RITOS PENITENCIALES 

No sólo en el cristianismo, sino en todas las religiones la penitencia ha estado rigurosamente reglamentada y ritualizada. Manifestaciones de penitencia o de autocastigo las vemos en todo el mundo, algunos relacionados con la Semana Santa, que es cuando salen a la luz. Pero éstas son las que se han salido de su lugar en la historia y han quedado por tanto fuera de toda reglamentación. La penitencia tal como ahora la conocemos es un sacramento; en él se centra el más bien escueto ritual penitencial. Pero en los cerca de 2.000 años de vida que han transcurrido desde que se instituyó, momentos tuvo de mayor boato. 

La historia de la penitencia (en especial la pública) sigue dos ramales igual de importantes: el monacato y el catecumenado. Los monjes eran castigados con ayunos, con humillaciones, con azotes, con oraciones, con prisión. Había delitos por los que eran condenados de por vida en el monasterio. Los viernes eran los días en que se celebraba capítulo (de ahí la expresión de llamar a uno a capítulo) y se imponían las penitencias. En la iglesia de a pie la evolución fue distinta: habiendo entre los catecúmenos muchos que a la vez eran penitentes por la clase de vida que habían llevado, al ser ya toda la población cristiana, dejó de haber conversos, catecúmenos por tanto, y con ellos desaparecieron los penitentes condenados por la iglesia. 

En el Penitentialis Romanus podemos ver completo el recorrido del ritual de la penitencia. En primer lugar estaba la Acusación a la que estaban obligados todos los fieles que tuviesen conocimiento de alguna situación de pecado, bajo pena de sufrir la misma penitencia. Ésta se hacía en privado, directamente al obispo. Luego, en la dominica de Septuagésima seguía la Exhortación. El sacerdote, revestido con ornamentos penitenciales, se dirigía a los fieles con graves palabras recordándoles que se acercaba el tiempo propicio para la penitencia. El recordatorio iba dirigido a todos, pero en especial a los reos de pecados canónicos (castigados por los cánones). Seguía la Petición, que se celebraba el Miércoles de Ceniza. Era el día en que los reos de pecado se dirigían al obispo en petición de penitencia, tras lo cual, conforme a algunos rituales, se les expulsaba del templo. Proseguía el rito con la súplica de los diáconos al obispo para que se inclinara a la misericordia. Se hacía entrar de nuevo al penitente y se procedía al Examen et iudicium culpae

“Al principio de la cuaresma –ordena el concilio- todos los penitentes que han de recibir o ya recibieron la penitencia pública, preséntense ante las puertas de la iglesia al obispo de la ciudad, vestidos de saco, descalzos, y con las caras pegadas al pavimento, manifestando así con su continente y aspecto que se reconocen culpables…” después de imponérseles la penitencia se rezan los 7 salmos penitenciales, se les impone la ceniza y se les expulsa de la iglesia: los clérigos los seguían recitando: “Con el sudor de tu frente te ganarás el pan”; así –prosigue el texto conciliar- al ver la ira y el dolor de la iglesia por sus pecados, se emplearán intensamente en la penitencia. Y ese era tan sólo el principio de la cuaresma y el principio de la penitencia. A lo largo de ésta, y sobre todo en la Semana Santa se recorría el proceso de readmisión en la comunidad. 

Mariano Arnal

Pida presupuestos gratuitamente