Manuel
Elkin Patarroyo
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Nacido
en Colombia el 3 de noviembre de 1947, estudió Medicina en la
Universidad Nacional de Bogotá y completó sus estudios
mediante varios viajes a la Universidad Rockefeller de Nueva
York.
Su interés por la investigación biomédica le llevó ya a
crear un laboratorio que será el germen del posterior
Instituto de Inmunología, donde se desarrollará su principal
actividad.
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En un principio, muestra mayor interés en el estudio de los marcadores
genéticos, comprobando que existen factores internos dentro del
organismo humano, de carácter genético, que predisponen a la adopción
de determinadas infecciones.
En esta misma línea de trabajo, logra determinar en 1979 las características
genéticas que hacen a un sujeto ser más vulnerable ante determinadas
enfermedades infecciosas, como la lepra, la tuberculosis o la fiebre
reumática.
Con ello, permite abrir una vía nueva de investigación en la lucha
contra estas enfermedades, pues se puede pensar en una medicina
preventiva que se centraría fundamentalmente en los sujetos
predispuestos genéticamente a contraerlas.
Más adelante, da un cierto giro a su carrera al centrar su investigación
en el estudio de las vacunas, fundamentalmente contra la malaria,
enfermedad que afecta a millones de personas en el mundo y que afecta,
casi exclusivamente, a las poblaciones del Tercer Mundo, donde las
condiciones sociales, económicas, higiénicas, ambientales y
alimentarias dificultan, cuando no propagan, la erradicación de la
enfermedad.
Sus trabajos de laboratorio le permiten descubrir un primer prototipo de
vacuna, a base de la combinación de varias proteínas sintetizadas
mediante un proceso denominado SPf66. Con ello, Patarroyo no sólo halla
un principio capaz de prevenir el contagio de la enfermedad, sino que
descubre también un procedimiento para desarrollar íntegramente en
laboratorio una vacuna.
Aunque la eficacia de la vacuna contra la malaria no es todo lo
aceptable que se podría desear, pues según los estudios se sitúa en
un porcentaje de entre el 40 y el 60 % de los pacientes inoculados -en
niños menores de 5 años puede alcanzar el 77 %-, no obstante los
resultados permiten albergar notable esperanzas acerca de la erradicación
de la enfermedad, más aun cuando nuevas investigaciones en curso
terminen por perfeccionarla.
Otro hecho que honra a Manuel Patarroyo es su negativa a ceder o vender
la patente de su vacuna a las multinacionales farmacéuticas, pues es
consciente de que esto elevaría considerablemente el precio del
producto final y perjudicaría especialmente a los más desfavorecidos,
aquellos a quienes va dirigida. Consecuentemente, donó su
descubrimiento a la Organización Mundial de la Salud. Actualmente
desarrolla su investigación en su laboratorio de Colombia, en
condiciones de cierta precariedad.
Las dificultades económicas que atraviesa han puesto en peligro la
supervivencia del centro, pues una deuda contraída con algunas
instituciones financieras amenaza con embargar el laboratorio. Su
investigación la realiza de manera conjunta con el CSIC (Consejo
Superior de Investigaciones Científicas) español desde 1990.
Su labor le ha valido se galardonado en 1994 con el Premio Príncipe de
Asturias de Investigación Científica y Técnica. Dos años más tarde
consiguió la ciudadanía española.