LA SABIDURIA DE LO ENFERMO:       Dr. Javier Martínez y Dra. Maria Jesús Clavera

De gusanos y 'apoptosis'

El Premio Nobel 2002 de Medicina ha sido otorgado esta semana al estadounidense R. Horvitz, al sudafricano S. Brenner, y al inglés J. Sulston por sus trabajos sobre los mecanismos genéticos y moleculares que controlan la llamada 'muerte celular programada' o 'apoptosis'.

Nacieron e investigaron en sitios muy distintos, pero los tres tienen algo en común: todos ellos han trabajado con un humilde gusano, el Caenorhabditis elegans. Brenner lo descubrió y estudió como simple pero excelente modelo biológico; Sulston secuenció completamente su código genético (DNA); y Horvitz descubrió en él 15 genes que regulan la apoptosis celular, genes que se ha comprobado están en todos los seres vivos, incluyendo al hombre. Cuando estos genes se activan, la célula afectada deja de defenderse y entra en una especie de 'muerte a cámara lenta', programada implacablemente. Los mecanismos de apoptosis son como una suerte de 'ángel exterminador' celular: están ahí, esperando ser despertados, para cumplir su fatídica función.

ApoptosisLos mecanismos de apoptosis son muy importantes y están finamente regulados en los seres vivos pluricelulares cuyas células, además de nacer, tienen necesariamente que morir. Los seres unicelulares, por el contrario, no mueren y son casi perennes, a excepción de la muerte por hambre y accidentes. Los microbios no mueren en estos casos: la 'vieja' célula madre, al subdividirse se transforma, sin morir, en sus dos 'frescas' y jóvenes células hijas, por lo que no presentan regulación apoptótica alguna: no necesitan muerte celular programada, pues su célula germinal es la misma cosa que su organismo. En las primeras fases de nuestro desarrollo, las células que se derivan del huevo o zigoto (el óvulo fecundado por el espermatozoide, nuestras células germinales) pasan también una larga época en este paraíso de inmortalidad celular primigenia, con apoptosis nula.

Después las cosas cambian, la vitalidad-inmortalidad proliferativa celular tiene que ir frenándose poco a poco, y los mecanismos de apoptosis tienen que empezar a actuar. Aunque las células embrionarias crecen y se reproducen constantemente, a una tasa muy superior a las células infantiles, estas últimas se reproducen con una tasa superior a las de los adolescentes que, a su vez, es mayor que la tasa de los adultos. A partir de ahí, numerosos factores van despertando gradual y suavemente los procesos de muerte celular, que empiezan a predominar sobre los de nacimiento y renovación; entre estos factores de vejez, están el desgaste metabólico (la 'oxidación'), el acortamiento de los extremos cromosómicos (telómeros) y los 'relojes biológicos' inscritos en nuestro organismo. A su ritmo correcto, es lo que llamamos vida, decadencia y “muerte natural”.

El problema surge cuando no se sigue el ritmo correcto: hablamos entonces de enfermedades… ¡y enfermedades temibles!. Las enfermedades que azotan hoy en día a la Humanidad son justamente enfermedades del defecto o del exceso de los mecanismos de apoptosis, los modernos 'Ángeles exterminadores':

Como ejemplo de defecto de apoptosis tenemos las enfermedades cancerosas: al no poder morir, estas células se multiplican desmesurada e indefinidamente, matando finalmente al organismo que las alimenta. Si hablamos en términos generales y vamos más allá de las propagandas interesadas y trampas estadísticas, observamos que a excepción de los cánceres sanguíneos (leucemias y linfomas, en los que sí se han logrado reducciones de mortalidad, aunque no de incidencia), las enfermedades cancerosas no sólo no han disminuido su mortalidad, sino que han ido aumentando su incidencia tras la II Guerra Mundial, sobre todo en los países técnicamente desarrollados.

Como ejemplo de exceso de apoptosis tenemos las llamadas enfermedades degenerativas emergentes. En los últimos decenios han empezado a crecer (aritmética y hasta geométricamente) alteraciones como el Párkinson, la artritis, la esclerosis múltiple, las enfermedades autoinmunes: el SIDA, el Alzheimer, el Creutzfeldt-Jakob ('Vacas Locas'), etc. Todas ellas van precedidas de  fenómenos de stress múltiple (fisicoquímico, biológico y psicoemocional) precursores de derrumbes inmunitarios y de ulteriores disparos de los genes y moléculas provocadores de la apoptosis celular, a veces muy retardados en el tiempo.

Así es que ya lo sabéis: la próxima vez que encontréis a un gusano y estéis tentados de pisarlo, no lo hagáis, queridos lectores. Hemos heredado de él muchísimas cosas que, además, son biológicamente las más básicas. Entre ellas, los 15 genes que regulan en nuestras células el freno de su vitalidad y que disparan, finalmente, su suicidio. Un gusano sirve para todo eso, y para unificar los destinos de los tres recientemente agraciados con el Nobel de Medicina. Un Nobel que, vistos los excesos y los defectos de apoptosis que azotan actualmente a nuestra Humanidad, está muy bien concedido.
 

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