SANTORAL - ONOMÁSTICA

ONOMÁSTICA

Santos del día 29 de Junio

Santos Pedro y Pablo; Marcelo, Siro y Casio.


PABLO

Saulo (forma grecolatina del nombre hebreo Saúl = el deseado) era un hombre soberbio, convencido de que siempre tenía razón. Era por tanto intransigente y severo; pero cayó del caballo y a partir de entonces fue otro hombre. A raíz de su encuentro con el procónsul Sergio Paulo, a quien convirtió y bautizó, cambió de nombre. Pasó a llamarse Paulus, que significa "Pequeño". Sin perder la firmeza que le caracterizaba, empezó a ser realmente grande a partir del momento en que aceptó humildemente que sus grandezas eran humo. Porque san Pablo fue realmente un gran hombre, pero no lo fue desde su soberbia, sino desde la aceptación de su pequeñez. Fue tan grande el resplandor de este nombre, que llegó a ocupar un lugar muy avanzado en la lista de los nombres más apreciados de todos los tiempos. Prueba de ello son los más de 40 santos que con este nombre nos recuerda el santoral y los grandes Pablos que se han hecho un lugar en la historia, como Pablo Picasso y Pablo I, emperador de Rusia.

San Pablo apóstol nació en Tarso, ciudad libre del Asia Menor y capital de Cilicia. Era judío y al mismo tiempo ciudadano romano, un privilegio del que muy pocos gozaban. Pertenecía a la secta de los fariseos, que reunía a la florinata de los judíos. Estudió en la escuela rabínica de Jerusalén. Llegó a ser uno de esos defensores acérrimos de la ley de Moisés, fanático e intransigente, y como tal se sentía en la obligación de perseguir a los cristianos, que en aquel momento eran una especie de secta judía empeñada en extender a todo el mundo los privilegios que tenía el pueblo judío en el plano espiritual. Y fue cuando se dirigía a Damasco para hostigar a la comunidad cristiana que allí florecía, cuando cegado por un gran resplandor, cayó del caballo y oyó las palabras de Jesús, que se le apareció en medio de aquella luz: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Y se le cayó la venda de los ojos. A partir de entonces, comprendió Saulo que sus esfuerzos no tenían que ir encaminados a excluir de los beneficios del judaísmo a los demás pueblos, sino precisamente a extenderlos a todos los pueblos de la tierra; que la muerte de Jesús había valido la pena y que ése era el sentido de la redención. Su clarividencia fue total. Mediante sus cartas (epístolas) dotó a la nueva Iglesia de un cuerpo doctrinal del que carecía, e hizo de aglutinador de las comunidades de cristianos diseminadas por la mitad más oriental del imperio romano. Su espíritu viajero contribuyó en buena parte a mantener esta cohesión. Fue víctima de la ira de los judíos, que se la tenían jurada. Le prendieron en Jerusalén, y estaban ya a punto de matarlo cuando apareció el tribuno romano y se hizo cargo de Pablo. Éste apeló al César (era un privilegio de su condición de ciudadano romano) y conducido a Roma, tras un tiempo de prisión fue dejado en libertad. Pero como tantísimos miles de cristianos, fue víctima de la persecución de Nerón. Murió decapitado.

Celebran los Pablos su onomástica el 29 de junio, festividad de san Pedro y san Pablo. Un nombre dignísimo de celebrarse, porque en él coinciden modestia en el nombre y en las formas, pero eficacia y grandeza en la acción: el prototipo ayuda lo suyo, que llamarse como el gran apóstol es participar de su gracia. ¡Felicidades!

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