El estrés nos ayuda y también nos mata
Cuantas veces lo
hemos sentido. El corazón nos late rápidamente, una extraña
sensación de “mariposeo” en el estómago”, la respiración acelerada,
la boca reseca. Estas y otras manifestaciones de nuestro cuerpo nos
indican, sin duda alguna, que estamos pasando por una situación de
estrés. Para muchas personas en nuestra sociedad contemporánea esta
parece ser una situación cotidiana y pareciera como si se hubiesen
acostumbrado a vivir así. Otras no padecen de unas manifestaciones
tan dramáticas, al menos no diariamente, pero día a día sienten un
cierto nivel de ansiedad, temor o preocupación cuya causa muchas
veces no pueden determinar. Estas personas también están bajo la
influencia del estrés y aunque no se den cuenta poco a poco su salud
física y emocional se va deteriorando.
Muchas veces hemos escuchado el término estrés y damos por sentado
que puede afectar nuestra felicidad al igual que nuestra
satisfacción con la vida y con lo que hacemos. Algunos están
conscientes, además, de que el estrés de alguna forma puede afectar
nuestro corazón o causarnos problemas gastrointestinales. Sin
embargo, pocos están conscientes de que el estrés es responsable de
mucho más.
El estrés está
relacionado con numerosas enfermedades, en algunos casos como el
causante principal y en otros, como factor contribuyente, entre
ellas: hipertensión, arteriosclerosis, cáncer, artritis reumatoidea,
problemas gastrointestinales, problemas cardiacos, depresión,
problemas de la memoria, desórdenes de la piel y asma. El estrés es
también sumamente dañino para las personas que padecen de diabetes.
De hecho, se
ha estimado que entre el 60 y el 90 porciento de las visitas a los
médicos tienen que ver con problemas en los que el estrés está de
una u otra forma involucrado. Más aún, se sabe que un estado
prolongado de estrés puede, incluso, acelerar el proceso de
envejecimiento. ¿Cómo es esto posible? Para comenzar a entender esto
veamos primeramente algo de lo que sabemos acerca del estrés y sus
efectos tanto benéficos como perjudiciales. Si, dijimos benéficos,
porque aunque usted no lo crea, el estrés es una reacción normal de
nuestro organismo y es necesario para la vida y hasta para sentirnos
felices. Los problemas con el estrés surgen cuando éste se dispara
cuando no es necesario y cuando permanece activado por tiempo
prolongado.
Pero no nos adelantemos. Veamos primeramente qué es el estrés .
¿Qué es el estrés?
Pensemos en un automóvil al cual le imponemos subir rápidamente
una empinada cuesta. Para lograr esto, el motor y otras partes de
éste deberán trabajan con mayor intensidad. Durante este tiempo el
gasto de gasolina del vehículo es mayor que en condiciones
normales. Pero más aún, si este vehículo tuviera que subir cuestas
similares continuamente y esta situación se prolongara durante
días, semanas y meses pronto veríamos que la vida útil del mismo
se reduciría notablemente. El motor, la transmisión y otras piezas
vitales se desgastarían aceleradamente.
Pues bien, al igual que en el caso del vehículo que hemos descrito
cuando nos enfrentamos a un peligro inminente nuestro cuerpo tiene
que hacer un esfuerzo superior a lo normal para luchar o escapar.
El mecanismo del estrés es el encargado de proveer la preparación
y la energía adicional que se necesita en esos momentos. Por medio
de este mecanismo nuestra fuerza y agilidad aumentan, reaccionamos
más rápidamente y nuestra atención se concentra totalmente en el
problema.
Si esto ocurre de cuando en vez; no sobrepasa ciertos límites y no
se prolonga demasiado tiempo, podemos volver a la normalidad sin
problemas mayores. Sin embargo, cuando el estrés es continuo o
sobrepasa ciertos límites tiene efectos altamente nocivos.
Aunque ya el fisiólogo norteamericano Walter Cannon había descrito
El moderno concepto de estrés fue formulado durante la década de
1930 por Hans Selye, un médico endocrinólogo de origen austriaco
que desarrolló su carrera en Canadá.
Selye estaba llevando a cabo un estudio con ratas a las cuales les
inyectó un extracto de ovarios que recientemente había sido
aislado por un bioquímico que trabajaba en la misma universidad
que Selye. Selye quería saber los efectos de esta sustancia. Tras
varios meses Selye descubrió que las ratas tenía úlceras pépticas,
las glándulas adrenales agrandadas y un encogimiento del timo, una
glándula involucrada en la respuesta del sistema inmunológico.
