Juegos Olímpicos
: Léxico
DEPORTE II
"Muchos animales juegan, pero el homo
sapiens es el único animal que ha inventado los deportes" Así
empieza la Enciclopedia Británica su largo artículo sobre los deportes.
Me importa resaltar la fuente, porque a continuación, tras ensayar una
definición, se ocupa de la etimología, y afirma: la actual palabra sport
deriva del inglés medieval disporter, que se refería a alegres
(lighthearted) actividades recreativas. Doctores lexicólogos
debe tener la ilustre Británica para hacer esa afirmación; dando por
supuesto, pues, que eso sea así, nos encontramos con que aunque fijemos
la etimología de nuestra palabra deporte sin pasar por el inglés
sport, llegaremos al mismo lugar.
Estamos, tanto en inglés como en español,
en la raíz latina portare. Ignoro cuál ha sido el recorrido de
este verbo para llegar al comportamiento, a portarse y a
los transportes de alegría o de cualquier otra afección anímica,
partiendo del reflexivo transportarse como "enajenarse de
la razón o del sentido, por pasión, éxtasis o accidente (Espasa).
Pero ahí está esa línea significativa a que ha dado lugar el verbo portare.
Mejor aún es la definición que da María Moliner de transportarse:
Caer en un éxtasis, arrobarse. Embelesarse. Enajenarse. Extasiarse.
Quedarse tan absorto en la contemplación de una cosa exterior o que se
tiene en la mente, que los sentidos y la razón dejan de funcionar para
cualquier otra cosa. Y en la misma línea tenemos deportarse,
que además de referirse a la autodeportación, se usó en tiempos con
el significado de retirarse o detenerse a descansar en algún sitio;
y también divertirse, en la misma línea de significado, puesto
que divértere significa en latín apartarse del camino.
He ahí cómo las raíces del deporte
nos ayudan a explicar su enorme poder de enajenación, a entender las
pasiones que levanta; y no tanto para el que lo practica como para el
que lo contempla, que según la más estricta y leal etimología, más deportista
es el espectador que el jugador (en especial si este último es un
profesional, es decir si para él el deporte no es una diversión ni un
juego). Es pues el deporte un fenómeno de espectadores, más que
de jugadores. Son aquellos los que realmente juegan, los que hacen deporte.
La más auténtica diversión es la de los espectadores, no la de los
deportistas. Y eso ha sido así desde que se inventó el deporte,
cuyo mejor sinónimo sería competición. Es de ahí de donde
surge la pasión: de la competición.
Precisamente el mayor fenómeno
competitivo, los Juegos Olímpicos (juegos se llaman, no lo
perdamos de vista), nos viene de los griegos. El fútbol en este momento
los ha desbancado. Pero estamos en el mismo punto que hace 3000 años:
son muy pocos los que compiten, pero infinitos los que se divierten
contemplándolos, apostando por la victoria de uno o de otro. Ese género
de diversiones formaba ya parte de los ritos más antiguos. En el en
ritual funerario de Patroclo, en la Ilíada, se producen las
competiciones entre guerreros: a muerte. El caído formaba parte de los
sacrificios que se dedicaban al difunto. El panis et circenses
nos advierte de la gran afición de la plebe romana a contemplar las
competiciones de hombres entre sí (gladiadores, reciarios, etc.) y de
hombres con las fieras. Los espectadores vibraban con el espectáculo.
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