JAQUECAS Y ACHAQUES VARIOS

El pasado viernes pasamos por el tema del celo. Es la fórmula más universal que ha elegido la naturaleza para asegurar la reproducción. La iniciativa parte de la hembra. Cuando llega el momento, su fisiología emite poderosas señales que atraen al macho, al tiempo que la empujan también a ella con fuerza a la copulación. Las condiciones orgánicas son óptimas en este momento, tanto por parte de la hembra como por parte del macho. Entre estas condiciones ocupa un lugar muy importante en los mamíferos la lubricación de la vagina para que sea fácil y agradable la penetración. Ésta parece ser la conditio sine qua non que impone la naturaleza para "permitir" la copulación. De la acepción animal del verbo recelar se deduce que hay especies en que es el macho el que pone en celo a la hembra, lo cual no altera el principio general de que la naturaleza no admite la copulación sin que se dé previamente el acondicionamiento de la vagina, su lubricación. En cuanto al macho, lo que más a menudo ocurre es que vaya a remolque de la hembra, es decir que sea ésta el único reloj de la reproducción de la especie,que al ponerse en marcha induce el funcionamiento de los mecanismos copuladores del macho. No hay que fatigar la mente en exceso para llegar a la deducción de que en el orden zoológico del que formamos parte, se dan con la mayor frecuencia dos condiciones: primera, que la naturaleza subordina el funcionamiento sexual del macho al reclamo o al celo de la hembra. Y segunda, que calendario en mano son muchísimos más los días en que desde la perspectiva de la hembra no está el horno para bollos, que los días en que sí lo está. Es decir que la ley más general en el entorno natural al que pertenecemos, es que la hembra pase entre celo y celo largos períodos de inapetencia o atonía sexual. Está también muy claro que desde el momento en que estas especies son puestas en cautividad o en domesticidad, se produce una grave alteración de los ciclos y sus ritmos. Alteración, pero no desaparición. Se mantiene en pie, por tanto, el principio de la periódica atonía sexual de la hembra, que sigue marcando los tonos, alternada con períodos de apetencia, mucho más breves que los primeros. Parece que la naturaleza, al haber encomendado a la hembra un ciclo reproductor tan largo y complejo, no le ha hecho el cuerpo para tantas alegrías como al macho, al que en el plano reproductor le ha encomendado tan sólo las alegrías de la copulación. Parece que está dentro de la lógica tozuda de la naturaleza que la hembra humana, diseñada de forma muy parecida a las demás hembras del grupo de los mamíferos, tenga muchos días de inapetencia sexual, en los que sus órganos no están receptivos. Y puesto que culturalmente esto no se admite, se ve obligada a justificarse con jaquecas y achaques varios, cosa que si ocurre a la inversa, es en unas proporciones estadísticamente despreciables. Hemos de admitir que también la hembra humana tiene derecho a días no copulables, como las demás hembras de nuestro rango zoológico. ¡Es la naturaleza, no la jaqueca! Y hemos de entender que el sexo impuesto es una mala solución que venimos arrastrando de milenios. Todo criador de conejos sabe que es una crueldad enjaular una coneja con un conejo. La exagerada rijosidad del macho puede acabar con la hembra.

EL ALMANAQUE examina hoy una antigualla léxica como es el adjetivo lúbrico.


LÚBRICO

El adjetivo lúbricus, lúbrica, lúbricum significa resbaladizo, escurridizo. Tácito el historiador le da ya el valor que actualmente tiene esta palabra: lúbrico, lascivo. A partir del primero, se derivan otros significados como movedizo, escurridizo, voluble; y de ahí falaz, engañoso, incierto, inseguro. Volvamos para atrás. Es cierto que estamos ante un cultismo muy refinado. Existe en este tema un vocabulario vulgar, sin complejos, que lo expresa a la perfección: cachondo y cachonda son las palabras que más fielmente recogen en versión vulgar los términos lúbrico y lúbrica. Y para completar la gama de significado, existe la expresión de cachondo o cachonda mental para cuando el organismo no sigue al pensamiento.

Vayamos con el cultismo a los diccionarios. Las definiciones que éstos nos dan de lúbrico giran en torno a estos sinónimos: lascivo, obsceno, incitante a la lujuria, lujurioso, libidinoso, voluptuoso; propenso a incurrir en vicios, en especial el de la lujuria. Adjetivo que se dice de las personas propensas a la lujuria, de sus gestos, de sus actitudes, etc.; de todo aquello que refleja lujuria. Coinciden todos en que procede del latín lúbricus, con el significado genérico de \"resbaladizo\", completado en el bajo latín con el de propenso al vicio, lascivo (he dicho ya antes que con este valor ya lo empleó Tácito). Me cuesta pensar que la aplicación del adjetivo lúbrico a la lujuria, sea independiente del valor que le corresponde dentro del grupo léxico de la lubricación (o lubrificación) y los lubricantes. Tratándose de una colección de cultismos, hay que suponer que la relación entre lo lúbrico y la lubricación ha tenido que existir siempre. Consigno como curiosidad que el concepto moderno de lubricante y lubricación o lubrificación referido a máquinas, es de muy reciente aparición en las enciclopedias, en las que se define como la acción de poner una cosa suave y resbaladiza, en especial las máquinas, impregnándola de sustancias grasas que suaviza el roce de las piezas y evita su recalentamiento . Les dedican un espacio considerable a las técnicas de lubricación y refrigeración (ésta es otra de las funciones de los lubricantes), de suma importancia en la industria moderna. Las enciclopedias más antiguas, por contra, desconocen el valor industrial de este término y recogen en cambio el orgánico, muy probablemente anterior a aquél: término usado especialmente en medicina -vienen a decir-referido a los jugos o substancias mucosas que recubren los intestinos y algunas paredes internas del cuerpo para defenderlas del contacto de materias irritantes, etc.

