LAS CLAVES LÉXICAS                                                                        Mariano Arnal


LA ENSEÑANZA, ESPEJO DE LA POLÍTICA

La lectura de los clásicos es como el rocío: cala hondo y no se desperdicia ni una gota. Estoy leyendo la Política, en la que Aristóteles sistematiza y racionaliza todo lo que se ha dicho y todo lo que tiene visto hasta entonces sobre la manera de organizar un estado (que en aquel momento es sólo una ciudad (poliV (pólis); de ahí la politikh (politiké), el arte de hacer funcionar la “polis”). Dice, por ejemplo, que es de lo más corriente y conveniente la comida en comunidad en lugares públicos, proveída por el estado que cobra para ello un impuesto especial; que los 7 años es la edad para que los niños se incorporen a las mesas comunitarias, y que los 21 han de marcar el final de la escuela (los pitagóricos crearon una gran afición a las razones numéricas: la división de la vida en septenios fue una de ellas). 

A la hora de poner los cimientos de la política, Aristóteles se apresura a decir que la educación es su piedra angular: que todo lo que tenga que ser la ciudad, lo será a partir de las aulas, y que si la comunidad no gana esta batalla, las tiene perdidas todas. Y por supuesto explica que cada régimen impondrá en la escuela su propio género de educación: el despotismo educa a sus ciudadanos para hacerlos totalmente sumisos al poder político absoluto; la oligarquía educa según sus propios principios y en orden a obtener sus propios fines políticos; y la democracia educa para su específica forma de entender la vida y la gobernación de la ciudad. 

Entiende Aristóteles que el fin primordial de la escuela es la educación según el régimen político (pues esa es la única forma de que sea aceptado y respetado un régimen por los ciudadanos); y que la enseñanza es algo secundario. No se aparta ni un ápice de la teoría y la praxis de todos los regímenes: todo cambio de régimen conlleva un cambio de educación, y tanto más profundo cuanto mayor es la distancia entre uno y otro régimen. Y en la transición de uno a otro régimen, el caos y la anarquía, exactamente igual que las leyes y las conductas en la vida política: entre que se desmorona un régimen y arraiga el siguiente, la transgresión de toda norma primero, y luego el cuestionamiento de todas las que le suceden, se convierten en la forma de vivir. Por eso dice Aristóteles en otro lugar que más vale aguantar con leyes arcaicas y obsoletas, que poner en cuestión las leyes por sistema. 

Si la educación es la primera tarea de todo gobernante, podemos servirnos de la escuela como del mejor test para conocer a los gobernantes. Más aún, los ciudadanos debiéramos fijarnos especialmente en la traslación a la escuela que hace todo programa político, para juzgar no solamente la bondad o la maldad (es que a menudo incurren en verdaderas maldades) del ideario educativo y de su plasmación en normas y programas. Justo ahí debiera empezar nuestro análisis, y trasladar al resto del ideario y del programa político del partido en cuestión, todo lo que vemos que es la escuela en razón de lo que en el momento hacen y defienden: es decir que hemos de proyectar en la política global, la imagen del aula y de la escuela. Si esa proyección resulta negativa, tendremos que desconfiar del político que por la vía de los hechos consumados nos ofrece una sociedad que acabará funcionando igual que la escuela.