SANTORAL-ONOMÁSTICA

Santos del día 29 de Octubre

Maximiliano, Donato, Colmán, Germán, Honorato, Valentín, Narciso y Etelnoto obispos; Decencio, Germán, Fidel, Jacinto, Quinto, Lucio, Feliciano y Eusebia mártires; Eulalio monje; Berlinda, Elfleda, Marvina, Ermelinda y Cenobio confesores: Teuderio abad; beato Joaquín Royo y compañeros mártires.


VENUS

Venus es la diosa del deseo; por eso es posible que el origen de este nombre esté en la raíz sánscrita van, que significa precisamente deseo, y que da lugar al verbo de movimiento venire, con el que también se asocia este nombre. Es excesiva su antigüedad para que podamos darle alcance. La misma diosa aparece con distintos nombres en todas las culturas. Y es que ¿cómo puede un pueblo desarrollarse en plenitud si no diviniza el amor y el deseo? Es la misma historia, es el mismo reflejo del alma humana que se esfuerza por ennoblecer y santificar su instinto de reproducción igual que ha santificado y sacralizado su instinto de conservación en los ritos y en los sacrificios. La más antigua aparición de esta diosa la registramos en Fenicia con el nombre de Astarté, que tampoco está sola, sino asociada a Istar en Asiria y Athor en Egipto. Es una diosa del gran ciclo de la media luna creciente como símbolo de la fertilidad, representación cósmica de los cuernos del toro y de la vaca. Por eso la Venus prehelénica lució cuernos: fue la época de divinización de los bóvidos, que prestaron un servicio inestimable a la humanidad al relevarla de funciones que hasta entonces habían pesado sobre ella. Sólo así se explica el gran entusiasmo que despertó. Cuando Venus llega a Grecia con el nombre de Afrodita ha completado su transformación. Se ha deshecho de los cuernos; la vaca ha abierto paso a la mujer. A una bellísima mujer. Es la mujer. Con formas muy pronunciadas al principio, para acabar siendo el prototipo mismo de la belleza y de la seducción.

La Venus romana tuvo que mirarse en la Afrodita de los griegos. Antes había sido Feronia y Flora en sus manifestaciones itálicas como diosa de la naturaleza. Pero la fuerza de Venus era imparable. A la nueva diosa, que absorbió las funciones de las anteriores, se le asignaron los atributos de madre de toda fecundidad y fuente de toda belleza. Se multiplicaron sus templos y sus fiestas, se le consagró el mes de abril, se ensalzó tanto su virginidad (su condición de doncella) como su maternidad (Venus Mater se la llamó o Venus Genitrix, y Venus Felix, y Venus Vicrix). Todas las virtudes y todas las bendiciones tuvieron su asiento y su culto en Venus. Los mitos la hacen nacer como hija de Júpiter y Dione, esposa de Vulcano y amante de Marte. Todo el cielo gira a su alrededor. Pero antes la habían hecho nacer del Cielo y del Día, criatura cosmogónica que vuelve a aparecer naciendo de la espuma del mar, vestida de espléndida cabellera que adorna su desnudez. Es el principio de la fecundidad y de la generación universal, es el planeta Venus y es la luna al mismo tiempo, que preside y promueve desde el cielo toda fecundidad. Pero el pueblo no se conformó con una diosa ten celeste y lejana. La prefería más cerca, más parecida a lo mejor de sí mismo, a sus anhelos, a sus ideales, a su deseo. Así se transformó Venus en la diosa de la gracia y de la belleza, en la belleza misma.

Es ciertamente una feliz elección la del nombre de Venus: es honrar en el nombre lo que de mejor ha ido teniendo la mujer a lo largo de las culturas, es cultivar en sí misma el más alto ideal de mujer. Es todo un reto llamarse Venus. ¡Felicidades!

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