de
Francisco mientras charlaban tranquilamente. En cuanto a mi
persona, decidí descolgarme del “correcaminos” en el último
kilómetro, llegando con unos 100 metros de retraso a la
gasolinera… Carlos y Antonio son nuevos en estas
‘lides’ y, aunque jóvenes aún, deberían prepararse también con
cierta antelación. Los mayores de 60 necesitamos ejercitarnos con
al menos un mes de tiempo; ellos tendrían suficiente con 10 días…
Pero, por lo que les he oído, parece que solo han preparado esta
salida sobre el papel…
Por otro lado, tanto jóvenes como veteranos, han de conocer
algunos principios básicos; entre los que conviene destacar el
enfoque de las primeras jornadas. Hacer un kilometraje excesivo, o
correr mucho durante las primeras etapas, puede acarrear problemas
físicos. El organismo tiene que adaptarse progresivamente a la
exigencia que supone afrontar cada día etapas de 25-30 km, sin
hacer jornadas de descanso de por medio. En los tres primeros
días, pies rodillas y tobillos son los puntos clave que, por este
orden, pueden empezar a notar la acumulación de kilometrake. Si en
las primeras jornadas hemos apretado más de lo conveniente, esas
molestias derivarán en daños, que a veces pueden dar al traste con
el viaje. Estas son las lesiones mas habituales: 1) ampollas en la
planta del pié, 2) lesión articular en rodilla…
Tras dos o tres jornadas, en las que debemos dosificar el
esfuerzo, el organismo se adapta y ya podemos hacer las etapas
algo mas duras. Personalmente, yo he notado que es a partir del 5º
día cuando me encuentro fuerte y resistente como un toro. A partir
de entonces puedo hacer varias jornadas seguidas con etapas de 30
ó más km, o podría alargar mi aventura durante 3 o cuatro semanas
sin ningún problema. Es más, me apena dejarlo en la segunda
semana, como suelo hacer casi siempre por acuerdo familiar; por
ser entonces cuando más disfruto del Camino en el plano
físico, ya que a esas alturas no suele notarse ninguna molestia
por dura que sea la etapa.
Aparte lo expuesto en cuanto al plano físico, hay que poner en la
balanza otras cosas. Andar en plan ‘correcaminos’, como si se
disputara una prueba de “marcha atlética”, nos impediría observar
bien los muchos elementos interesantes que pueden surgir a
nuestro paso, o se pueden divisar desde el Camino; tanto en
el plano cultural como en el simplemente paisajístico. Si llevamos
un ritmo de marcha moderado, podremos observar, sin tener que
detenernos necesariamente, esos detalles monumentales o exóticos
que aparecen en cualquier recoveco de pueblos, aldeas y senderos;
la belleza y armonía de la naturaleza, etc… Solo en algunos
momentos anodinos, que también los hay, estaría perfectamente
indicado un buen acelerón que nos saque el aburrimiento.
Todo eso se acaba aprendiendo y, con toda seguridad, ya durante la
vigente singladura nuestros amigos podrán disfrutar cada día más
con el placer de recorrer la Ruta
Jacobea.
Desde luego, damos por sentado que en próximos años su enfoque del
viaje será diferente.
Otra cosa que salió en la charla, antes de que Carlos
se retirara a hacer la siesta, es que nuestros dos recientes
amigos carecen de la necesaria Credencial
del Peregrino,
cosa que podría acarrearles en cualquier momento algún problema.
Ha salido el asunto en la conversación accidentalmente, porque
ellos vienen tan felices a esta aventura ignorando que es
imprescindible esa credencial para poder alojarse en
albergues oficiales, o bien tener descuento en la mayoría de
albergues privados. Cuando les hemos aclarado el tema se lo
han tomado a broma… No obstante, aunque sin dramatizar el asunto,
les he reiterado que deben pedirla si aparece el hospitalero u
hospitalera en este albergue, porque el centro es de
carácter municipal y por lo tanto oficial. Normalmente
los hospitaleros suele proporcionarla, o bien te dicen donde
puedes hacerte con ella…
De
nuevo en el Refugio, hemos de volver a colocar la ropa en
los improvisados tendederos, bien expuesta a la intemperie, porque
ha dejado de llover... El tiempo no acaba de estar claro del todo,
pero hay que intentarlo. Luego haríamos todos un par de horas de
siesta al menos. Alguno como Francisco decidiría
prolongarla.., aunque ya despierto sobre la colchoneta. Cuando me
dispongo a salir me comunica que prefiere quedarse descansando en
la habitación... Me sorprende un poco, ya que solo disponemos en
ella de la propia colchoneta, mas un par de sillas que corren de
aquí para allá en manos de unos y otros. No hay en este Refugio ni
una mísera salita de estar, donde poder apoyarse para
escribir cuatro notas sobre una mesa, o simplemente para hojear
alguna publicación o revista relacionadas con el Camino …
F. se quedarí tendido en la litera hasta la hora de la
cena; es un mal síntoma que me preocupa…
Sobre las 18.30 salgo a recorrer el pueblo con los extremeños.
