LA SABIDURIA DE LO ENFERMO:       Dr. Javier Martínez y Dra. Maria Jesús Clavera

De la distinción entre lo 'oficial' y lo 'real' 

Cuando éramos estudiantes de Medicina, la mayoría de nosotros queríamos, de verdad, aprender Medicina (algunos de nosotros estamos aun en este empeño). Éramos como novicios recién llegados a esos 'templos curativos' que eran las ciudades sanitarias, y tan impactados por los 'cuerpos y almas' dolientes que veíamos, como abrumados ante la inmensidad informativa de las asignaturas que entraban en nuestro curriculum: ¡nos parecían tan inalcanzables y eruditos nuestros maestros! ¡Existían tantísimas enfermedades, microbios, medicamentos, y formas distintas de curar!

Sin embargo, a medida que transcurría nuestra carrera y experiencia, pudimos comprobar un hecho notorio: quienes demostraban un más rápido y certero diagnóstico y tenían mayor numero de éxitos terapéuticos (algunos de ellos, francamente sorprendentes), no parecían atender demasiado a aquellas interminables listas de enfermedades y fármacos que nos hacia estudiar los eruditos; era como si tuvieran un 'sexto sentido' difícil de transmitir que nos llamaba siempre la atención y ha sido a lo largo de nuestra vida, motivo de mucho estudio y reflexión. Además, casi siempre eran profesionales que estaban más bien en un segundo plano de reconocimiento profesional y docente. Algunas veces, decían cosas sorprendentes, que comentaremos otro día.

Aprendimos pronto a distinguir la verdad 'oficial' (aquella que debíamos responder en los exámenes), de la verdad 'real'. Cuando debíamos responder ante los exámenes, para sacar buena nota, nos ateníamos a lo 'oficial'. Pero cuando era nuestra propia salud, o la de nuestros familiares, la que estaba en juego, acudíamos a los médicos 'reales', a los 'agraciados'. con ellos nos sentíamos 'seguros': ¡sabíamos que nos curaríamos!.

Debemos explicarnos: No es que estar en un segundo plano académico implique necesariamente tener buen 'ojo clínico' y terapéutico, pero frecuentemente era cierto lo contrario, y eso era lo sorprendente.

Creo que todos los profesionales de la salud hemos notado de una forma u otra esta no-coincidencia entre lo 'oficial' y lo 'real'. Esto queda reflejado cuando, con algún colega de confianza, le pedíamos consejo acerca de a quien acudiría para tratar algún caso complejo. Las primeras respuestas suelen ser las oficiales al uso, las 'políticamente correctas' que diríamos hoy.

Pero la experiencia nos ha enseñado a desconfiar de estas primeras respuestas, que se dicen sin dificultad delante de todos. Cuando es un caso especialmente problemático o querido, hemos aprendido a llevar a nuestros consejeros a solas, y a insistir en nuestra petición. En ocasiones la respuesta no varia, pero otras veces, cuando les coges del brazo y mirándoles a los ojos les dices: "en serio, ¿a quien acudirías si se tratase de tu madre o de tu hijo?" ellos, tras mirar a un lado y otro y saberse solos, te dicen en voz baja: "si fuera mi madre o mi hijo, yo iría a Xxx pero, por favor, no digas que yo te lo he dicho".

Dicen que "aprendizaje es lo que queda después de haberlo olvidado todo". En este sentido, una de las principales enseñanzas que sacamos de nuestra larguísima formación médica fue, sin duda alguna, distinguir lo 'real' de lo 'oficial'. Aprender a localizar los buenos profesionales, en el terreno de la realidad, mas allá de su 'fama'.

Como ocurre en los cuentos, nuestro paso por los 'templos de la medicina' y nuestro paso por la vida nos impartió una doble enseñanza: aprender a distinguir los sapos que se esconden detrás de apariencias de príncipes, y aprender a distinguir los príncipes que se esconden detrás de apariencias de sapos.

Esta doble enseñanza no se refleja en los curriculums, pero se refleja en el agradecimiento de nuestros pacientes, y se refleja en nuestros corazones, sobre todo cuando hacemos una pausa entre tanto ajetreo.
 

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