BIOGRAFIAS DE PERSONAJES CELEBRES


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José Martí

José Martí José Martí: un pobre de la tierra

En La Habana, Cuba, entonces provincia española de ultramar, nació, el 28 de enero de 1853, José Julián Martí Pérez. Hijo de Mariano Martí Navarro, natural de Valencia y de Leonor Pérez Cabrera, de Tenerife, islas canarias. Su porte era pequeño, como el de las islas y su estatura intelectual y humana, que fue la masa que formó su hombradía, era continental, con galanura de universo.


Fue un español en regla, por ambas líneas, pero la brisa cuando pleitea con el viento, tiende a hacerse tormenta. De esa lucha sin frenos, nació el martirologio de José Martí, el amador de España, que esta nunca quiso tener en cuenta, porque por encima del gran hombre que hacía tribunas y abría caminos de verdades, los españoles miraban temerosos al enemigo, nada más lejos de la realidad que eso, pues, lo único cierto que movía a aquel hombre, para desdén de España, era que no quería la esclavitud de su pueblo y así lo hizo saber abiertamente, desde su primera juventud, apenas casi un niño, a quien correspondía.

Todavía hoy, se tiene en estas tierras que amo, como en olvido, a este coloso del pensamiento, de las letras, la política, el arte, la pedagogía y la filosofía. Fue el poeta que abrió, con nuevos giros y tonalidades, antes que Rubén Darío, el camino al movimiento modernista. Pero Martí fue más que un modernista, fue un visionario de su tiempo y un iluminador del futuro, que nos llega hasta hoy casi con la misma frescura y omnipresencia de entonces.

Amó a España, ya dije, pero se vio envuelto en la disyuntiva de elegir entre madre y amante: o Cuba o España, y los españoles no le dejaron otra opción que salir pluma en ristre, a la defensa de la madre patria, que con el tiempo, sus deseos y sueños de promisión, llegó a ocupar toda la parte sur del continente que él llamó, cariñosamente, Nuestra América.

La primera estancia española de Martí, fue de 1857-1859. De esta época se conservan muy pocos datos. Se sabe que su familia viaja a la península, porque como el propio Martí dice “eran muy pobres”, y al Don Mariano, su padre, quedarse sin empleo y teniendo otras bocas más que alimentar, alega estar enfermo y quiere ponerle remedios a sus males fuera de la Isla. Parece ser que acá las cosas no les fueron mejores, por lo que retornan de nuevo a La Habana. Para entonces el niño ha cumplido seis años. Con esa edad ya tiene que ayudar en los quehaceres de casa.

La estreches económica y el poco interés que ponía su padre para que su hijo estudiara, no fueron óbices para que este saliera hacia delante. Martí, era un superdotado; algo así como un genio. Su inteligencia, su poder de organización y análisis lo convierten en un ser especial. Fue un iluminador iluminado, de ahí que haya pasado a la historia, no sólo de Cuba y de América, sino de todo el mundo como: héroe, maestro, apóstol, redentor, santo y otros calificativos que hablan de quien fue y aún sigue siendo, un ejemplo a imitar entre los grandes hombres que ha dado la humanidad. Brillo en todo lo que hizo y pensó y ese brillo ha quedado como corolario, en las innumerables páginas de su obra.

Su vuelta a España se produce el 15 de enero de 1871, aún no había cumplido los 18 años. Desde enero de 1869, había ingresado a la cárcel, acusado de “infidencia”, por sus ideas en pro de la independencia de Cuba. En 1870, fue condenado a seis años de trabajo forzoso en las Canteras de San Lázaro, donde se pasa alrededor de un año hasta que es deportado a la Península.

De sus recuerdos en las Canteras, donde conoció el dolor ajeno y propio al recibir un trato inhumano por parte de las autoridades españolas, sacó a la luz su folleto El Presidio Político en Cuba que publicara en Madrid, unos días después de llegar a España. El folleto es una denuncia, en toda regla, de los desmanes y las atrocidades que comenten las autoridades españolas en su tierra querida.

En esos mismos días se examina de bachiller y matricula en la Facultad de Derecho de Madrid.

Entre enero de 1871 a octubre de 1874, José Martí, obtiene en España (Madrid y Zaragoza) los títulos académicos de Bachiller y Licenciado en Derecho y el de Licenciado en Filosofía y Letras, todos con notas de sobresalientes. Pero eso no es todo, además, escribe y publica el libro La República Española ante la Revolución Cubana y termina el drama Adúltera. Y la obra de teatro, Amor con amor se paga. Asiste a tertulias, va a los toros, visita museos, hace amistades, se convierte en orador brillante, incluso tiene tiempo para enamorarse;

Tenían entonces 20 años y esa mujer a la que amó, fue la aragonesa Blanca Montalvo. Vivió un romántico idilio con una célebre actriz, Rosario Peña, su segundo amor. Para ella escribe uno de los más bellos romances que se conozcan en lengua española, lleno de lirismo, ternura, erotismo y sugerencias políticas. En él, han quedado las huellas, como enfiestadas, de aquellos momentos de solaz, en la vida de un hombre, que amó con mayúscula a todo el género humano. 

Además, mantuvo otro romance con otra actriz, Concha Padilla. Allí, por donde pasaba, su genio y su carácter levantaban pasiones.

De España, donde dejó muchos amigos, amores y admiradores, parte, a finales de 1874, con pasaporte falso, hacia Francia, en París, se entrevista con Víctor Hugo, el autor de los Miserables.

De regreso a América se instala en México y desde allí comienza su peregrinar por tierras de Sudamérica: Guatemala, Venezuela, Hondura y El Salvador. Libros, revistas, conferencias, periódicos, en todos ellos va dejando la huella de su impronta. Va aprendiendo y escribiendo, en ambas cosas su hacer es impecable.

En 1878 lo encontramos de nuevo en La Habana. La Paz del Zanjón, que puso fin a la Guerra de los Diez Años, le permitió instalarse como abogado en su patria amada. Pero esa alegría sería efímera. El 25 de septiembre de 1879 es detenido y es nuevamente deportado a España. En la Logia Masónica, Caballero de la Luz de Madrid, se hace masón y ostenta el gado de Venerable Maestro.

Casi, tan rápido como un relámpago, torna de nuevo a América. Se instala en Nueva York, donde pasará 15 años de su ajetreada existencia.

Martí iba y venía, era como un torrente que no cesa. En su mente está Cuba. Y lo decía bien: “ Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche...”. Discursos, viajes, conferencias, reuniones con la emigración, con la gente, que como él, preparan la “Guerra necesaria y justa”.

Es en los Estados Unidos, en el mismo corazón del “monstruos revuelto y brutal que nos desprecia”, como dijo en su Carta Testamento a su amigo Manuel Mercado, donde pensó y realizó lo más acabado y extraordinario de su obra política, periodística, literaria y humanística. Allí creo un movimiento literario, El Modernismo, fundó un periódico, Patria, editó y escribió él sólo una revista para niños, La edad de oro, organizó la Revolución del 95 y creo un partido, El Partido Revolucionario Cubano.

Su obra, originalísima, está marcada por la impronta cultural de la Península española, desde Al-Andaluz hasta el Siglo de Oro. Conocía a fondo a Grecia, Roma, la Biblia, el Oriente, Francia, Alemania, el mundo anglosajón y las antiguas culturas de Mesoamérica.

Murió como él quería, el 19 de mayo de 1895, en los campos de Cuba, revólver en mano, montado en su caballo blanco, de cara al sol, para legarnos una patria libre, “con todos y para el bien de todos”.

Por el Dr. Ogsmande Lescayllers  www.ogsmande.com

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