Además de curiosear las cuatro calles del centro, por la barriada
baja, aprovechamos para comparar viandas y Carlos para
hacerse con un par de chanclas. El “correcaminos” ha traído sus
botas como único calzado y es fácil entender que, tras dos días
con las botas puestas, lo de las chanclas es una prioridad
absoluta. Tras la compra comparto con la pareja una jarra de
cerveza, sentados en una terraza frente a un pequeño parque
urbano. Luego ellos se vuelven al albergue, y yo prosigo mi
ruta cultural por Castilblanco.
El pueblo tiene poco que ver. Es muy bonito, en la línea de los
clásicos pueblos andaluces y con evidentes trazas de su pasado
moruno, estando recostado su centro histórico sobre la ladera Este
de una colina. En la calle Miguel Hernández me encuentro
con la espléndida fachada de la Iglesia
del Divino Salvador,
templo de origen mudéjar muy reformado en los siglos XVI-XVIII...
Es quizás la imagen más llamativa de todo el recorrido urbano (ver
fotos).
Por
encima de esa calle se encuentra la parte alta del pueblo, por
donde me interno en creciente subida hasta llegar a las
inmediaciones del antiquísimo “ Mesón del Agua”, una
antigua hostería donde se dice estuvo alojado Miguel de
Cervantes, y en la cual presuntamente redactó una de sus
novelas ejemplares: “Las dos Doncellas”.
Al pasar ante la iglesia había preguntado a un vecino si harían
misa esta tarde, cosa que me confirmó añadiendo que se celebraría
a las 20.0hh...
Sin parar apenas en el itinerario, decido regresar al Refugio
a las 19.45 para soltar la bolsa de comida, y me dispongo a
salir nuevamente rumbo a la iglesia. Francisco sigue en las
mismas; ahora me confirma algo que ya me temía: le duelen mucho
los pies y no tiene buenas sensaciones. Ya me había dicho antes de
salir que este año no se había preparado lo suficiente, por
diversas circunstancias que no vienen al caso. Comentamos la
situación y no le insisto en que me acompañe. No me cabe duda de
que debe estar bastante fastidiado, y preocupado, porque la
asistencia a misa es un hábito muy arraigado en ambos cuando
estamos en el Camino…
Tengo que correr para llegar solo unos minutos tarde a la misa,
pero me quedo chasqueado al ver desde lejos que la puerta del
templo continúa cerrada…Frente a la fachada hay un bar, donde me
aseguran que aquí no se hacen nunca misas en día laborable; no
entienden cómo pueden haberme dado esa información equivocada.
Solo se celebran misas en fines de semana (Sábado tarde y Domingo)
y en las festividades religiosas. Al parecer la iglesia se abre un
rato cada día laborable para el rezo del rosario, sobre las 6 de
la tarde...; de haberlo sabido, al menos me habría acercado a
verla.
Me dedico a hacer unas cuantas fotos de la Iglesia
del Divino Salvador
y su entorno. Es muy sugerente la abalconada calle de Miguel
Hernández, donde su ubica. La blanca fachada del templo y su
torre mudéjar refulgen con los abatidos rayos solares del
atardecer, resaltando vivamente las prominentes molduras de la
portada, recién pintadas en color albero.
CASTILBLANCO de
los Arroyos, calle de la Iglesia
A las 21.00hh estoy junto a Francesc para cenar; no
encontramos mejor opción que dirigirnos a la escalinata corrida
situada ante el edificio del Albergue. Ahí nos sentamos
tranquilamente a consumir nuestra habitual macedonia de frutas,
después de comernos un par de orondos tomates. Francesc me
dice que le dejó ya tocado la desafortunada primera jornada entre
Sevilla y Guillena; esa angustiosa marcha a la que
nos vimos forzados por lo avanzado de la hora vespertina. Fue sin
duda un mal preámbulo; posiblemente el momento más negro de este
viaje, aunque puedo adelantar que habrá algún otro que no le
andará muy a la zaga…. Yo comprendo perfectamente que eso rompió
nuestro plan; fue una desgracia de etapa, y no me duelen prendas
reconocer nuevamente que, como organizador, fuí el gran culpable
del desastre.
Por
fortuna esta 2ª jornada ha sido bastante suave, y F. ha
podido descansar toda la tarde...; durante la cena confiábamos en
que mi colega se encontraría en perfectas condiciones al día
siguiente, y que las sensaciones al arrancar por la mañana serían
ya lo bastante buenas como para afrontar una etapa relativamente
larga, terminada con la dura subida al Cerro del Calvario.
