SANTORAL-ONOMÁSTICA

Santos del día 19 de Octubre

Pedro de Alcántara confesor; Juan de Brebeuf, Isaac Yogues y Renato mártires canadienses (S.J.); Pablo de la Cruz presbítero; Berónico, Tolomeo, Lucio y Varo mártires; Etbino, Aquilino y Zósimo obispos; Pelagia virgen; Fredeswinda abadesa; Laura viuda.


DIEGO

La forma latina de este nombre es Dídacus. Se sabe con certeza que se ha usado como variante de Santiago, pero no está claro cuál ha sido el proceso para llegar a esta forma. Se cree más bien que es un hipocorístico del nombre del apóstol. De todos modos, el nombre de Diego ha adquirido autonomía y tiene su propia historia y sus propios santos, de singular relevancia. Sorprende que Dídacus viene a ser la transcripción del griego didacoV (dídajos) que significaría instruido, experto, hábil, y que precisamente abunda entre los Diegos célebres el dominio de determinadas artes. El nombre de Diego ha tenido una gran difusión en los países de lengua hispana, y últimamente vuelve a gustar mucho.

San Diego alemán se distinguió no sólo por su vida edificante, sino también por su arte en el diseño y construcción de vidrieras. A él se debe el descubrimiento del amarillo transparente mediante el óxido de plata. A los 25 años fue a Roma en peregrinación a visitar los sepulcros de san Pedro y san Pablo. Al acabársele el dinero, tuvo que espabilarse por su cuenta, por lo que bajó hasta Nápoles y se alistó en el ejército de Alfonso de Aragón. Pero hombre piadoso como era, no le agradó la vida de soldado, por lo que se mudó a casa de un letrado, en Capua, donde era tratado más como un hijo que como un criado. A los cinco años decidió volver a su patria. Pero llegado a Bolonia, al entrar en una iglesia sintió un impulso tan poderoso que le empujaba hacia la vida religiosa, que pidió ser admitido como lego en el convento de santo Domingo. Allí le encomendaron los frailes el diseño y la pintura de las vidrieras de la iglesia del monasterio y de otras iglesias. Murió a los 84 años en 1491.

San Diego de San Nicolás o de Alcalá fue un humilde fraile franciscano que para ganarse la vida creaba esculturas de madera y objetos de cestería. Vivió algunos años en la soledad del desierto; pero viendo que su soledad no aprovechaba a nadie decidió hacerse fraile franciscano para mejor ser de utilidad al prójimo. Pasó a Canarias que en aquel entonces (hacia 1435) era tierra de infieles. Allí fundaron un convento y a pesar de ser lego, confiaron a Diego su dirección. Y efectivamente no defraudó a sus hermanos. Supo dirigir tanto a sus iguales como a sus superiores en grado, con caridad pero con firmeza. Fue convocado a Roma con motivo de la canonización de san Bernardino de Sena; las aglomeraciones de la ciudad eterna produjeron enfermedades en gran cantidad, por lo que tuvo que convertirse en enfermero. Se cuenta de él como milagro más singular, el que realizó en Sevilla. Resultó que el hijo de una pobre mujer se metió a descansar en un horno, pero desconociéndolo los encargados de éste, lo encendieron. Cuando lo supo la pobre madre, acudió a Diego en busca de consuelo. Y éste la mandó a rezar a la capilla, y allí le devolvió el hijo sano y salvo, rescatado del horno sin una quemadura.

La lista de Diegos es francamente larga: todos caracterizados por su habilidad y por su bondad. También se ha extendido este nombre en la geografía sobre todo de América central y del sur. Un nombre que ha tenido mucho auge. ¡Felicidades!

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