No sería extraño pues, visto lo visto, que desde muy antiguo la palabra lúbrico referida a la lujuria tuviese la connotación que le corresponde por pertenecer al grupo léxico de la lubricación y los lubricantes; y que al calificar de lúbrico lo lujurioso, se estuviese pensando precisamente en la compleja segregación de jugos lubricantes que preceden y acompañan a la actividad sexual y que le aportan al sexo un nivel de calidad y de trato suave de los órganos implicados, como el que aportan los lubricantes al motor y al cambio de marchas, por referirnos tan sólo al coche o a la moto. Vamos, lo que se dice hacérsele a uno la boca agua. Y la garantía de óptimo uso y óptima conservación.

CUÑAS PARA EL DEBATE

1. Hay situaciones manifiestamente desequilibradas que nos cuesta muchísimo admitir, por lo que nos instalamos respecto a ellas en el engaño, que nos sale más a cuenta. Que la naturaleza anda sobradísima en el número de machos y en actos generativos de los machos, es una evidencia en todas las especies, y también en la nuestra; pero respecto a nosotros, se nos hace muy cuesta arriba admitirlo.    
 

 2. Formulado lo mismo desde la perspectiva del macho humano, es evidente que el número de hembras disponibles no cubre la apetencia sexual de los machos, que andan siempre buscando más (ahí está el mercado del sexo, que no miente); y es evidente también que la disponibilidad sexual de cada hembra con respecto a las apetencias de cada macho es insuficiente, salvo raras excepciones.    
 

 3. Es que la mujer, tanto si nos gusta admitirlo como si no, al igual que las demás hembras de la naturaleza, tiene unos períodos de indisponibilidad puramente orgánica bastante más largos que los de disponibilidad. Sus órganos no están diseñados para estar siempre lubricados para facilitar la cópula y hacerla agradable para ambos.    
 

 4. La lubricación de los preservativos constituye por sí misma una confesión de que la industria del ramo ya da por supuesto que es de lo más normal que falte la lubricación femenina (la masculina queda aislada por el preservativo); están concebidos por tanto para hacer fácil la copulación aunque el órgano femenino no esté lubricado. Si se hubiese contado con la lubricación natural (la señal de la disposición para la cópula), nunca se les hubiese ocurrido a los fabricantes añadir más lubricación.

HUMOR

Las leyes de la convivencia (II).

11.Siempre, después de unas horas de cabreo, pide perdón. Cuando recupere el humor dile seriamente que tú siempre tienes que rebajarte y pedir perdón, que ella nunca reconoce sus fallos. Eso les duele mucho y las deja desequilibradas para la batalla. Es tu momento.

12.La reconciliación suele ser el punto flaco en el que intentan conseguir lo que no obtuvieron por las armas. No bajes la guardia o estarás con los pantalones, las intenciones y la moral por los suelos.

13.Recuerda que un momento de placer no vale lo que te ha costado defender durante semanas o meses. Lo primero son tus principios y pensar que el placer, tarde o temprano, llegará, es sólo cuestión de tiempo.

El transcurrir diario

14.Si las tardes se convierten en infiernos, búscate un segundo trabajo por horas. Parecerá que lo haces para mejorar la salud económica y, además, que arriesgas la tuya en ello. Eso ablanda los corazones más férreos.

15.Nunca digas dónde vas a estar o qué vas a hacer después del trabajo. Lo más seguro es que te toque comprar, ir al tinte, poner la lavadora o pasar la plancha porque a ella le es literalmente imposible.

16.Si tu trabajo está cerca del suyo, invéntate desplazamientos a otros edificios distantes considerablemente del centro oficial o a clientes. Si no, tendrás que ir a buscarla con demasiada frecuencia.

17.Nunca le digas el buen horario de qué disfrutas. Recuerda que ella siempre trabaja más, más tiempo y está infinitamente más cansada que tú.

18.Si insiste en que nunca te ve, recuérdale que ella siempre está en el gimnasio o en la academia de inglés o con sus amigas y tú trabajando.

19.Impón tus horarios, tus hábitos son sagrados y si no te apetece acostarte a las diez no lo hagas nunca. Ten en cuenta que aunque te acuestes a las diez tampoco habrá sexo.

20.Nunca abandones el tálamo conyugal con ningún pretexto. Quien fue a Sevilla perdió su silla y siempre será un precedente de cesión que te recordarán cuando os visiten hermanas, madres, primas, sobrinas, etc.