Algunos consideran a esta 3ª jornada como la más exigente del
presente tramo, precisamente por esa subida final; la califican
como etapa reina del tramo Sevilla-Mérida de la Vía
de la Plata
…
Mientras cenamos, Francesc me pone al corriente de un
incidente acaecido durante mi ausencia. Ha llegado la hospitalera
de nuestro Refugio, que aquí por lo que parece funciona
como un reloj y tiene un gran control sobre la gente que pretende
alojarse, así como con el estricto cumplimiento de las normas y
recto comportamiento de los residentes. La chica se llama
Marta, y ha tenido que enfrentarse a un grupo de ‘supuestos
peregrinos’ que pretendía quedarse a dormir siendo notorio que
viajaban en dos coches. Lo componen 6 personas, de las
cuales parece ser que solo una de ellas viene caminando algunos
tramos, con el único apoyo del coche para el transporte de su
mochila (que no es poco). El resto viaja en plan turista, gozando
con toda la cara de los beneficios económicos de algunos albergues
públicos... Esta hospitalera los ha despachado ‘ipso facto’ sin
miramientos, indicándoles la dirección de un par de hostales y
haciendo caso omiso de las credenciales que le presentaban...
Seguramente, la chica habría visto los dos coches aparcados en la
misma puerta y se habría informado por los vecinos. De hecho, yo
también los había visto desde la terraza, aunque no les dí
mayor importancia por desconocer en ese momento su identidad y
pretensiones. También es posible que algún informantes
confidencial, de los que suelen tener los hospitaleros, habría
puesto a Marta en antecedentes del asunto…
En cuanto a Carlos y Antonio de
la Rosa,
me comenta F. que han tenido que claudicar y adquirir
sendas credenciales; con esta hospitalera no caben
subterfugios ni bromas con el protocolo... Ellos pensaban que eso
era una opción estrictamente religiosa, pero no obligada, porque
al parecer nadie se había personado a identificarles en un
albergue público anterior, probablemente en Santiponce.…
Pero
siguiendo con el tema de los “coleguillas”, aquellos que suelen
venir en plan turístico, nos extendemos un poco F. y
yo sobre el asunto. A lo largo de la Ruta encontramos
algunos Refugios de Peregrinos (entiéndase albergues
oficiales) con carteles indicando que se permite la
pernocta de cualquier persona que se identifique correctamente,
aún sin venir en peregrinación, aunque pagando un ligero
suplemento. En estos casos la admisión queda condicionada a la
disponibilidad de plazas a partir de una hora avanzada, cuando el
hospitalero/a estime que ya no vendrá nadie más. Es más, en
algunos casos, ni siquiera les cobran más que a los propios
peregrinos. Por lo que parece, esta gente ha pretendido simular
que vienen andando, con la torpeza de dejar los coches bien a la
vista... y la tal Marta
los ha
cazado, sacándoselos de encima sin contemplaciones; aunque
finalmente aquí se ha dado la circunstancia de quedar algunas
plazas libres…. La historieta de estos “falsos peregrinos”
continuará, y su desenlace final lo trataremos en nota aparte (Ver
Nota 4 al final de la 3ª
etapa).
Me informa también Francesc que ya ha desembolsado el
importe solicitado por la hospitalera (solo piden 5 € por barba
para sufragar gastos), el cual le reintegro en el acto con cargo
al fondo común que compartimos.
Tras tirar los restos de la cena, en los contenedores que hay en
el patio frente a las escaleras, nos apresuramos a subir al
dormitorio. Pero estando aún en el exterior, muy cerca ya del
vestíbulo de entrada al albergue, sentimos un gran
estrépito en la escalera central que sube a la planta alta. Cuando
subimos nosotros, no vemos nada ni nadie que nos pueda aclarar el
origen del estrépito, por lo que sin más demora vamos cada uno a
lo nuestro...
Son casi las 21,45 y, tras dejar a F. cambiándose en su
colchoneta, salgo rápidamente a la pequeña mesa que había visto en
el vestíbulo de nuestra planta, para escribir un breve borrador
resumen de esta 2ª jornada. El vestíbulo no es otra cosa sino el
escueto rellano que corona la escalera, separando el ala de las
habitaciones del área de servicios. Cuando voy a sentarme en la
única silla que encuentro allí, esta se me deshace no más apoyarme
y por poco ruedo escaleras abajo. Al tratar de recomponerla veo
una pata y un travesaño rotos, con fractura reciente…: aquí está
el origen del “zapatiesta” sentida cuando cenábamos, ahora falta
conocer el o la causante….
Dejo la silla a un lado y entro al cuarto a por otra que corre por
allí. Luego paso mis notas en diez minutos y a las 21,55 me
dispongo a dormir. Hablando en voz alta sobre el tema de la silla,
entra en escena el buenazo de Antonio de
La Rosa…
confirmando que el batacazo se la ha pegado él. Nos confiesa que
se ha precipitado escalera abajo, rodando varios peldaños, cuando
intentaba sentarse en ella… Total que la silla no debía estar muy
católica, y Antonio es un hombretón de 1,90 que debe
rondar los 100 kg: una combinación perfecta para el desenlace. Con
esa aclaración nos despedimos sin mas conciliábulos, ya que al día
siguiente hay que madrugar para enfrentarnos a una señora etapa;
con F. hemos acordado levantarnos no mas tarde de las 6h.
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