Del verbo griego grhgorew (gregoréo), que
significa velar, vigilar, estar despierto, hacerse responsable de algo, procede el
adjetivo grhgoroV (grégoros), atento, vigilante, que primero fue un
sobrenombre, muy elogioso por cierto, para convertirse luego en el nombre propio GRHGORIOS / GrhgorioV (Gregórios), que ya desde los primeros siglos del cristianismo se
extendió considerablemente, debido sin duda a los hombres extraordinarios que llevaron
este nombre.
San Gregorio Nacianceno abre la lista de una
serie interminable de santos. Nació el 363. Fue obispo de Constantinopla, y se
distinguió por su brillante oratoria, por su capacidad de convicción, por el orden que
consiguió poner en las ideas en un tiempo de convulsiones ideológicas, por las grandes
conversiones. Tal era su fama de orador, que muchas personas, entre ellas San Jerónimo
(el autor de la primera traducción latina de la Biblia), acudían de lugares remotos a
oír sus sermones.
Digno de especial mención también San Gregorio
de Tours, obispo (siglo VI), que gobernó excelentemente la diócesis y dejó abundantes
obras Entre ellas los 10 libros de la historia de los Francos, San Gregorio Taumaturgo
y otros ocho santos con el mismo nombre.
Pero el que destaca por encima de todos, por el
lugar que ocupó en la Iglesia y en el mundo, fue el que encabeza la larga lista de los
Gregorios papas, San Gregorio I El Magno (siglo VI). Hijo de una noble familia
romana, optó por la carrera política, llegando a ser pretor a los treinta años.
Desengañado de las vanidades del mundo, fundó un monasterio en Roma, en el que él mismo
ingresó como monje. Se distinguió de tal manera, que pronto fue nombrado abad. Enviado
como nuncio del Papa a Constantinopla, salió con bien de su dificilísima misión. A la
muerte del Papa, fue elegido para ocupar el solio pontificio. En los tiempos difíciles
que le tocó vivir, supo sortear los peligros de cisma que asediaban a la Iglesia. Vivió
santamente, se distinguió por su mansedumbre y humildad, él que era realmente grande y
nos dejó una obra abundante, recogida en la patrística. Otros 15 papas adoptaron este
nombre, cada vez más lleno de fuerza y prestigio.
La fuerza de este nombre, que arranca desde su
propio significado y se acrecienta con cada Santo y cada Papa de enorme talla que le han
dado un gran esplendor, es como para sentirse reconfortado con él. ¡Felicidades!
