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ARTICULOS - VALORES HUMANOS

UN NOMBRE DE SUSTRATO MÚLTIPLE

Hay nombres que aunque sean enterrados por lenguas y culturas sobrepuestas consiguen salir a flote, mediante la asociación o la asimilación de los términos más afines de la lengua invasora. No hay manera de sustituirlos o eliminarlos. Es el caso del nombre del monte Carmelo, monte cuyo carácter sagrado han respetado y promovido todas las culturas que por él han pasado, y las que han hecho de él un punto de referencia. En efecto, al superponerse la cultura romana a la semítica en que este nombre nace, se asimila sin reticencias al nombre hebreo Carmel el latino carmen, considerando a éste derivación de aquel, aunque en buena ley léxica no sea admisible tal inferencia. Pero no es directamente la cultura romana la que da este salto, sino la románica, a través de la lengua española, la que acaba de establecer el nexo entre ambas formas. Y al asociar ambos lexemas, asocia también las respectivas cargas semánticas ampliando así el valor significativo del nombre. Y no acaba aquí la ampliación de su valor, sino que aún le falta el fundamento que lo convertirá en uno de los más bellos nombres propios de mujer: la consagración de la histórica montaña sagrada a la Virgen María, introduciendo allí su culto mediante la construcción de una ermita y la dedicación de la orden religiosa que allí había, a difundirlo por todo el orbe cristiano. Desde este momento (año 1220), los que hasta entonces se habían llamado Fratres eremitae de Monte Carmeli (literalmente "Hermanos Ermitaños de la Montaña del Carmelo"), pasaron a llamarse Fratres Órdinis Beatíssimae Vírginis Mariae de Monte Carmeli ("Hermanos de la Orden de la Santísima Virgen María de la Montaña del Carmelo"). De este modo los nombres de Carmen y Carmela fueron uno solo, y se fundieron en ellos los valores ancestrales del monte Carmelo, los del Carmen latino y los de la Virgen María bajo la advocación del Monte Carmelo, llamada y conocida popularmente como la Virgen del Carmen. Es pues la orden religiosa de los Carmelitas y de las Carmelitas la que le añade a este nombre el atractivo que le faltaba para convertirse en uno de los más gloriosos nombres de mujer. Y curiosamente uno de los rasgos que distingue a esta orden es su pretensión de hundir sus raíces en el mismo profeta Elías, el que fue arrebatado al cielo por el carro de fuego, que habitó en una cueva del Monte Carmelo. A este, juntamente con el profeta Eliseo lo consideran su primer fundador. En efecto, hay constancia histórica de que desde entonces no dejó de haber en la sagrada montaña vida eremítica, transformada luego en monástica. Primero fueron los llamados "Hijos de los Profetas", una institución eremítica de tiempos de Samuel; les siguieron los esenios, y más tarde los terapeutas, que sin solución de continuidad dieron lugar a los primeros ermitaños cristianos, de los que cuenta la tradición que fueron los adelantados en venerar a la Madre de Dios. Pero es cuando en la Edad Media se lanzan los Carmelitas a las nuevas fundaciones por toda la cristiandad, cuando definitivamente arraiga la devoción a la Virgen del Carmen o del Carmelo, una de cuyas más claras manifestaciones es su adopción por los fieles como preciadísimo nombre propio de mujer. En la evolución de la orden carmelitana es obligado hacer mención al menos de las más insignes figuras de la mística cristiana: santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.

EL ALMANAQUE dedica hoy sus reflexión filológica e histórica a recorrer los afluentes que han vertido sus aguas vivas en el nombre de Carmen.