San Saturnino, primer obispo de
Toulouse durante el consulado de Decio y Grato (hacia el 250, en plena época de
persecución de los cristianos). Con las aportaciones de los paganos que logró convertir
al cristianismo, construyó una pequeña iglesia en la que se reunía con sus fieles para
celebrar los ritos litúrgicos.
Para ir a la iglesia, había de pasar necesariamente por delante
del capitolio de la ciudad, donde había un templo pagano. Los sacerdotes, viendo que
Saturnino les estaba quitando la clientela, y que sus oráculos ya no vaticinaban como
antes, un buen día se interpusieron en su camino para obligarle a sacrificar a los
ídolos. Saturnino se negó firmemente, por lo que los sacerdotes le ataron por los pies a
la cola de un toro bravo, que lo arrastró por las calles. En el lugar donde se detuvo el
toro con el cuerpo destrozado del Santo, los cristianos construyeron una iglesia que se
llama precisamente del Toro.
Otros cuatro Santos registra el martirologio con este nombre,
entre los que destaca por la leyenda de su martirio el esclavo Saturnino, que junto con su
compañero de esclavitud Sisinio, llevó a mal traer al prefecto romano que los quería
doblegar por la cárcel y las toruras. Y en vistas de que no sólo no lo conseguía, sino
de que todo ello provocaba la conversión de un número creciente de paganos, optó por
degollarlos. Su fiesta se celebra, igual que la de San Saturnino de Tours, el 29 de
noviembre.
Saturnino es un nombre de origen latino muy antiguo,
derivado de Saturno, que a su vez deriva de la palabra latina sator, que significa
"sembrador" y a cuyo entorno pertenecen las palabras "saturar" y
"satisfecho" (a través del adverbio satis, que significa
"bastante", de satus, participio de sero, que significa
"sembrar"). Saturno hizo su aparición, pues, en el cielo romano como dios
sembrador, como dios de la agricultura y de la naturaleza. Dicen las mitologías que de
Saturno aprendió el hombre las labores del campo y el amor a la naturaleza.
Dignísimas de destacar son las fiestas saturnales (Saturnalia),
las grandes fiestas de fin de año, que empezaron durando un día hasta que se
alargaron a 7 (del 17 al 23 de diciembre). El cristianismo absorbió una parte de estas
fiestas, y el resto siguió su andadura al margen de las celebraciones religiosas. Durante
las Saturnales los esclavos comían a la mesa con los amos y eran sus iguales, quedando
libres del servicio; se cerraban las escuelas; se jugaba a la lotería, cosa que el resto
del año estaba prohibida; se intercambiaban regalos, entre ellos antorchas; la gente
seria se permitía salir a la calle con ropa de casa a divertirse; reinaba un ambiente
general de alegría y regocijo. La víspera del primer día de las Saturnales, los niños
recorrían las calles gritando: Io Saturnalia!
Los Saturninos pueden sentirse felices de tener un nombre con tanta
solera.