SAN VALENTÍN A
LAS PUERTAS DEL SIGLO XXI
Andamos
escasos de amor y necesitamos promocionarlo como sea. No
somos los primeros en la historia. Bien venido sea, pues,
san Valentín y todos los santos que se apunten a tan
meritoria causa. ¿Que ahí se han apuntado con gran fervor
los comerciantes? Bien venidos también a la fiesta del amor.
Todos somos pocos para tan noble causa. Las relaciones entre
personas no pasan por su mejor momento: las amistades no son
lo que eran; no puede fiarse uno de los amigos como antes.
Ahora son muchísimas más las personas que ponen otros
valores por delante de la amistad y de la fidelidad.
En tiempos
no muy remotos, la fidelidad a aquellos que tenían puesta su
fe en ti, era la norma; ahora es la excepción. El que
estando en juego intereses económicos se fía de otro, es un
pobre ingenuo. Hay que ponerse siempre en lo peor. Ante los
intereses no hay amistades ni principios que valgan. Y esta
situación va a más, porque la infidelidad tiene premios más
elevados que la fidelidad a los amigos; e incluso cuenta con
la aprobación, la admiración y los parabienes de todos. El
argumento es: "en las mismas circunstancias, tú hubieses
hecho lo mismo, así que no tienes ningún derecho a criticar
o condenar esas acciones". Se lleva aprovecharse del prójimo
tanto como se pueda; se estila mucho el usar y tirar, aunque
se trate de personas. Y claro, cuando pasamos de la amistad
al amor, más de lo mismo: la conveniencia, cada vez más a
corto plazo, preside las relaciones amorosas.
Aquello de
antes, de un alquiler, un puesto de trabajo y un matrimonio
para toda la vida, ha pasado a la historia. El paquete
completo. Ahora las tres cosas son precarias: incluso el
amor, que depende de nuestra voluntad, lo preferimos a
precario.¿Por qué? Los antiguos contratos indefinidos
requerían per se una actitud positiva, conciliadora,
entre el casero y el inquilino, entre el patrón y el obrero.
En cambio ahora, no sabemos si es antes el huevo o la
gallina, o la precariedad ha endurecido el trato por ambas
partes, o el endurecimiento del trato por ambas partes ha
desembocado en la precariedad. El caso es que la precariedad
en el amor de la pareja está acompañada del endurecimiento
del trato, de la desconfianza mutua entre los contratantes,
del temor de que uno de los dos, a poco que se le tuerzan
las cosas, echará al otro a la calle.
Seguimos
añorando el contrato de alquiler y el contrato de trabajo
indefinido, y en cambio nos sentimos confortables en el amor
a precario. No es baladí lo que nos está pasando. Por eso,
todo movimiento de resistencia a este cambio a peor, ha de
ser saludado con alegría y promocionado pese a efectos y
defectos secundarios de poca entidad. ¿Que es una
americanada que no nos queda nada bien? ¡Bueno, y qué más
da! Aunque sólo ganemos un palmo de terreno para el amor,
habrá valido la pena. Si conseguimos que hacer el amor no
sea cosa de un rato, que eso es realmente muy poco,
poquísimo amor; sino que logramos como tan guapamente dicen
los ingleses vivir en amor, live in love, instalarnos
en el amor, habrá valido mucho, muchísimo la pena. Amor que
se hace en un rato es muy poco amor; igual que los hijos que
se hacen en un rato son muy poco hijos de quien así los
hace. Ojalá podamos agradecerle a san Valentín una mayor
duración del amor.