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EL SANTORAL DEL ALMANAQUE -
JULIO
Santos del
día 15 de Julio
Santos Buenaventura y
Felipe; santas Rosalía, Justa y Julia.
BUENAVENTURA
Es éste un nombre
procedente del italiano buona ventura. El primero que lo
llevó, san Buenaventura, se llamaba Juan, pero su apodo era Buona
ventura, y así le llamaba todo el mundo, con lo que acabó siendo
ese su nombre. Es el mismo caso que ocurrió con el nombre de
Francisco. Según la tradición, fue precisamente san Francisco de
Asís quien al serle presentado el pequeño Juan para que lo curase
imponiéndole las manos, exclamó al tiempo que lo curaba: "¡O
buona ventura! Y que a partir de entonces, todos lo llamaron
Buenaventura. El significado del nombre está al alcance de todos. En
España llamamos "buenaventura" a la adivinación que hacen las
gitanas por las rayas de las manos y por la fisonomía. Del mismo
grupo léxico que ventura son venturoso, aventura, bienaventuranza,
bienaventurado.
San
Buenaventura, llamado el doctor
Seráfico, forma parte del grupo de grandes hombres que en el
siglo XIII estaban crando un nuevo concepto de Europa y de la
cristiandad. Era realmente angelical. Siendo una de las mentes
privilegiadas de su siglo, era de una humildad y de una sencillez
cautivadoras. A los 17 años ingresó en la Orden de san Francisco y
acabados sus estudios fue enviado de profesor a la universidad de
París. "Este es un verdadero israelita, en el que Adán parece no
haber pecado", dijo de él el rector de la universidad. Los
cargos, los honores y las responsabilidades le perseguían. Fue
nombrado ministro general de su orden, y a fe que se notó su
rectitud aderezada con una paciencia y una bondad ilimitadas. En
1271 consiguió poner de acuerdo a los cardenales de los distintos
bandos, que se dirigían a él para pedirle consejo. El papa Gregorio
X, que salió elegido de aquel cónclave, le nombró cardenal y obispo.
Dicen que cuando llegó el nuncio del papa con el capelo
cardenalicio, tuvo que esperarse a que san Buenaventura acabase de
fregar los platos del convento: era su estilo, entraba en los turnos
de limpieza igual que los demás. El papa le encargó la preparación y
la dirección del concilio general II de Lyón. Murió en esta ciudad
el 15 de julio de 1274 (tres meses antes, yendo de viaje para el
concilio, había muerto santo Tomás de Aquino). Su entierro fue de
los que marcan época. Asistieron a él todo el personal del concilio,
el papa y el rey de Aragón, Jaime I el Conquistador. Su obra
más extensa (de 4.000 páginas en folio) son los comentarios a las
sentencias de Pedro Lombardo, y a partir de ahí una lista inacabable
de casi treinta obras, más 700 sermones (se sospecha que 200 de
ellos se le han atribuido sin ser suyos). Sólo en el siglo XV se
habían hecho ya más de 50 ediciones de sus obras. Cultivó
especialmente la teología del amor.
El 15 de julio
(algunos santorales señalan el 14) celebran su onomástica los
que gozan de este venturoso nombre. Un nombre singular, que por sí
mismo habla de buena ventura tanto para el que lo lleva como para
quienes forman su entorno. No es poco llevar la buena fortuna en el
mismo nombre, máxime compartiéndolo con un santo patrón que fue un
modelo extraordinario de bondad, de sabiduría y de buena ventura,
con un enorme poder de irradiación, que con seguridad ha de alcanzar
a sus homónimos. ¡Felicidades!
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