PASSIO DÓMINI NOSTRI JESU CHRISTI  Secundum Mel Gibson    

Durante la Semana Santa la iglesia celebra una escenificación austerísima de LA PASIÓN DE CRISTO según san Mateo (Domingo de Ramos), según san Lucas (Lunes Santo), según san Marcos (Miércoles Santo) y según san Juan (Viernes Santo). 

La escenificación consiste en la lectura salmodiada a cargo de tres cantores que representan uno a Jesús (el celebrante), otro al narrador, y otro a los demás personajes, incluido el pueblo. Esa es la “representación” de la Pasión por la iglesia, complementada por otras lecturas, preces y ritos. 

El culto popular de la Semana Santa da un paso más en la representación y en la revivencia de la Pasión: las Cofradías de Penitentes salen a la calle con sus “pasos” de un realismo estremecedor. La puesta en escena, singular en cada pueblo y siempre impresionante, acaba de fraguar el clima anímico de unas gentes que reviven la Pasión y Muerte de su Dios.   

Una forma más de sumergirse en la Pasión de Cristo es representar esos autos sacramentales que son las distintas escenificaciones de La Pasión en las que se vuelca todo el pueblo, que ha de pasarse por lo menos medio año entre ensayos y preparación de vestuario y escenarios. 

Estas tres formas de vivir la conmemoración de la Pasión de Cristo responden a tres estadios de ritualización: el más sedimentado y ritualizado, el litúrgico; en medio está la exhibición del dolor y del arrepentimiento de los Penitentes en las procesiones; y como expresión del folklore más primario está la dramatización viva y directa de la Pasión. El denominador común de todas ellas es el cultivo (¡el culto!) de la conciencia de que tenemos arte y parte en la Pasión de Cristo. 

Pero atención: todos los ritos y todos los mitos de celebración de la Semana Santa cultivan nuestra conciencia de BENEFICIARIOS de la PASIÓN de Cristo. El mensaje es de SALVACIÓN, de REDENCIÓN. Nosotros somos mercancía, somos la carne esclava que compra Cristo con su Sangre para convertirnos en libres (de la maldad y del pecado) gracias a la nueva condición de Hijos de Dios que adquirió Cristo para nosotros al precio de su Sangre. 

Cierto que forma también parte de la conciencia cristiana la responsabilidad de cada uno de nosotros en la Pasión y Muerte de Cristo, por cuanto nuestros pecados fueron su causa. Pero finalmente carga ésta sobre los judíos por ser ellos los pertinaces instigadores: “Tolle, tolle, crucifige eum” “Fuera, fuera, crucifícalo”, y nos quedamos como beneficiarios de la Redención, que conlleva la única pero grave responsabilidad de no rechazar esos beneficios para que tanto dolor (tanta Pasión) y tanta Sangre derramada no hayan sido en vano. 

Esa es la conciencia dominante de los actuales ritos de Semana Santa. Pero no fue siempre así. La EUCARISTÍA o agradecimiento, sin ritos especiales que recordasen la Pasión y Muerte de Cristo, dominó los primeros siglos de la iglesia. Fue la pérdida de la primera gracia y la consiguiente necesidad de PENITENCIA lo que hizo volver los ojos de la iglesia a la Pasión de Cristo.

Mariano Arnal 

Semana Santa
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