Selye pensó que había descubierto los efectos de el extracto de
ovarios. Sin embargó al repetir su estudio y comparar un grupo de
ratas a las cuales se les había inyectado meramente una solución
salina con otro al que se le había inyectado el ya mencionado
extracto se dio cuenta que ambos grupos presentaban las mismas
úlceras pépticas al igual que los daños en las glándulas adrenales
y el sistema inmunológico. Selye se dio cuenta de que el extracto
de ovarios no podía ser la razón de lo que le sucedía a las ratas.
Lo que él no había tenido en cuenta pero después resultó ser la
clave del misterio era que Selye no era diestro manejando las
ratas.
En el proceso de inyectarlas muchas veces se le caían o escapaban
y tenía que pasar buen rato persiguiéndolas. A veces no lograba
inyectarlas de la primera vez. Selye pensó que tal vez los daños
presentados por las ratas se debían a lo poco placenteras que
resultaban ser las condiciones a las que las estaba sometiendo.
Para probar esta idea sometió un grupo de ratas a condiciones de
frío intenso otras a fuerte calor, a otras las obligó a llevar a
cabo ejercicios y a otras las sometió a procedimientos
quirúrgicos. Al final observó que todas desarrollaron los mismos
daños que las primeras ratas. Selye razonó que lo que le sucedía a
las ratas era causado por cualquier situación desagradable no
importa su origen o naturaleza. A este conjunto de respuestas, que
hoy conocemos como la respuesta de estrés, Selye lo llamó el
síndrome de adaptación general y lo dividió en tres etapas cada
una de las cuales consiste en una serie de reacciones
fisiológicas. A la primera la llamó la etapa de alarma.
La etapa de alarma se produce cuando el estresor es
detectado. Supongamos que nos topamos con alguien que quiere
agredirnos con un cuchillo. Nuestro cuerpo responde activando una
región del cerebro llamada el hipotálamo. El hipotálamo lleva a cabo
dos acciones simultáneas. Por un lado estimula al sistema nervioso
simpático (la parte del sistema nervioso que controla los procesos
automáticos de nuestro cuerpo como el ritmo cardíaco, la respiración
y la digestión) el cual envía señales a la parte central de las
glándulas adrenales, localizadas sobre los riñones para que
produzcan las hormonas epinefrina y norepinefrina (también conocidas
como adrenalina y noradrenalina).
La
segunda acción del hipotálamo consiste en la liberación de una
sustancia llamada hormona liberadora de la corticotropina. Esta
sustancia viaja hacia la glándula pituitaria localizada debajo del
hipotálamo y la estimula para que produzca la hormona
adrenocorticotrópica (ACTH). Esta hormona, a su vez, viaja a través
de la sangre y al llegar a las glándulas adrenales estimula la
corteza de éstas para que produzcan una hormona llamada cortisol,.
El
efecto de todo esto es el de mobilizar el organismo para lidiar con
el estresor. El mensaje del hipotálamo a través sistema nervioso
simpático por viajar a través de impulsos nerviosos es el primero
que llega a las glándulas adrenales de modo que la epinefrina y la
norepinefrina son las hormonas que dan comienzo a la reacción de
estrés.
La
adrenalina hace que el corazón lata más rápidamente, aumenta la
presión arterial, estrecha los pequeños vasos sanguíneos de la piel
y el sistema digestivo a la vez que dilata los de los músculo de las
piernas, hace que el hígado libere glucosa aumentando así el nivel
de esta en la sangre, dilata las pupilas, nos hace reaccionar más
ráidamente, aumenta el ritmo de la respiración y contrae ciertos
músculos y relaja otros. La noradrenalina por su parte aumenta la
fuerza de las contracciones del corazón y tiene un efecto vasopresor
(contrae los vasos sanguíneos). Trabaja conjuntamente con la
epinefrina para liberar energía de las grasas, preparar los múculos
y acelerar el corazón. El cortisol, por su parte tiene efectos
antiinflamatorios, ayuda al cuerpo a obtener energía de las grasas y
los carbohidratos.
El
propósito de todo esto es prepararnos para la acción. En esta etapa
inicial prácticamente todo el cuerpo responde al estado de
emergencia. Se produce un aumento del ritmo cardiaco, la presión
arterial y el ritmo de la respiración. Además se movilizan las
reservas de energías del cuerpo, se inhibe el proceso de digestión
de los alimentos y el metabolismo, se desactivan los mecanismos que
regulan el crecimiento y buena parte del sistema inmunológico. Esto
es útil a corto plazo ya que permite utilizar los recursos
bioquímicos del cuerpo para enfrentar la amenaza. La persona está en
un estado de preparación máxima. Muchas veces, en esta etapa se
logra superar la emergencia, por ejemplo si la persona logra evitar
una amenaza corriendo.
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