FELICIDAD
Este nombre procede del
latín Felícitas, que igual que en español significa felicidad,
pero también abundancia. De ahí que la diosa Felicidad, que ocupaba un
lugar destacado en el culto romano, fuese representada con el cuerno de la
abundancia. Tiene como pocos, este nombre, una amplia gama de derivados
que giran en torno al mismo significado: Félix, Felicia, Feliciano,
Feliciana, Felicísimo, Felícitas.
Santa Felicidad,
compañera de martirio de santa Perpetua, en el norte de África. Lo
sufrió entre los años 202 y 205, en tiempo de los emperadores Septimio
Severo y Caracalla. Estaba Felicidad embarazada de ocho meses, cuando fue
encarcelada por ser cristiana, junto con Perpetua. Fueron reservadas estas
dos santas para dar en el circo un espectáculo que sirviese de aviso a
todos sobre los castigos que imponía Roma a los cristianos, para tenerlos
así alejados de aquellas doctrinas. Se las azotó, pues, en el circo,
luego soltaron contra ellas unas vacas enfurecidas que las cornearon y
revolvieron por el suelo, y finalmente las decapitaron. Este martirio
quedó grabado de forma indeleble en la memoria de los cristianos.
La onomástica se
celebra el 7 de marzo. La Iglesia tiene a estas dos santas entre las más
dignas de mención de los inicios del cristianismo, por eso todos los
días son las santas de que primero se hace memoria en el canon de la misa
"También a nosotros pecadores... dígnate darnos parte en tus
dones y gozar de la compañía de Juan... Felicidad, Perpetua, Ágata,
Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia y de todos tus santos..." .
También en marzo, el día 28, se conmemora otra santa de este mismo
nombre:
Santa Felicidad (o
Felicitas) era una dama romana de alta alcurnia, que vivió en la primera
mitad del siglo II, en tiempos del emperador Antonino Pío. Fue ésta una
época de gran tranquilidad para los cristianos, pues era valorada en ella
especialmente la paz interna. Por eso causó conmoción el martirio de
Santa Felicidad, viuda, y sus siete hijos. Un exceso de celo del prefecto
Publio en la defensa de la religión del Estado, de la que el emperador
era fervoroso observante, le llevó a detener a Felicidad y a sus hijos
por hacer pública ostentación de su fe, con lo que eran muchos los
romanos que se sentían atraídos por la nueva religión y se convertían.
Decidió, pues, el prefecto ofrecer un gran sacrificio de desagravio a los
dioses, en el que Felicidad y sus hijos tenían que participar ante todo
el pueblo, para enmendar el mal ejemplo que estaban dando. Como se
negasen, se les aplicaron crueles suplicios, con la esperanza de doblegar
así su voluntad. Pero la madre soportó con fe y entereza el martirio de
sus hijos y dio gracias a Dios por la entereza de su fe. Finalmente, ella
misma fue torturada y decapitada.
El nombre se alaba a sí
mismo, y tiene en el cielo dos santas protectoras, eximios ejemplos de
seguridad y firmeza en las propias convicciones. ¡Felicidades!