Juegos Olímpicos : MITOLOGIA  

Zeus

Afrodita

Crono

DIOS 

El nombre y el concepto de Dios no se desarrollan en paralelo. Son líneas que siguen caminos a veces convergentes, a veces divergentes, y paralelas sólo de vez en cuando. Así pues, en el estudio de este nombre no podemos aceptar como idea de Dios la que en cada momento se deduce de su nombre. Mucho más razonable es recurrir a los atributos, componiendo con ellos y el nombre el concepto vigente. 

Empecemos de todos modos por el nombre. Dios procede del latín Deus. No hay duda. Pero tampoco es sencillo el proceso que dio lugar a este salto. Hay que empezar por dejar sentado que el paso del latín al español se produce a través del acusativo (el que corresponde a la función de complemento u objeto directo). Eso es así porque el sujeto más frecuente (en caso nominativo) son la primera y la segunda persona del verbo; es decir los pronombres yo y tú. Las demás palabras aparecen con mucha mayor frecuencia en la función de objeto (en acusativo) que de sujeto (en nominativo). De todo lo cual se deduce que era Deum y no Deus la palabra que debía transformarse en Dios. Y en efecto, así lo tenemos en catalán (Déu), donde sólo se pierde la m y en la mayoría de lenguas románicas. De donde cabe sospechar que el español haya sacado su nombre de Dios del plural Deos. Si eso fuese cierto, tendríamos un reflejo del politeísmo relativo en que vivió España bajo la dominación musulmana. 

En cualquier caso, donde se presenta la dificultad léxica es en el origen del Deus latino. La etimología clásica lo hace provenir del griego qeoV (zeós), pero no está nada claro. En ese caso hubiese mantenido la grafía th con que se transcribe en latín la q (zeta) griega. Y Deus no tiene apariencia de palabra importada. Parece más bien que su forma arcaica fue deivos, de la que pasó a divus, ambas formas adjetivas emparentadas con el nombre de Zeus pero en genitivo: DioV (Díos), que coincide con el adjetivo de igual forma que significa divino. No es en absoluto trivial pasar de la condición sustantiva a la adjetiva. No es lo mismo ser dios que ser divino. Dicho de otro modo: en el concepto griego de dios, el adjetivo divino es muy anterior al sustantivo, que no es qeoV (zeós), sino dioV (díos), y que no fue en absoluto exclusivo de los dioses, sino que lo compartieron profusamente los hombres y los fenómenos de la naturaleza en la medida en que se les dotó de una réplica antropomórfica. 

¿Dónde nace pues el concepto de divinidad que vemos asignado en la cultura griega a dioses y hombres? Lo que parece evidente es que queda a gran distancia de la idea semita de Dios, relacionada más bien con la dominación absoluta sobre el hombre. Tanto que el término semita que traducimos como Dios no es ni más ni menos que el de Señor (El en las lenguas semíticas). Tanto que el primer nombre que aparece en la Biblia (en el libro del Génesis) denominando a Dios es Eloím, el plural de El; que antes de tener la idea preconcebida de Dios se debería traducir como “Los Señores”. 

Y es importante constatar que en la cultura cristiana han persistido los dos nombres de Dios: el que nos legaron los romanos, Dios, y el que nos viene del mundo semita: El Señor.


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