SANTORAL - ONOMÁSTICA

ONOMÁSTICA

Onomastika (onomastiká) es plural neutro del adjetivo onomastikoV (onomastikós), que se refiere a todo aquello que tiene que ver con la denominación. H tecnh onomastikh (e téjne onomastiké) o simplemente onomastikh (onomastiké) es el arte de denominar. To onomastikon (biblion) (to onomásticon (biblíon)) es el nombre que daban al vocabulario, es decir "el libro onomástico o de los nombres". Eso es todo lo referente al origen de la palabra. En otro momento me detendré en el verbo onomazw (onomátzo), que tiene alguna singularidad importante. No existe en griego ninguna palabra que se refiera a la fiesta onomástica, aunque por referencias de los historiadores sabemos con certeza que se celebraba. Eran normalmente los niños los que componían y ensayaban en la escuela ingenuos poemas que recitaban en la fiesta que dedicaban al homenajeado. Nos habla de ella especialmente Jenofonte en la Ciropedia.

La fiesta onomástica (la de celebración anual del propio nombre) es común a casi todas las culturas por una razón muy simple, y es que el nombre era la materia prima de la celebración del cumpleaños; es decir que si el cumpleaños aportaba la fecha, el nombre aportaba el contenido de la celebración. Era así porque en la celebración del aniversario del nacimiento, se rememoraba toda la fiesta que se hizo cuando nació cada uno: el hecho biológico era tan sólo el que marcaba el inicio de las celebraciones; su culminación era la solemne ceremonia de aceptación del recién nacido por el padre, con lo que éste asumía explícitamente su condición de tal y se comprometía a ejercer los derechos y los deberes de la paternidad; la maxima prueba de ello era la imposición del nombre (siempre compuesto de nombre y apellidos; lo que más se parece hoy al significado de esta ceremonia es el acto jurídico de darle a alguien los propios apellidos, con todo lo que ello implica). Este rito tenía la fuerza no sólo "religiosa", sino también jurídica de vincular al neonato con toda la familia; de injertarlo en el árbol genealógico. Por esto se entiende que en muchas culturas tuviese un lugar muy importante en esta celebración, el recuerdo de los antepasados de la familia que habían llevado el mismo nombre. Ellos eran en fin de cuentas la razón última de que se siguiese imponiendo a los nuevos miembros que nacían, porque de este modo se heredaban y se perpetuaban en la familia las virtudes que los antepasados habían acumulado en él.

Fue nada menos que Cicerón el que introdujo el concepto y el nombre de dies onomástica (que luego perdió el sustantivo) para referirse a la celebración del nombre, con independencia de las fiestas natalicias (que era donde de por sí le correspondía). Esto tuvo que ser algo muy frecuente, porque eran habituales las adopciones, en las que la imposición del nombre era independiente de las fistas natalicias. Otro tanto debía ocurrir con las eleuterias y las liberalias (las fiestas con que se celebraba y se conmemoraba la liberación de los esclavos) cuando el cambio de nombre iba ligado a la libertad, cosa muy frecuente. Con estos antecedentes casi cayó por su propio peso que el cristianismo hiciese prevalecer la fiesta onomástica sobre la natalicia (que sólo coincidían cuando era el cura el que imponía como nombre el del santo del día).

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