Este nombre procede del germánico
Nord-berht, con el significado de hombre del Norte. De igual raíz que Normán, cuyo
derivado femenino, Norma, fue popularizado por una ópera de Bellini, del mismo título, y
que ha conseguido que este nombre se hiciese popular en los últimos años. De san
Norberto podríamos decir que después de haberlo hecho a él, Dios rompió el molde. Es
único en el santoral y único en las enciclopedias, pero ocupando su nombre un lugar tan
digno como el que ocupan otros nombres abundantemente repetidos.
San Norberto nació en Xanten, ciudad del
condado de Cleves, alrededor del 1080, emparentado por su padre con la familia imperial
alemana y con la casa de Lorena por parte de su madre. Tuvo una juventud muy poco
ejemplar, incluso después de abrazar la vida religiosa y ejercer el oficio de capellán
de Enrique V. Pero un aviso serio del cielo le cambió la vida. Fue el año 1114. Iba
Norberto de viaje y un relámpago lo tiró de la mula, haciéndole perder el conocimiento.
Entendió el clérigo disoluto que no iba por buen camino y que era urgente cambiar su
estilo de vida. Pero él era un clérigo "normal". Se había estado comportando
poco más o menos como los demás clérigos. No bastaba, por tanto, su propia conversión.
Había que salir de aquella peligrosa normalidad eclesiástica para ofrecer a los fieles
un ejemplo más acorde con el Evangelio. Intentó convencer a los canónigos de las
catedrales, pero al no conseguirlo, vendió todos sus bienes y repartió el producto entre
los pobres. Libre del lastre de sus riquezas, se dedicó a recorrer Francia y Alemania
predicando su mensaje. Era tal la fuerza de convicción que emanaba de sus palabras y de
su conducta, y tal su espíritu de comprensión y concordia con que predicaba, que se
ganó el respeto de todos y pronto tuvo un buen número de seguidores, con los que fundó
una nueva orden religiosa, basada en una vida más rigurosa y propia de los seguidores de
Cristo. Levantó su primer monasterio en Premontré (en el bosque de Coucy, cerca de
Reyms, Francia), de ahí que les llamaran premonstratenses. En uno de sus viajes, se
cruzó Norberto en Espira con el emperador Lotario II, quien le obligó a aceptar el
arzobispado de Magdeburgo, para el que fue consagrado el 25 de julio de 1126. Desde su
sede arzobispal quiso extender la reforma eclesiástica a toda la diócesis, y fue tal la
resistencia y la oposición que encontró, que se agruparon los enemigos de la reforma y
fueron violentamente contra él, hasta el punto que tuvo que huir para salvar la vida.
Así estaba el clero en aquella época. Mientras estuvo en Italia fue nombrado canciller
imperial y cultivó la amistad del papa Inocencio II y de san Bernardo, que estimanban en
mucho su prudente y sabio consejo. Pudo regresar al cabo de unos años, una vez apagados
los odios que le hicieran huir. Regresado a su patria y a su diócesis, murió santamente
el 6 de junio de 1134. Fue canonizado en 1582.
Los Norbertos pueden sentirse ufanos de la singularidad de su
nombre, con un santo patrón que él solo recorrió todas las formas de vida, desde la
nobleza, a la pobreza, desde la disipación a la virtud, de la conciliación al
enfrentamiento y de todas salió con bien. Un espléndido espejo en que mirarse.
¡Felicidades!