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ARTICULOS - VALORES HUMANOS

¡OJ-ALA!, y QUE DIOS TE LO PAGUE CON MUCHOS HIJOS

Tanto la bendición como la maldición son actos religiosos, son invocaciones en las que se implica a las fuerzas supremas en el cumplimiento de la bendición o la maldición. Son actos de culto mediante los que al tiempo que se invoca a la divinidad, se le reconoce la soberanía sobre nuestras vidas, y se pone en sus manos la ejecución de la justicia. La mal-dición se instituyó para evitar la mala-acción. Era dejar la venganza en manos de Dios. Nuestro "ojalá" es un residuo de esta práctica religiosa. Según unos es reducción de la expresión árabe in xa Aláh (si Alá quiere), y según otros, de wa-sa Allah (y quiera Alá), más acorde con el significado que actualmente tiene. En Aragón aún se dice "ojalá Dios", contentando así a un tiempo al Dios islámico y al Dios cristiano. Partamos pues de la base de que tanto la bendición como la maldición son un paso adelante en la resolución de conflictos, el único antídoto a las soluciones extremas antes de que existiese la justicia. Aquel a quien alguien salvaba la vida, se entregaba como esclavo a su salvador: era un precio muy alto, pero justo. Fue un alivio poder canjear ese precio por una bendición. Y fue también un gran adelanto el poder dejar la venganza de las malas acciones en manos de Dios, en vez de alimentar la espiral de violencia por cumplir con el sagrado deber del talión. Bendecir cuando toca bendecir, y maldecir cuando es el momento de hacerlo, son pues muy buenas acciones, cuya práctica deberíamos cultivar en aras de la salud de nuestra alma. Una posible colección de bendiciones y maldiciones, tendríamos que iniciarla con las bíblicas: en el mismo Génesis, cuando Dios acaba de crear los peces y demás animales marinos y las aves, dice el texto, los bendijo Dios diciendo: creced en número y multiplicaos, y llenad las aguas de los mares, y que los animales voladores se multipliquen en la tierra. Bendijo luego al hombre con parecida bendición, y en tercer lugar bendijo el descanso del séptimo día (esa es la razón por la que en nuestra cultura el domingo es el último día de la semana por ser el día de descanso, mientras que en otras culturas empiezan la cuenta de la semana en el domingo, el día del sol). Es de notar que el sentido de las mejores bendiciones está en la línea del "Que Dios te lo pague con muchos hijos", que hoy se dice irónicamente, pero que antes era el mejor deseo que podía formular para su benefactor una persona agradecida. Y también en el Génesis tenemos las primeras maldiciones: Dios arremete primero contra la serpiente (serás maldita entre todos los animales domésticos y las bestias salvajes), luego contra la mujer, y finalmente contra el hombre (maldita será la tierra por tu culpa; toda la vida pasarás penas y fatigas para poder comer de ella). Y sigue más adelante la maldición contra Caín: Serás maldito de la tierra, que ha abierto la boca para recoger de tus manos la sangre de tu hermano. Si empezando por Dios y continuando por los patriarcas se prodigan las bendiciones para los que hacen el bien, y las maldiciones para los que mal hacen, es justo entender que es bueno tanto bendecir al que nos hace bien, y hablar bien de él; como maldecir al que nos hace mal, y hablar mal de él. Lo que ya no tiene nada de limpio es andar dando vueltas para hablar de tal manera del que mal hace, que no se note que nos dolemos de lo que nos está haciendo, y que por eso le maldecimos. Es en este momento cuando toca recordar el precepto evangélico: Sea vuestro discurso sí, sí; no, no. Porque el resto viene del mal.

EL ALMANAQUE completa hoy el examen de la maldición y la maledicencia.