Juegos Olímpicos : MITOLOGIA  

Zeus

Afrodita

Crono

EL INVENTO DEL TIEMPO

Tempus fugit El tiempo huye

Todo fluye, panta rei (pánta réi), que decía Heráclito. Ni siquiera podemos bañarnos dos veces en el mismo río (en la misma corriente), porque de una vez a otra, el agua ya no es la misma. Los filósofos griegos, y antes que ellos los que subsistían gracias a la agricultura y la ganadería, se enfrentaron al enigma del tiempo: y no por afán especulativo, sino por puro instinto de conservación. Hoy tenemos tan dominado el tiempo a través de los cronómetros, calendarios y almanaques, que ni siquiera podemos imaginarnos el enorme esfuerzo que tuvo que hacer la humanidad para percibirlo primero y luego definirlo como una realidad tan esencial como el espacio, a fin de medirlo y controlarlo igual que medía y controlaba el espacio. Fue preciso aprenderse todo el firmamento, poner nombre a las estrellas y constelaciones, entender las órbitas de los planetas y trazar caminos en el cielo, para llegar a percibir el tiempo como una dimensión de la vida y de la actividad humana. 

Sin tiempo podía haber caza y recolección, pero no agricultura ni ganadería. El cazador y recolector no dependía del tiempo cronológico, del que ni siquiera necesitaba tener noción, sino tan sólo del tiempo climático. Pero tampoco de éste necesitaba ser consciente, pues al igual que los demás animales que no hibernan, era trashumante y se desplazaba a grandes distancias en busca del clima que le permitía alimentarse y no pasar frío. Era un eslabón más de su cadena ecológica, y se desplazaba con toda ella. Para eso no necesitaba la inteligencia: le bastaba el instinto. 

Pero cuando decidió independizarse de su cadena ecológica y montar por su cuenta una nueva, con un diseño distinto del que regía en toda la naturaleza, lo primero que necesitó controlar fue el tiempo, tanto el atmosférico como el cronométrico. Al dejar de ir tras el sol, tuvo que descubrir y controlar el viaje que hace la tierra a su alrededor y fijar el año como unidad principal de tiempo para la agricultura y la ganadería. Y una vez descubierto este ciclo, dividirlo en las dos mitades que marcan los solsticios, tan celebrados desde que existe el tiempo; y luego añadirle las otras dos que marcan los equinoccios, para fijar las estaciones; y seguir subdividiéndolo en unidades menores regidas por las evoluciones de la luna. Vio que ésta era la única forma de controlar el tiempo atmosférico, que era el que en realidad le importaba para dominar los ciclos de crecimiento y reproducción de sus plantas y de sus animales. 

Por eso, tan pronto como tuvo conciencia del tiempo, lo divinizó. Y como se trataba de una divinidad demasiado importante para dejarla en la abstracción, la cruzó con otras divinidades que nacieron y crecieron con el hombre. En la mitología griega y romana fueron Crono y Saturno, a los que con dos nacionalidades distintas el afán de los mitólogos por compatibilizar el Olimpo griego con el Panteón romano y con las mitologías vecinas fundió en una sola divinidad. Pero hay notables diferencias entre uno y otro: Saturno es un dios ancestral, posiblemente igual que Crono, el padre de Zeus; mientras que el dios del tiempo que se fundió con él es un dios conceptual. A ambos nos los representa la mitología comiéndose a sus hijos, como si este fuese el elemento cultural que marca un antes y un después en la evolución del hombre. 

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