SANTORAL-ONOMÁSTICA -
ENERO
Santos del día
1 de enero
Solemnidad de
santa María Madre de Dios. Conmemoración del Nombre de Jesús
(en el rito de la Circuncisión; celebran su santo los que se
llaman Jesús, Manuel, Manuela y sus hipocorísticos).
Agripino, Frodoberto y Justino obispos; Almaquio y
Concordio mártires; Beatriz y Eufrosina vírgenes;
Vicente Mª Strambi confesor; Odilón y Guillermo
abades.
MANUEL
"Dios le
ensalzó y le dio un nombre que está por encima de todo
nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla
se doblegue, de los que moran en los cielos, en la tierra y
en los infiernos"
. Eso dice la Biblia acerca del nombre de Jesús. Es,
efectivamente, en la onomástica cristiana, el nombre con
mayor peso específico. Procede del hebreo Yehosuá,
que significa "Salvador". Es el nombre que le pusieron en la
ceremonia de la circuncisión, que era la que equivale a
nuestro bautizo. Pero la Biblia le asigna el sobrenombre de
"Emanuel", también hebreo, que significa "Dios entre
nosotros", indicando que ésta es la mayor bendición de que
pueden gozar quienes tienen la fortuna de vivir con él. Un
nombre, ciertamente, al que es difícil añadirle más belleza
y grandeza. Manuel y Manuela (familiar, Manolo y
Manola) abunda tanto en Andalucía porque así bautizaban allí
a sus hijos e hijas muchos de los moros y judíos conversos,
para manifestar de forma pública el testimonio sincero de su
conversión. Fue la integración de moros y judíos lo que dio
al nombre de Manuel la importancia y la extensión que tiene.
El avance de la Reconquista fue dejando
a lo largo de los territorios, antaño ocupados por los
árabes, importantes bolsas de población musulmana y judía
conviviendo en cierta armonía. Siendo como eran
imprescindibles para la economía de la nación, pero no
habiendo manera, por otra parte, de frenar el revanchismo de
los viejos cristianos - colectivo que intentaba mantener sus
prebendas - (y de aquellos que obtuvieron carta de tales sin
serlo), entendieron los políticos, eclesiásticos casi todos,
que debían hacer los máximos esfuerzos por integrar a estas
gentes en la cultura y en la lengua única del país, so
riesgo de poner en grave peligro la unidad de la nación.
Desarrollaron por tanto intensos programas de inmersión
cultural, y de conversión obligatoria a la religión y a la
cultura única de la nación. La Iglesia jugó un papel
decisivo en la consecución de la unidad nacional, moldeando
una nueva conciencia religiosa-nacional que dio espléndidos
frutos, pero que dejó tras sí grupos numerosos de
"aparentes" conversos. Eran los llamados marranos. Los Reyes
Católicos lanzaron la Inquisición contra ellos. La siguiente
vuelta de tuerca fue la "prohibición absoluta a los
moriscos de usar su idioma en público ni en privado, hablado
ni escrito; obligación de hablar el castellano, entregar al
presidente de la Audiencia todos los libros arábigos,
suprimir los ritos, trajes, nombres y costumbres,
destrucción de sus baños, obligación de tener las casas
abiertas..." (Pragmática de Carlos I, 1526). Otra vuelta
de tuerca: se negó validez a los contratos que no estuviesen
redactados en la lengua nacional, con lo que automáticamente
quedaron despojados de sus posesiones. Viendo que por
ninguno de estos medios se culminaba la unidad de lengua,
religión y cultura, decidieron por fin expulsarlos.
Fue el nombre de Jesús (en su forma de
Manuel y Manuela) el salvoconducto más
eficaz que tuvieron, tanto los conversos sinceros como los
marranos, para capear la presión cultural y política a que
estaban sometidos. En cualquiera de sus formas al nombre de
Jesús y al de Manuel se le asigna un poder como a ningún
otro. Un nombre que además de su fuerza intrínseca tiene el
sudor y el dolor y la resistencia y el ingenio con que se
labró. Llamarse Manuel es llevar el nombre más trabajado de
todos, signo y presagio de fortaleza y resistencia.
¡Felicidades!
Indice
|