SANTORAL - ONOMÁSTICA

JERARQUÍA

Arch (arjé) es el poder, el principado (de arcoV / arjós = el primero, el principal, el que va en cabeza, el que guía); y ieroV (hierós) significa sagrado. Así que ierarcia (hierjía) significará principado sagrado (la forma arcia (arjía) se usa sólo en los compuestos). El diccionario Bailly únicamente registra el adjetivo ierarcoV (hiérarjos) de tres terminaciones, con el significado de "a la manera del gran sacerdote". La palabra jerarquía se formó por tanto como un cultismo en el latín eclesiástico en la forma hierarchia (su expresión autóctona era coelestium ordo = orden, organización de los seres celestiales) pasando de ahí a nuestras lenguas también como cultismo y rebasando el ámbito eclesiático para pasar al político, al militar e incluso a las taxonomías de todo género. Para este ámbito de aplicación se creó el verbo jerarquizar con sus derivados sustantivos y adjetivos, con pérdida total del elemento "sagrado"; quedó por tanto únicamente el elemento "orden de prioridad o de grado".

La palabra jerarquía nació en el concilio de Trento, el de la Contrarreforma. La Reforma luterana se distinguió especialmente por negar la autoridad del papa sobre el resto de los obispos. Se basaba para ello en la falta de legitimación divina. La respuesta fue la palabra-tesis jerarquía, con la que se expresaron dos ideas: la primera, que el papado era un principado (-arcia (arjía)) sagrado ieroV (hierós); y la segunda (que no va implícita en los elementos que la componen), que de él emanan en un riguroso "orden jerárquico" las demás autoridades eclesiásticas. Con esta palabra nació el concepto, que definió y desarrolló por primera vez el concilio. Y fue tan certera la doctrina, que a partir de ahí se universalizó. Llegó a ser una de esas palabras como "control" y "organización", sin las que somos ya incapaces de concebir cualquier gestión ni cualquier orden. Distinguieron la jerarquía de orden (se refiere a las órdenes sagradas, en que es más un presbítero que un diácono, y más que ambos, un obispo), y la jerarquía de jurisdicción (un diácono puede tener la jurisdicción de una diócesis o el cardenalato o incluso el papado). Fue tan perfecta la doctrina que crearon en torno a esta palabra, que a partir de entonces ha sido imposible prescindir de ella: por eso está extendida a todos los órdenes de la actividad humana.

Si algún ámbito hay en el que se puede aplicar el concepto de jerarquía, éste es el de la onomástica, porque todos los nombres en su origen son sagrados y como tales conviene tratarlos. Trazando un paralelismo entre la distinción de la jerarquía eclesiástica y la jerarquía onomástica, parece razonable asentar que atendiendo a la jerarquía de orden hay nombres que tienen más categoría que otros por su origen (qué duda cabe de que desde la perspectiva religiosa cualquiera de los nombres y advocaciones de la Madre de Dios está por encima de todos los demás nombres, exceptuando si acaso, el de Jesús; esa es la razón de que "María" forme parte de muchísimos nombres tanto femeninos, como masculinos); pero hay que afirmar que en la jerarquía de jurisdicción el nombre de cada uno es el primero, el más valioso (exactamente igual que para una madre el primero es su hijo si es uno solo; y los primeros son sus hijos si son varios, y ninguno más que otros. Cada uno a su manera.

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