LEANDRO
San Leandro
nació en Cartagena (España) a principios
del siglo VI. Fue obispo de Sevilla. Tuvo que luchar contra el arrianismo en el que estaba
enrocado el rey godo Leovigildo, que le condenó al destierro porque ayudaba a su hijo y
heredero Hermenegildo, que luchaba en favor del catolicismo. Quien llevó la peor parte
fue el hijo del rey, Hermenegildo, a quien su padre persiguió hasta la muerte (lo hizo
degollar). Antes de morir el rey Leovigildo se reconcilió con Leandro, a quien confió la
educación de su sucesor Recaredo. Leandro fue el consejero del nuevo rey, cuya sincera
conversión consiguió, poniendo así fin a aquella sangrienta guerra de religión.
Se llaman también Leandro una sierra del Brasil, en el Estado de Río de
Janeiro, municipio de Itaguahy, y un río del Estado de Paraná, afluente del Coutinho.
Pero viene de más lejos todavía el nombre Leandro. Es de origen griego,
formado por leioV (dulce,
agradable) y androV (hombre),
y significa por tanto hombre dulce, agradable, de buen trato. Leandro se llamaba (y
de ahí el origen del prestigio del nombre) aquel personaje mitológico griego que se
enamoró de Hero, sacerdotisa de Afrodita, que estaba al otro lado del Helesponto. Al
oponerse su padre a ese amor, decidieron verse los amantes a escondidas, de modo que
Leandro atravesaba cada noche a nado el estrecho, guiado por la luz que en la otra orilla
tenía encendida la amada. Una noche la tempestad apagó la luz, y a la mañana siguiente
las olas devolvían a la orilla el cadáver de Leandro. Al verlo Hero, se arrojó al mar
desde lo alto de la torre.
Este mito inspiró a Museo, a Schiller, a Grillparzer, a Buenaventura Bassegoda y dio
lugar a la creación del personaje del joven enamorado, una especie de Don Juan, al que
llamaban el bello Leandro, que era el terror de los padres con mocitas casaderas.
Gran patrón y modelo tienen los Leandros en el santoral, y gran patrón tienen
también en la mitología. Son afortunados a poco que les alcancen las influencias
benéficas del nombre. ¡Felicidades!