LAS COSAS Y SUS NOMBRES  NOMINA RERUM                                    Mariano Arnal


RAZONAR 

No existe en latín un verbo rationare del que venga razonar, sino que hemos de ir al verbo ratiocinor, ratiocinari, ratiocinatus sum, deponente, una compleja verbalización del sustantivo ratio rationis (igual que de patro, patrocinium; más extensa la desinencia que el nombre, como el sufijo –mentum que tenemos en razonamiento). Eso nos da la forma “raciocinar”, que hemos desechado para quedarnos con su reducción en razonar. El significado de ratiocinari se ajusta al de ratio, y así nos habla en primer lugar de calcular, echar cuentas, contar, computar. Ratiocinari de pecunia no era razonar acerca del dinero, sino echar cuentas con el dinero. En coherencia, ratiocinator era el calculador, el que llevaba las cuentas, el tasador, el apreciador o valorador. Y el ratiocinium, por más que nos sorprenda, no era el raciocinio, sino el cálculo, el cómputo, la cuenta. 

Para llegar al origen hemos de seguir reculando: ratio es sustantivo de ratus rata ratum, participio perfecto pasivo de reor, reris, ratus sum, reri. Es el verbo formado a partir de res rei, que significa cosa. Ahí tenemos al final de todo, la cosa como sustancia de la razón. ¿Cómo es posible? No sólo es posible, sino también justo y necesario: todo animal tiene actividad mental o anímica (en cuanto a los animales superiores esto es indiscutible; recordemos que animal procede de ánima). Los animales irracionales se distinguen de nosotros en que cuentan con unos sistemas eficacísimos de comunicación anímica; en cambio no tienen capacidad de comunicarse cosas entre ellos. La razón es en efecto la capacidad de hacer operar a la mente con cosas en lugar de hacerlo sólo con sensaciones, emociones y sentimientos.  

¿Y cuál es la forma más elemental de captar las cosas y operar con ellas? La respuesta nos la da la inteligencia artificial. A los que nosotros llamamos ordenadores, los ingleses siguen llamándolos computadoras (calculadoras o contadoras), aunque son capaces ya de las más sofisticadas operaciones; pero conservan el nombre de la función con que nacieron. Es que el primer paso de la racionalidad es la simple consideración de la cantidad. Y, ¡oh maravillas de la mente humana y de la lengua que es su portadora!, también los romanos llamaron “contadora”, “computadora”, “calculadora” al mecanismo humano del pensar, a la razón, que eso significa ratiocinari, que hemos traducido por razonar; y su resultado el ratiocinium no es más que el cómputo, la cuenta, el cálculo.  

Es que el primer gran salto de la abstracción lo hizo el hombre al representarse las cosas en la mente, abstrayéndolas de tal manera que sólo tomaron de ellas la cantidad, la razón numérica. Y eso lo tradujeron físicamente representando las cosas por piedrecillas (cálculos en latín). Por eso al manejo de las razones numéricas, las primeras de todas las razones, se le llamó calcular. El hecho básico es pues que somos una especie que se distingue por su capacidad de meter en su mente además de contenidos anímicos, es decir interiores, cosas, es decir el mundo exterior. Entraron en primera instancia como piedrecillas, cálculos o números. Y a partir de ahí se fueron vistiendo y enriqueciendo.