ESCUELA 1
He andado
rehuyendo esta palabra por encontrarla demasiado difícil. Ahora,
leyendo la Política de Aristóteles, precisamente el libro V (VIII),
que trata de la educación, creo haber dado con la clave, justo en el
doblete scolh (sjolé)
y su contrario ascolia (asjolía),
que suenan así a bote pronto como escuela y falta de escuela. Lo más
llamativo es que el término original que hemos transcrito más que
traducido como escuela,
tenga un contrario que a nosotros nos falta, formado con el prefijo
negativo a, hecho que
ayuda decisivamente a acotar su significado. Adelanto ya que la scolh
(sxolé) nos llevará a los
entornos del ocio, que es el “quehacer” de los hombres libres y
que encontraremos traducido al latín como ludus;
y la ascolia (asjolía),
la falta de escuela literalmente, nos llevará al trabajo
Para Aristóteles
la educación (paideia
(paidéia)) es el necesario
reflejo de la vida que, en ese momento, tiene dos formas antagónicas:
la libertad y la esclavitud. A la primera le corresponde la scolh
(sjolé),
y a la segunda la ascolia
(asjolía). Es importante
que tengamos a la vista esta división fundamental para entender qué
dice realmente Aristóteles, y sobre todo para proyectar su
pensamiento si nos interesa, y si no su análisis, a la actual pedagogía.
Y puesto que con tanto entusiasmo ha recurrido a él la pedagogía
moderna, conviene tener también a la vista el juego, la paidia
(paidiá) (¡cuán cerca de
la padeia (paidéia)!),
que para nuestro filósofo tiene razón de ser como alivio del
trabajo, a título de medicina (jarmakeiaV
carin (farmakéias
járin)). Porque cuando se pregunta en qué hay que emplear el
ocio (scolh (sjolé)), para
el que educa la escuela, y por eso coincide con ella en el nombre,
responde de inmediato: ou gar de paizontaV
(u gar de páitzontas), no
precisamente para jugar.
Como el análisis
será largo, me permito introducir un paréntesis sobre el papel de la
política en la educación. Para Aristóteles es apodíctico que la
educación es el primer deber del legislador (del nomoqethV
(nomozétes), el que pone
leyes); tanto, que por lo visto existía en su tiempo una figura
especial, la del legislador sobre educación, al que se refiere
repetidamente como toiV arcousi ouV kalousi
PAIDONOMOUS,
(tois arjúsi us kalúsi PAIDONÓMUS),
los magistrados a los que llaman “PEDONOMOS”. Es el nombre nobilísimo
que corresponde a las “autoridades educativas”, ministerios y
consejerías de educación, en fin, a los que legislan y administran
la educación y la enseñanza, los PEDONOMOS.
He
ahí pues, que para examinar a fondo de dónde viene y adónde va
nuestra escuela, tenemos un elemento más, su arqueología (me
refiero, claro está, a sus nombres más antiguos y a las razones que
encierran, que eso propiamente son los logoi
(lógoi)
que dan lugar a las –logías). Nuestra enseñanza (que se llama así
¡por huir de la educación!) está en una crisis tan profunda que
afecta no sólo a sus contenidos (peccata
minuta), sino a su propia razón de ser, y por supuesto a su mismo
nombre. Por eso la auscultación rigurosa de sus entrañas requiere
que averigüemos en primer lugar a qué suenan sus nombres, para salir
del tremendo qui pro quo,
de la fatal confusión en que estamos atrapados.