La cultura gótica dejó en
toda Europa, y muy significativamente en España, un rastro esplendoroso. Pensemos en la
arquitectura gótica, inimaginable desde el arte clásico.
Los nombres godos
pasaron a formar parte del santoral español en plano de igualdad con los nombres de
procedencia latina y los de procedencia bíblica (hebrea). Llevar un nombre godo fue
durante siglos una señal de distinción.
Ernesto es uno de esos
nombres. Procede del teutón ernest, que significa "excelente". La
Enciclopedia Espasa hace una reseña de 37 príncipes, casi todos alemanes, que llevaron
el nombre de Ernesto.
San Ernesto fue un abad
benedictino alemán, que en una peregrinación que hizo a Tierra Santa para visitar los
Santos Lugares cayó cautivo en manos de
los musulmanes, que le condujeron a la Meca donde después de haber sufrido innumerables
penalidades y torturas, murió el 7 de noviembre de 1148.
Los ducados de Alsacia y
Suabia, de Austria y de Carintia, de Baviera, de Brunswiek-Grubenhagen y
Brunswiek-Luneburgo, de Cumberland, de Sajonia, de Coburgo y Gotha y tantos más que se
iban formando y transformando mediante las fusiones y divisiones de los herederos, fueron
los territorios de los que fue naciendo muy lentamente lo que hoy conocemos como Alemania.
Entre los príncipes de estos territorios el nombre de Ernesto ocupa un lugar muy
destacado.
Ernesto es sin duda un
nombre de príncipe, que evoca la idea de valor, junto con una gran calidad humana (no
todos los príncipes así llamados consiguieron estar a la altura de su nombre). Pero es
un buen acicate el llevar este nombre para aspirar siempre a ser "excelente".
En la familia, en el trabajo, con los amigos... Y más resistente que un roble, si es
eficaz la influencia del santo varón que tan dignamente llevó este nombre
