LAS CLAVES LÉXICAS                                                                        Mariano Arnal


EL SABIO, EL SOFISTA Y EL FILÓSOFO

Del mismo modo que en el desarrollo de las artes los griegos alcanzaron unos niveles insuperables en cada género, y a partir de ahí ya no hubo avances, sino tan sólo abarrocamiento, así ocurrió también con la razón, que descubrieron como herramienta y desarrollaron al límite. Consiguieron los más altos niveles de racionalización: rompieron barreras que habían sido infranqueables hasta entonces. Saltaron de lo humano a lo divino, Iluminaron con la luz de la razón lo más recóndito y lo más remoto, y probaron la inmensa potencia del foco que habían descubierto.

Y hasta se atrevieron a crear mundos nuevos de razón, en busca sobre todo de un hombre nuevo: los filósofos, desde Pitágoras, venían buscando un modelo de hombre. Sócrates, Platón y Aristóteles hicieron grandes esfuerzos por crear sistemas nuevos: a Sócrates lo condenaron a beber la cicuta bajo la acusación de que corrompía a la juventud. En efecto, no se conformaba con la juventud: lo que pretendía era corromper a la humanidad, y lo consiguió en alto grado: dio pasos decisivos y sin retorno para apartar al hombre de su organización natural y de la confianza en sus instintos. "Sólo sé que no sé nada". Con esta sentencia cerró la puerta al conocimiento por los sentidos (rigurosamente individual e incomunicable), y la abrió a la filosofía (él fue el inventor de esta palabra, de los mundos que cierra y de los mundos que abre). Nos sacó del determinismo de la naturaleza para llevarnos al arbitrio de la razón, convertida en divertimento y arbitrariedad por la sofística. Imprimió un fuerte acelerón al proceso de racionalización.

Una vez aislada la mente de los sentidos y de la realidad, ya todo era posible: su discípulo Platón llevó tan lejos la autonomía de la razón, que le sometió toda la realidad, convertida en sombra. Reinventó el mundo, el hombre y la ciudad a partir de las ideas. Voló tan alto como era posible, y sedujo con su vuelo a las generaciones que le siguieron, en especial a los filósofos cristianos, que vieron en el mundo platónico el mejor camino para llegar a Dios.

En el viaje de vuelta a la realidad, Aristóteles empleó la herramienta de la razón para crear el mundo que tenía ante los ojos y palpaba con las manos. Era un viaje de vuelta, con las alforjas cargadas en el mundo platónico de las ideas: después de Platón las cosas ya no pueden volver a ser lo que eran, tan simples que sólo pudieran ser percibidas por los sentidos. La sustancia es más que los accidentes, aunque no pueda vivir sin ellos; la esencia es anterior y superior a la existencia, aunque sin ésta nunca percibiríamos aquélla; la forma está por encima de la materia, el alma enseñoreando el cuerpo. Del mismo modo que la informática no hubiese sido posible sin el sistema binario y la descomposición de toda realidad en los infinitos síes y noes que encierra, y que es lo único capaz de percibir la inteligencia artificial, así tampoco hubiese sido posible el racionalismo aristotélico sin el dualismo que implantó y ejercitó: para Aristóteles (y a partir de él para todo razonador), la cosa más simple ha de ser dividida en dos, siendo la parte invisible el alma y la razón de ella.

No fue nada fácil el recorrido de los sentidos y los instintos a la razón, de la sabiduría a la filosofía, de la evidencia a la inteligencia.