ALBA
De la misma manera
que el alba es la primera luz del día que se arranca de las tinieblas de
la noche, así también el nombre de Alba lo vemos salir esplendoroso de
la noche de los tiempos. Ha sido el nombre de míticos antecesores del
hombre (Alb), de ciudades antiquísimas que destacaron por su
blancura y resplandor, de grandes personajes, de toques de campana, de
vestiduras, de poesía... y por eso se ha considerado también, en su
antigua forma latina de Alba, o en su forma más moderna de Blanca, como
un nombre precioso de niña y mujer.
Alba
es la primera luz del día, en la que las estrellas más persistentes, de
las que Venus es la reina indiscutible, ceden con dignidad su cetro al
sol; son los últimos fulgores del resplanor del cielo nocturno que se
retiran ante el sol naciente, blanco todavía, que sale de debajo de la fría
Tierra para iniciar un día más su alto periplo. Es la hora en que los
enamorados entonan sus albas de despedida:
Al alba
venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba...
Las albas son
canciones que hacen madrugar al amor, que no sólo lamentan que se acabe
la noche con su belleza y su misterio, sino que saludan al día con la
esperanza puesta en las alegrías que puede traer.
Desde la más remota
antigüedad de nuestra cultura está presente el nombre de Alba. Empezando
por la antiquísima Alba Longa de los romanos, y continuando por la también
antigua Alba Pompeia, que hoy es la próspera Alba del Piamonte, en
Italia. Y otras Albas antiguas en España: la Alba Bastitanorum, cerca
de sierra nevada, identificada por algunos con Albéniz; otra muy
antigua en el camino de Roncesvalles a Vitoria, probablemente en el actual
despoblado de Albizu; otra al sur de Guadix. Alba fue también en
tiempo de los romanos el nombre del río Fluviá, que pasa por Ampurias.
En Teruel, en el partido judicial de Albarracín está el municipio
de Alba. Si miramos hacia el país de las largas sombras, las leyendas
teutónicas y escandinavas hablan ya de los Alb, antecesores del
hombre, que tuvieron por rey a Alberico o Alfrigg, a quien los francos
llamaban Oberón. También se llaman Alb los conocidos como Alpes
de Suabia: una cordillera de 120 k , de la que nacen el Alb meridional, en
la Selva Negra, y el Alb septentrional, ambos afluentes del Rhin. Y Albión
fue el nombre que dieron los romanos a Inglaterra, y la casa de Alba,
originaria de Álava.
Las Albas celebran
su onomástica el 15 de agosto, por ser ésta una advocación de la
Virgen. Un nombre digno de celebrarse, porque irradia su belleza en las
que lo llevan y porque es evocador de de todo lo que representa el alba en
la vida y en la poesía, y de cuanto ha representado en la historia y en
los mitos. ¡Felicidades!