LAS COSAS Y SUS NOMBRES  NOMINA RERUM                                    Mariano Arnal


ESCUELA 1 

He andado rehuyendo esta palabra por encontrarla demasiado difícil. Ahora, leyendo la Política de Aristóteles, precisamente el libro V (VIII), que trata de la educación, creo haber dado con la clave, justo en el doblete scolh (sjolé) y su contrario ascolia (asjolía), que suenan así a bote pronto como escuela y falta de escuela. Lo más llamativo es que el término original que hemos transcrito más que traducido como escuela, tenga un contrario que a nosotros nos falta, formado con el prefijo negativo a, hecho que ayuda decisivamente a acotar su significado. Adelanto ya que la scolh (sxolé) nos llevará a los entornos del ocio, que es el “quehacer” de los hombres libres y que encontraremos traducido al latín como ludus; y la ascolia (asjolía), la falta de escuela literalmente, nos llevará al trabajo 

Para Aristóteles la educación (paideia (paidéia)) es el necesario reflejo de la vida que, en ese momento, tiene dos formas antagónicas: la libertad y la esclavitud. A la primera le corresponde la scolh (sjolé), y a la segunda la ascolia (asjolía). Es importante que tengamos a la vista esta división fundamental para entender qué dice realmente Aristóteles, y sobre todo para proyectar su pensamiento si nos interesa, y si no su análisis, a la actual pedagogía. Y puesto que con tanto entusiasmo ha recurrido a él la pedagogía moderna, conviene tener también a la vista el juego, la paidia (paidiá) (¡cuán cerca de la padeia (paidéia)!), que para nuestro filósofo tiene razón de ser como alivio del trabajo, a título de medicina (jarmakeiaV carin (farmakéias járin)). Porque cuando se pregunta en qué hay que emplear el ocio (scolh (sjolé)), para el que educa la escuela, y por eso coincide con ella en el nombre, responde de inmediato: ou gar de paizontaV (u gar de páitzontas), no precisamente para jugar. 

Como el análisis será largo, me permito introducir un paréntesis sobre el papel de la política en la educación. Para Aristóteles es apodíctico que la educación es el primer deber del legislador (del nomoqethV (nomozétes), el que pone leyes); tanto, que por lo visto existía en su tiempo una figura especial, la del legislador sobre educación, al que se refiere repetidamente como toiV arcousi ouV kalousi PAIDONOMOUS, (tois arjúsi us kalúsi PAIDONÓMUS), los magistrados a los que llaman “PEDONOMOS”. Es el nombre nobilísimo que corresponde a las “autoridades educativas”, ministerios y consejerías de educación, en fin, a los que legislan y administran la educación y la enseñanza, los PEDONOMOS. 

He ahí pues, que para examinar a fondo de dónde viene y adónde va nuestra escuela, tenemos un elemento más, su arqueología (me refiero, claro está, a sus nombres más antiguos y a las razones que encierran, que eso propiamente son los logoi (lógoi) que dan lugar a las –logías). Nuestra enseñanza (que se llama así ¡por huir de la educación!) está en una crisis tan profunda que afecta no sólo a sus contenidos (peccata minuta), sino a su propia razón de ser, y por supuesto a su mismo nombre. Por eso la auscultación rigurosa de sus entrañas requiere que averigüemos en primer lugar a qué suenan sus nombres, para salir del tremendo qui pro quo, de la fatal confusión en que estamos atrapados.