EUGENIA

EugeneioV, eugeneia (eugéneios, eugéneia) es un adjetivo griego del que derivan los nombres de Eugenio y Eugenia, y significa bien nacido, bien nacida, de buen linaje, de buena índole, noble. Fue en griego y sigue siendo en sus traducciones, uno de los mejores elogios que se suelen hacer de una persona. Con él se expresan las cualidades innatas, las que forman parte de la naturaleza de cada uno, aquellas con las que ha nacido. El prefijo eu (eu) significa "bien", y geneioV (géneios) geneia (géneia) significa "engendrado, engendrada"; con lo que el significado primitivo de este nombre es "bien engendrada". Se utilizó mucho, no sólo en el griego clásico, sino también en la coiné como sobrenombre elogioso, designando especialmente la nobleza de espíritu, y de ahí pasó a convertirse en nombre propio cuya fuerza y belleza seduce a cuantos conocen su significado.

Santa Eugenia mártir de los primeros tiempos de la Iglesia. Su culto estuvo muy extendido desde los primeros siglos. La patrística cita el dístico que desde el siglo IV figuraba en la iglesia de san Avito: Eugeniae dudum toto celebérrima mundo / fama fuit, dum dat Christi pro nómine vita. (La fama de Eugenia fue célebre en todo el mundo porque dio la vida por el nombre de Cristo.) Con ser tan grande su celebridad, son escasos los datos biográficos que de ella se conservan. Cuenta la tradición que era Eugenia hija de Felipe, el prefecto de Alejandría que luego fue obispo de esta ciudad y sufrió el martirio. Cuenta asimismo que los santos Proto y Jacinto, que también sufrieron martirio, eran esclavos suyos. Fue ella misma quien les transmitió la fe en Cristo. También ella sufrió persecución y fue sometida a suplicio y muerte detrás de sus esclavos.

Las Eugenias celebran su onomástica el 11 de septiembre; pueden optar también por celebrarla el 3 de enero, en que se conmemora el martirio de santa Eugenia de África; o el 26 de marzo, conmemoración del martirio de santa Eugenia de Córdoba (Marmolejo), víctima de la persecución sarracena el año 923. En cuanto a la forma masculina de este nombre, ha sido también sumamente apreciada: dieciocho santos, entre ellos cuatro papas, lo llevaron. Se llamaron también Eugenio un emperador romano, siete reyes de Escocia y varios príncipes de casas europeas. Pero nadie como la emperatriz Eugenia dio lustre a este nombre. Nació en Granada (1826) y murió en Madrid en 1920. Vivió casi un siglo. Fue emperatriz de los franceses. Su apoyo al proyecto del canal de Suez fue decisivo.

Es el de Eugenia un nombre lleno de fuerza, que emana de su propio significado. Los nombres, como creían nuestros antepasados, tienen cada uno su propia virtud, y actúan como un talismán. El de Eugenia sabemos en qué dirección actúa: empuja a quienes lo llevan a ser coherentes con su nombre y a cultivar la nobleza de espíritu, la magnanimidad, la confianza en las propias fuerzas y toda la virtud que emana del mismo nombre; fuerza y virtud que han ido incrementando cada una de las grandes mujeres que lo han llevado. Por ello las Eugenias pueden legítimamente sentirse orgullosas de su nombre y llevarlo como salvaguarda de la nobleza de espíritu que con él pregonan. ¡Felicidades!

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