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REPORTAJES : Espectáculos | Ocio | Turismo | Deportes  Por Ferran Martínez Aira

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Los barceloneses se burlaban de la Pedrera que hoy idolatran

Por Lola Rojas y Ferran Martínez-Aira

La Casa Milà, conocida como La Pedrera se construyó hace más de cien años (1906) entre críticas y burlas de los barceloneses. Un siglo después, la obra de Antonio Gaudí es uno de los mayores iconos de la ciudad. La vivienda encargada por Pere Milà y su mujer, Roser Segimon, para residir en la nueva arteria del paseo de Gràcia, se encuentra en el solar en que ocupó el chalet con jardín de Josep Antoni Ferrer-Vidal que compraron los Milà en 1905. Tras construir la Casa Batlló y la farmacia Gibert y decorar el bar Torino (los dos últimos, desaparecidos), en 1906 se solicita permiso para comenzar a construir. Al año, el Ayuntamiento detuvo las obras porque un pilar ocupaba la acera sin respetar el alineamiento de las fachadas, pero Gaudí no hizo caso.

En 1909, el Consistorio reclamó 100.000 pesetas de multa a cambio de no derribar los 4.000 metros cúbicos que, según las ordenanzas, se habían superado. El derribo hubiera supuesto acabar con el desván y la terraza. Al final, las autoridades no cumplieron la sanción teniendo en cuenta el carácter monumental del edificio.

Gaudí construyó un edificio que contaba con todas las ventajas de la vida moderna, como ascensor, agua caliente, gas y garaje subterráneo, que lo convertían en una de las más confortables de la ciudad. Normalmente se adscribe al modernismo por ser ese el periodo artístico del momento. Sin embargo, La Pedrera es un edificio inclasificable, en el que naturaleza y geometría se unen a la libertad creativa y la imaginación desbordada de su autor. En opinión de Joan Bassegoda y Daniel Giralt Miracle, dos de las autoridades sobre Gaudí, es un edificio cercano al naturalismo organicista.

Hay quien mantiene que el edificio no se ha terminado e incluso que no tiene pleno sentido. La asociación Amics de Gaudí emprendió una campaña en 2010 para coronar el edificio con una escultura de la Virgen de bronce y cuatro metros de altura. Incluso presentaron el boceto en yeso creado por Etsuro Sotoo a partir de un dibujo conservado. Según la asociación, Gaudí encargó en 1909 al escultor Carles Maní que hiciera la maqueta para colocar el conjunto sobre la puerta de acceso. Por eso en la cornisa escribio: “Ave, gratia plena, Dominus tecum”. La Semana Trágica, o el hecho de que no gustara el proyecto, hizo que no se materializara. A los dos años la asociación sigue apostando por realizar la enorme escultura.

La construcción de un edificio suele ir acompañada de críticas. Pocos han recibido tantas como La Pedrera, mote que hace referencia al aspecto rocoso del edificio. Los humoristas gráficos del momento se cebaron. Picarol la imaginó en L’Esquella de la Torratxa como un garaje de dirigibles; Junceda, como una mona de Pascua, e Ismael Smith, como el fruto de un terremoto. Junto a las críticas crecieron las fantasías. Hubo quien sostuvo que era solo la base para construir el conjunto de la Virgen y quienes creyeron que los cimientos eran tan profundos como su altura. Y la más extendida: que en su interior las rampas permitían que los automóviles ascendieran hasta las viviendas.

El enorme edificio, en el que parece que está prohibida la línea recta, lo forman dos bloques independientes de seis plantas de altura, más un sótano, un desván y la azotea, unidos solo por su parte inferior y articulados alrededor de dos patios interiores, uno circular y uno oval. La fachada de este macroedificio es la que da unidad a las dos construcciones y uno de los mayores logros de Gaudí. Pero en realidad son tres fachadas: las de la calle de Provença, la del chaflán y la del paseo de Gràci. Las tres, construidas en piedra calcárea, son un mero revestimiento que no soporta ningún tipo de carga. Por eso Gaudí pudo abrir 150 ventanas que dan gran luminosidad a las viviendas.

La Casa Milà se proyectó como un edificio de viviendas: para los propios Milà, que se reservaron el piso noble, de 1.323 metros cuadrados, y para 15 inquilinos más, y pese a las críticas, tuvieron una gran aceptación desde el principio. En la actualidad, siguen viviendo cuatro vecinos en el edificio, que pagan un alquiler de renta antigua. En la planta baja continúa una de las tiendas que pronto ocuparon el semisótano donde estaba la carbonera. Es la sastrería Mosella, instalada desde 1928, que pronto cerrará, como anuncia en su escaparate.

Los muros de este edificio han vivido muchas historias en su siglo de vida. Durante la Guerra Civil fue ocupado por el PSUC, cuyo secretario, Joan Comorera, se instaló en el piso principal. En 1946, la viuda de Milà vendió el edificio a CIPSA, que construyó 13 apartamentos en el desván. En 1966 el piso noble se transformó en oficinas. También hubo un bingo, una academia, una fonda donde se servían cientos de comidas y ahora un centro cultural.

Hasta hace unos años la imagen de la Casa Milà era la de un edificio gris y sucio lleno de musgo y hongos debido a la contaminación. En 1986 Caixa de Catalunya compró el edificio e inició un completo programa de restauración, que ha comportado invertir 53,5 millones de euros (sumados los cinco de la compra), de todo el edificio, desde la azotea hasta el sótano.

En 1984 la Unesco la reconoció como Patrimonio de la Humanidad, junto al Palacio Güell y el Parque Güell. En el 2005 el reconocimiento se amplió a la Casa Vicens, La Cripta de la Colonia Güell, La Natividad de la Fachada y Cripta de la Sagrada Familia y la Casa Batlló.

La proyección de un audiovisual donde se explica con detalle la evolución de la Pedrera pone el colofón a la visita de unos 90 minutos que nos descubren a un genio visionario llamado Antoni Gaudí i Cornet, nacido en Reus el 25 de junio de 1852 y fallecido en el Hospital de la Santa Creu y Sant Pau el 10 de junio de 1926 a consecuencia de las heridas tras ser atropellado por un tranvía. La burguesía barcelonesa y la Iglesia fueron los mejores clientes de tan insigne arquitecto.

La Pedrera se visita de lunes a domingo (9h. a 18,30 del 4 de noviembre al 28 de febrero y de 9 a 20,30 del 1 de marzo al 3 de noviembre). Las visitas nocturnas en invierno comienzan a las 19 h, hasta las 21 h. y en primavera-verano-otoño desde las 21 h. a las 23. El precio de las entradas oscila desde los 25 euros hasta los 11 que pagan todos los residentes en Catalunya si hacen la reserva on-line.

 

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