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La experiencia del contacto

En nuestra civilización, que llamamos occidental, la forma más común de comunicarse es a través de la vista y el oído. Casi todo lo que una persona percibe lo hace mirándolo o escuchándolo. Si alguien queda privado de la vista, se siente muy desamparado y se da cuenta de lo que ha dependido de este sentido. Quien es invidente, desarrolla muy especialmente el sentido auditivo.

Si caminas por tu ciudad de noche y hay una interrupción inesperada de la energía eléctrica, te habrás sentido inseguro de continuar caminando, porque te has acostumbrado a depender especialmente de la visión.

Sin embargo, poseemos otros sentidos tales como el gusto, el olfato y el tacto. Estos, incluso, aparecen primero en la evolución de las especies. El tacto, por ejemplo, lo usamos ampliamente en nuestros primeros días de vida. Es fundamental para el bebé sentir a su madre. No puede verla (aunque ella lo crea así), de modo que depende mucho de la audición, pero especialmente de sentir su piel.

Diversos prejuicios en nuestra civilización han alejado a las personas de la experiencia del contacto. Lamentable, pues nos estamos privando de la forma esencial de comunicación. Un abrazo, "de oso", sincero y cálido, no necesita palabras ni lecturas. Es todo un mensaje de amor, de comprensión y de aceptación. Abraza a las personas que amas y tendrán una experiencia vital mucho más exquisita.

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