AURELIO
Es un derivado de aurum, que significa "oro".
Entre los muchos derivados de este nombre, Aurelius sólo aparece en latín como
nombre propio, señal evidente de que es el resultado de la evolución de un nombre
común, muy probablemente aurarius, que significa orfebre, trabajador del oro. Y
siguiendo las leyes de la onomástica, el apodo, que en este caso correspondía al oficio,
se convirtió en nombre. Pero no un nombre cualquiera, sino el gentilicio de una de las gentes
(de las grandes familias) más influyentes de Roma, la gens Aurelia, de origen
plebeyo, tal como el propio nombre impone, pero que supo hacerse a sí misma y ocupar un
puesto muy relevante en la construcción de Roma. Ni que decir tiene que la belleza
intrínseca del nombre (a nadie desagrada el brillo del oro), la nobleza del oficio que
denomina y la calidad de las personas que lo llevaron, le añadió cada vez más
atractivo, más brillo y más esplendor. No olvidemos que fue el prenombre del gran san
Agustín, cuyo nombre completo era Aurelio Agustín. Y que en francés y en catalán, a
través de auréolus evolucionó a Auriol y Oriol. Es que realmente
se hace amable este nombre cuando trasladamos al alma las cualidades por las que el oro se
distingue de los demás metales.
San Aurelio (siglo V) era obispo de Armenia. Sufrió
persecución y fue a refugiarse a Milán, junto a San Ambrosio, preclaro obispo de aquella
diócesis. Les unió una gran amistad. A su muerte, San Ambrosio le dedicó una bella
oración fúnebre ensalzando sus virtudes. Pueden elegir los Aurelios cuatro fechas para
celebrar su onomástica: el 27 de julio, el 20 de octubre, el 12 y el 18 de
noviembre.
Marco Aurelio, el emperador filósofo, (121-180), era
miembro de una distinguida familia española (la gens Annia), y se llamaba Annio
Vero. Pero habiendo sido adoptado por el emperador Antonino Pío, en agradecimiento se
cambió el nombre por el de Marco Aurelio Antonino. A la muerte de Antonino Pío, pasó a
ser emperador. Su amor a la justicia, su carácter afable y el infatigable celo con que
asumió siempre sus responsabilidades, fueron los grandes distintivos de su personalidad.
Reinó 19 años y hubo de hacer frente a numerosas sublevaciones en la periferia del
imperio, y al problema de los cristianos en el interior. Entre tantas turbulencias tuvo
quietud de ánimo y tiempo para dedicarse a la filosofía. Adscrito a la corriente
filosófica entonces dominante, el estoicismo, contribuyó a la transición que esta
doctrina propició, desde la concepción romana del hombre, a la concepción cristiana,
diametralmente opuestas. Las enciclopedias registran media docena más de Aurelios
famosos, entre los que destaca un rey de Asturias (768-774). Se le asocia con la leyenda
del tributo de las cien doncellas, que cuentan que pagaba a los sarracenos cada
año para evitar la guerra. Las excelencias del nombre de Aurelio no necesitan
ponderación: su sonoridad es deliciosa, evoca imágenes de lo más reconfortante, tiene
santos patronos que le dan brillo también en el cielo, y los de la tierra jugaron un
excelente papel en la historia. Los Aurelios tienen brillantes espejos en que mirarse.
¡Felicidades!