PSICOÁNALISIS         Las PAREJAS contemporáneas

 

 

 

Sentir- Querer- Desear- Amar  

 

 

“Es muy difícil conciliar amor y cabeza.

En mi caso ni siquiera somos amigos”. Woody Allen.

Alguna vez le habrá pasado que cuando el corazón, y el deseo que el expresa, se hace escuchar, la cabeza, con su pensamiento parece ir en contra, pensando lo contrario o imponiendo una sanción. Es cuando el pensamiento se opone al deseo.

El deseo es una fuente inagotable, renovable, indomable, que oculta y clandestina se revela entre decires y no-decires, en sensaciones orgánicas como cosquilleos en el estomago, las mariposas en la panza de los enamorados, un sentimiento de hinchazón en los pulmones y en el corazón como el que siente el padre que abraza con amor a su hijo; en fin, cada vez que “sentimos” es porque hizo su aparición el deseo, es el que a su manera nos informa que estamos vivos, que el amor existe, que todavía podemos emocionarnos, conmovernos, quedarnos sin palabras, o como diría Alterio: “LA PUCHA SI VALE LA PENA VIVIR”.

 

No hay palabras para nombrar el deseo, no hay objeto “todo” que lo pueda colmar. El mercado con sus objetos de consumo juega a colmar el deseo, ofrece objetos sustitutos con la imposible promesa de la satisfacción total y garantizada, pero no alcanza, siempre hay otra cosa, algo más.
 

Deseo que se inmiscuye en nuestro hablar, que se desliza a través de las palabras, que no se deja atrapar, como si apreciara sentirse un pájaro libre que sube desde el pecho.
 

A veces se piensa para no desear, cuando nos enfrascamos en ese rumiar monótono, pesado y conformista, que en soledad nos atormenta con pensamientos que apelan a la racionalidad, a desresponsabilizarnos de lo que sentimos, a justificar nuestro miedo a sentir, a querer, a desear, a amar. El rumiar, en oportunidades se comparte con otros, es la soledad en compañía, donde se habla para no decir nada, no decir nada del deseo.

El pensamiento obsesivo se opone al deseo, -“¡No aguanto mas, la llamo y le digo lo que siento!”, Impulsa

el deseo, y un pensamiento conservador  y monótono que se opone: -“Mejor ahora no, a ver si...”.

 

El deseo se desliza en nuestros dichos pero se realiza en la acción. El deseo es verbo en presente, es un “Te quiero ahora y sin reproches”. El pensamiento obsesivo, el rumiar se expresa en tiempo pasado o futuro, así el deseo que es verbo es rememorado nostálgicamente en un pasado que ya fue: -“pensar que la quise tanto” o postergado a un futuro incierto: -“Sé que algún día lo voy a encontrar y entonces lo abrazare y.... Al deseo debe escuchárselo en presente, en el momento que se presenta y dice presente.
 

Alguien que se halla transitando un tratamiento psicoanalítico, habrá notado como a partir de cierto momento el pensamiento obsesivo emprende la retirada, comenzando a ganar terreno el deseo. El sujeto se siente más libre, sin las ataduras que aprisionaban sus sentimientos, se permite sentir, llorar, reírse de sí mismo. No comprende como pudo haber llevado la “vida” que llevo, esa forma de vivir la vida que ahora siente como ajena, sintomática, vida invivida, -“ porque no pedí ayuda antes, pense en consultar un montón de veces, pense que podía solo, no se, ahora siento,  todos esos años.”.
 

El paciente comienza a hacer la experiencia del deseo, se asombra, se siente parte de la vida, protagonista, responsable de su sentir, siente el ímpetu vivificador del deseo. Ya no vivirá la vida como una pena, sino que podrá decir: “VALE LA PENA VIVIR”.

EL ALMANAQUE   PSICOLOGÍA - PSICOANÁLISIS

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