MI FARMACIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


CENTRO DE ESPECÍFICOS

Aún es fácil encontrar en España farmacias que llevaban el subtítulo de "Centro de Específicos", o que anuncian en su rótulo su dedicación a "especialidades farmacéuticas". Justo en sentido contrario a lo que se promociona hoy desde el gobierno, que es la venta de genéricos. Es que precisamente en torno a la idea de la especificidad gira la razón de ser de la farmacia como establecimiento que tiene la exclusividad en la expedición de medicamentos, y la consiguiente exigencia de que sea un titulado universitario quien regente la farmacia. Es que aunque parezca una simple cuestión nominal, que en apariencia sí lo es, en el fondo yace el cuestionamiento de la propia profesión y de su especificidad. Es decir que la historia reciente de la farmacia ha centrado en lo específico la razón de ser del farmacéutico; por eso hacerle pasar a lo genérico es algo así como cambiarle la esencia de la profesión, como iniciar el camino de retorno. A fuer de sinceros hay que reconocer que la historia reciente de la farmacopea ha asestado un mazazo a las farmacias. Hace tan sólo un siglo la mayoría de las medicinas se elaboraban en la propia farmacia, que era no tanto la tienda en que éstas se vendían, sino la oficina en que se elaboraban. Apenas existían hace un siglo preparados farmacéuticos que se vendiesen ya envasados, de modo que el farmacéutico no tuviese que hacer con ellos más que venderlos. En el Reglamento para la elaboración y venta de especialidades farmacéuticas que publica la Gaceta de Madrid (antiguo nombre del Boletín Oficial del Estado) el 13 de marzo de 1919, se percibe claramente cómo se empieza a transformar la farmacia de oficina en tienda. El farmacéutico le está pisando seriamente el terreno al médico: no se limita a preparar las fórmulas magistrales que redacta este último a la medida del enfermo y de su enfermedad, sino que empieza a ofrecerle al enfermo sus propios preparados (específicos) sin receta, es decir saltándose al médico; pero aún da un paso más, que consiste en adelantarse al médico y tener ya preparado lo que éste va a recetar. El art. 9 del susodicho Reglamento determina que aquellas "especialidades" (es así como llama a los productos farmacéuticos) que contengan substancias muy activas (y especifica substancias y dosis), no podrán despacharse sin receta. Se ha empezado a crear un mercado farmacéutico que el estado se ve obligado a regular, tanto para proteger la propiedad intelectual e industrial de las nuevas especialidades, que no paran de salir al mercado, como para proteger la salud pública. Y casi al mismo tiempo surge el fenómeno de la producción industrial de estos fármacos fuera de las farmacias, en laboratorios farmacéuticos, es decir en auténticas factorías regentadas por muy pocos farmacéuticos que dejan cada vez mayor número de oficinas de farmacia y farmacéuticos inactivos; convertidas aquellas en exclusivo establecimiento de venta, y a éstos en simples vendedores. Es un problema interno de la profesión: los farmacéuticos industriales, los propietarios y gerentes (que no los empleados) de laboratorios son los grandes magnates de la farmacia, los únicos que en realidad producen medicamentos. Los demás farmacéuticos son empleados de laboratorio los unos y empleados de comercio los otros. No es pues la cuestión con los clientes ni con las leyes, sino con la dinámica del sector, que se ha marcado su propio camino.

EL ALMANAQUE analiza hoy el problema de los medicamentos genéricos a través de lo que aporta el significado de los términos en juego.