Juegos Olímpicos : MITOLOGIA  

Zeus

Afrodita

Crono

EREBO 

EreboV (Érebos) es un nombre común que significa sombra, tiniebla, oscuridad. Siguiendo la norma en que se basa la primitiva teogonía griega, se personifica esta realidad convirtiéndola en el dios Erebo se le incluye en la genealogía de los dioses y se le construye una biografía esquemática. Según ésta, el Caos primigenio tiene dos hijos: EreboV (Ërebos) y Nux (nyx), la Noche. De la unión de los dos hermanos nacieron, según la Teogonía de Hesíodo, el Éter y el Día. El nombre griego del primero es Aiqhr (aizér), que transcrito al latín dio Aether, del que nacerá el concepto primero de éter como región superior del aire, y luego el de eternidad. El Día se llamaba en griego Hmera (Hémera)

Se dio también el nombre de Erebo al río de los infiernos y al mismo infierno. En poesía se toma a Erebo por la noche misma, o por el dios que preside la noche eterna, que precede y que sigue al tiempo, símbolo del imperio de los muertos. En la cosmogonía griega (estamos con los dioses cosmogónicos, más que mitológicos) Erebo son las tinieblas y su personificación. De ahí que se de también el nombre de Erebo a la región subterránea en donde habitan los muertos y reinan aquéllas. Esta región se extiende bajo tierra tanto como el cielo sobre nosotros. 

Los griegos diseñaron a partir de este mundo de las sombras un ente muy parecido al infierno cristiano, pero sin los tormentos de éste. Como entidad distinta aparece el Tártaro, que es tan sólo una parte de la región infernal, la más profunda, destinada a los dioses destronados, mientras que con el nombre de Erebo se designa la totalidad del mundo tenebroso. Los hermanos Erebo (las tinieblas) y Nyx (la noche) personificaban, respectivamente, los principios masculino y femenino de la oscuridad primordial. Ocasionalmente se da también el nombre de Erebo a las profundidades marinas. 

Para Homero el Hades es sinónimo del Erebo. Es el infierno (infra) porque se halla en las profundidades de la tierra, no porque sea lugar de suplicio. En él las almas llevan una vida muy sutil: no son totalmente vivientes, sino que llevan una existencia fantasmal, como de sombras, sin fuerza física en los miembros y sin voluntad en el alma. Asimismo carecen de voz, que como mucho es sustituida por una especie de suave silbido. Esa falta de vitalidad hace que ni siquiera se pueda sufrir ningún suplicio en ese infierno, en el que por otra parte no hay esperanza alguna, pues de él no se puede volver al mundo de los mortales. 

La concepción de este mundo subterráneo nace probablemente de los ritos funerarios del enterramiento (no hubiese podido nacer de los de incineración). El difunto, exangüe si moría de muerte natural, es decir en el combate, entraba totalmente debilitado en ese mundo inferior, prácticamente sin alma, y seguía su vida así de apagada en la región de las sombras, vagando sin rumbo y sin descanso. Es la noche eterna, el mundo de las tinieblas, frente al que el cristianismo propugnará para sus difuntos la luz eterna. 


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